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La Nueva Fábrica

Este espacio contemporáneo, ubicado en la aldea Santa Ana de La Antigua Guatemala, busca empoderar comunidades diversas mediante el arte y el pensamiento crítico. Desarrolla exhibiciones, programas públicos y educativos, así como residencias y talleres multidisciplinarios. La iniciativa es posible a través de la Fundación Nuevas Raíces, creada por la artista Lissie Habie y el fotógrafo Mitchell Denburg.  

Plazuela Central de Santa Ana #55, Aldea Santa Ana, La Antigua Guatemala

Miércoles a domingo: 10 – 17 h

Sábados: 10 – 18 h

Sobre los artistas en sede

En La Nueva Fábrica, los artistas dialogan con ‘El Árbol del Mundo’ tejiendo un diálogo que aborda las contradicciones de nuestro presente, mientras se adentran en mitos que trascienden las fronteras geográficas e históricas.  

Profundamente arraigada en las cosmovisiones mayas, la instalación de Ximena Garrido-Lecca concibe ‘El Árbol del Mundo’ como el axis mundi, un conducto sagrado que enlaza la tierra, el inframundo y el cielo.  

Anclando el árbol en la experiencia humana, la monumental cosmogonía de Luz Lizarazo transita de arquetipos míticos a narrativas sobre la condición femenina, en resonancia con las formas corporales fragmentadas de Patricia Belli, que oscilan entre desecho material y heridas emocionales.  

Por otro lado, la obra de Alevtina Kakhidze, arraigada en su experiencia diaria de la guerra de Ucrania, enmarca ‘El Árbol del Mundo’ como un símbolo de resiliencia y supervivencia.  

Igor Grubić evoca el activismo participativo en un mundo post pandémico, proponiendo ‘El Árbol del Mundo’ como un símbolo de la ecología militante, tanto a nivel individual como colectivo. 

Fusionando la mitología maya con tecnologías de realidad extendida, Balam Soto extiende esta reverencia para reimaginar ‘El Árbol del Mundo’ como un puente cosmológico que conecta y activa los mundos cibernéticos y ancestrales. 

Este cruce entre tradición e innovación también se manifiesta en la obra de Zhang Xu Zhan, quien explora el folclore del sudeste asiático, particularmente en el contexto de los trajes ceremoniales taiwaneses. 

Carlos Martiel interpeta ‘El Árbol del Mundo’ como un espacio para el duelo y la responsabilidad colectiva, resaltando el simbolismo del árbol como la representación de historias interconectadas y responsabilidades comunes.  

En conjunto, estos artistas presentan una narrativa poderosa que eleva a ‘El Árbol del Mundo’ como un puente vital entre los ámbitos social, político, espiritual y cultural, uniendo diversas historias y preocupaciones en una visión colectiva de renovación y justicia esperanzadora.