Retomando el espacio

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Retomando el espacio

<<Como representación espacial de quiénes somos tanto individual como colectivamente, los espacios públicos tienen un valor simbólico>>

Christele Harrouk

La historia nos ha presentado a la arquitectura y, sobre todo, al urbanismo como generadores de escenarios para la sociedad, los cuales también permiten que se despliegue la ciudadanía. No existe una plaza, una avenida y un parque sin las personas que lo activan y lo habitan, en vista que los espacios públicos pueden comprenderse como una herramienta que impulsa los discursos sociales y políticos. El uso de los parques para extender las tradiciones y la toma de las calles y las plazas por parte de las personas para demostrar su descontento, son claros ejemplos de cómo funcionan estas plataformas sociales. Todo lo expuesto anteriormente, puede formularse en la siguiente interrogante: ¿el espacio fue concebido como público o la ciudadanía lo ha tomado para hacerlo público?

El urbanismo y la arquitectura son disciplinas que están ligadas al desarrollo social. Eso se ha evidenciado en cómo los gobernantes han generado estrategias a través de espacios que responden a su necesidad de proclamar el poder, mientras que su desarrollo está vinculado a la “adecuación del medio socioeconómico que lo determinaba”. Por consiguiente, el planteamiento de las ciudades, los edificios, las calles y las avenidas está concebido como una técnica de control gubernamental y político.

A lo largo de los siglos, según Foucault, el urbanismo fue presentado como una disciplina que construye modelos y dispositivos de organización social puros.[1] Ahora bien, en las principales ciudades se generaron tipologías a base de control sobre los ciudadanos, con la intención previa de formar un proletario pacífico, moralizado y lo bastante robusto para que trabaje y esté satisfecho.[2] Estos escenarios que ahora son considerados como públicos, eran únicamente ensanchamientos de calles, sin concepción real de ser habitado por las personas.

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Muchas veces las plazas y los parques son concebidos únicamente por su belleza y, en todo caso, han sido diseñados para agradar visualmente a las clases sociales que se encuentran dentro de la urbe. En Latinoamérica, los colonos se plantearon las ciudades con base de un tablero de dominó, por lo que el desarrollo de las ciudades coloniales, o el urbanismo colonial, no fue diferente. Calles ortogonales, manzanas iguales y una plaza en el centro constituían la fusión de los edificios de poder: la iglesia, el palacio municipal, el mercado y el ayuntamiento. Estos territorios existieron para habitar a la colonia, puesto que era una visión completamente clasista que apartaba a los pueblos originarios y los relegaba a las afueras. A pesar de lo anterior, las gradas, las plazas y los patios se han convertido en puntos de encuentro y generadores de historias. Estos elementos arquitectónicos, que en un principio fueron concebidos como herramientas coloniales, pueden comprenderse como escenarios sociales.

En el territorio guatemalteco, las grandes fiestas patronales, los eventos, los desfiles, los convites e incluso las manifestaciones políticas se han convertido en parte del espacio público, debido a que conforman las actividades que lo activan y que le otorgan una visión colectiva. Es importante mencionar que todas estas expresiones sociales son provocadas por los usuarios. Si bien la presencia de estas plataformas en su pasado proclamaba poder, ahora impulsan dinámicas e intercambios sociales que han influido en que las artistas las tomen como punto de partida para contar y enmarcar lo que sucede dentro de ellas, lo cual las convierte en referentes y protagonistas de sus historias.

Dentro de esta exposición las piezas, en su mayoría corresponden a una pintura desde las comunidades y los pueblos originarios, permiten que los artistas relaten sus tradiciones y celebraciones desde una mirada colectiva. Asimismo, el espectador tiene la posibilidad de adentrarse en estos espacios, los cuales han sido reapropiados y narrados desde la mirada de los pueblos originarios. Comalapa, Palín y Chichicastenango son algunas de las protagonistas de estos retratos, que representan las actividades y las manifestaciones sociales que se realizan.

El centro de las edificaciones y la concepción de estos escenarios son los usuarios; es decir, las personas que lo habitan y lo rodean. Estos espacios, a pesar de no ser planteados para su convivencia, se han convertido en la plataforma para la demostración de sus acuerdos y desacuerdos. Dentro de las piezas puede observarse en la manera en que edificaciones como la iglesia, la cual fue diseñada desde una visión colonial, pueden transformarse en protagonista de actividades públicas y tradicionales.

Por otro lado, los mercados son un ejemplo clave de la apropiación de estos espacios, debido a que en ellos se plantean las dinámicas sociales que se realizan los domingos en las calles y las plazas de los pueblos originarios en Guatemala. Día de mercado en Palín (1986), de Carlos Humberto Centeño, representa la ampliación y extensión de lo privado a lo público, a través de los propios usuarios. De la misma forma en que la pieza de Antonio Coché Mendoza es una demostración de cómo el retrato de la plataforma pública es necesario para enmarcar una de las costumbres más importantes en algunos pueblos originarios: La quema del torito (1996). Cabe destacar que, a pesar de centrarnos en la actividad, los elementos arquitectónicos generan presencia y establecen nuevos desarrollos y concepciones.

Hoy en día los espacios se han convertido en públicos, a partir de aquellas personas que se atreven a plantarse, lo cual puede o no responder a su primer propósito. En todo caso estos son plataformas para el desarrollo de las comunidades y relaciones humanas, así como fomentan actividades, tradiciones y manifestaciones que comprenden la vida individual y colectiva. Debido a lo anterior, se convierten en una parte imprescindible para las personas que lo habitan, hasta el punto que son considerados como parte de su identidad y memoria. El hecho de transformar algo que se le arrebató como propio genera un sentimiento directo de apropiación y cuidado.

Existen otras piezas en donde la arquitectura generadora de espacio es menos visible, no obstante, sigue estando presente y forma parte del escenario para crear las complicidades, las convivencias y el compartir. Hábitat tecnológico cultural en Chuimekena (1998), de Edwin Homero Monterroso De León, evidencia cómo el artista utiliza los elementos del vano, la piedra y el agua para acercar al espectador a una realidad desde una mirada más íntima.

Es importante resaltar que estas obras fueron realizadas en los noventas y que retratan celebraciones que permanecen y que, por lo tanto, son relevantes. Al igual que estas actividades, muchas otras han evolucionado y otras nuevas se han generado. No obstante, en los últimos años se han incrementado los proyectos que priorizan el cumplimiento de cuestiones estéticas y tendencias urbanísticas, como se hizo cuando se concibieron los primeros espacios, lo cual reduce el uso y el sentido de pertenencia que le pueden agregar las personas. Por el contrario, se sugiere que las edificaciones estén pensadas y concebidas para el usuario y que este pueda apropiarse de ellas, debido a que su propósito debería ser la activación e interacción constante de los seres humanos.

Entonces, el espacio público puede ser comprendido como un acontecimiento social que se ha abierto y está a disposición de todas las personas mediante el diálogo y la confrontación entre iguales para la búsqueda del beneficio común y la transformación social. Paralelamente ha sido un espejo de cómo funciona nuestra sociedad y cuáles son los temas de relevancia para la ciudadanía, en este sentido constituye el escenario para expresar el descontento social y político, así como las manifestaciones de minorías que han estado presentes.

Los activistas y las minorías han utilizado la consigna de “tomar las calles”, puesto que plantean el hecho de retomar y devolvérselas a quiénes les pertenece: los usuarios. De cierta forma, también han utilizado el arte como una herramienta para representar sus demandas políticas y exigir el cumplimiento de sus derechos, a través de performances, happenings, land art, muralismos, acciones callejeras y activismos.

Estos espacios se convierten en potenciadores de transformaciones sociales y plataformas del hartazgo político, debido a que “es un lugar de memorias, palabras y lenguajes, de intercambios y de confrontaciones, de acuerdos y desacuerdos, de estructuraciones y reestructuraciones, de ideas, conflictos, manifestaciones y revoluciones”. En consecuencia, hay personas que se dedican a documentar lo que sucede alrededor de ellos para preservar las demandas políticas y sociales.

En las obras expuestas, que corresponden a los noventas, los elementos arquitectónicos fueron el escenario para resaltar las dinámicas e intercambios culturales de ese entonces. Por otro lado, las manifestaciones sociales actuales continúan siendo una demostración del acontecer político y social del país. Por tanto, el espacio público se acopla a la arquitectura para conformar un escenario en donde se realizan actividades, sin distinciones, y se construyen relaciones humanas alrededor de este.

Para finalizar es importante comprender para quién está hecho el espacio público y así comprender por qué suceden ciertas manifestaciones y activaciones dentro de este, así como por qué no debería de ser privado su uso en ningún momento. Todo lo anterior puede resumirse en las siguientes interrogantes: ¿qué es la arquitectura sin el usuario? ¿Qué es el espacio público sin las personas? [/expand]

Curadora: Renata Alvarez.

Referencia bibliográfica:

Rodrigo Castro Orellana, “Ciudades de Sísifo. Urbanismo Colonial y Contingencia”, Revista Estudios avanzados, n.° 26 (2016) 114-129.

1. Castro, Rodrigo. Ciudades de Sísifo. Urbanismo Colonia y Contingencia.

2. ídem. Rodrigo Castro Orellana. (2016). Cuidades de Sísifo. Urbanismo Colonial y Contigencia. Universidad Complutense de Madrid: España.

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Título: Los políticos
Artista: Léster Dionisio Linares
Año: 1990
Bienal: Jóvenes que pintan

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Título: Los cinco hijos
Artista: Ricardo Orlando Manzo
Año: 1980
Bienal: II BIENAL

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Título: Mercado
Artista: Julián Gabriel Samol
Año: 1980
Bienal: II BIENAL

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Título: Los gigantes
Artista: Sóstenes Romeo Tuc Tuc
Año: 1984
Bienal: IV BIENAL

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Título: Día de mercado en Palín 
Artista: Carlos Humberto Cermeño
Año: 1986
Bienal: V  BIENAL

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Título: Feria en Comalapa
Artista: Virgilio España
Año: 1988
Bienal: VI BIENAL

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Título: Que cuaje
Artista: Iván Castellanos
Año: 1988
Bienal: VI BIENAL

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Título: Procesión en Comalapa
Artista: Virgilio España
Año: 1990
Bienal: VII  BIENAL

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Título: Fusión de cultos
Artista: Mario Madriz Caballeros
Año: 1990

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Título: Los Toreros
Artista: Eladio Bal Chalí
Año: 1992
Bienal: VIII BIENAL

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Título: Carroza y desfile del 15 de septiembre en Comalapa
Artista: Francisco Otzoy Tzaj
Año: 1994
Bienal: IX   BIENAL

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Título: Hábitat Ecológico Cultural en Chuimekena
Artista: Edwin Homero Monterroso De León
Año: 1998
Bienal:  XI  BIENAL

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Título: Quema del torito, Chichicastenango 
Artista: Antonio Coché Mendoza
Año: 1996
Bienal:  X BIENAL

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Título: Saliendo el niño Dios
Artista: Nery Alexander Chuy T.
Año: 1993
Bienal: Jóvenes que pintan

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