‘Un solo latido – Xa jun ruk’oxomal qanima’: Conversación con Angélica Serech 

Angélica Serech
Angélica Serech, ‘Xak Karne’l (Oveja negra)’, 2023. Telar de pedal y vertical. (Foto: Museo Universitario del Chopo)

Tras la inauguración de la muestra ‘Un solo latido. Xa jun ruk’oxomal qanima’ en el Museo Universitario del Chopo, en la Ciudad de México, que reúne el trabajo de las artistas comalapenses Angélica Serech y Rosa Elena Curruchich, presentamos un diálogo con Angélica Serech en torno a su participación. La tejedora comparte sus reflexiones sobre el legado textil en la comunidad kaqchikel, la dimensión de resistencia que atraviesa su práctica, y el diálogo intergeneracional que sostiene con Rosa Elena Curruchich. 

La exposición Un solo latido. Xa jun ruk’oxomal qanima, presentada en el Museo Universitario del Chopo de México, en colaboración con La Nueva Fábrica de Guatemala, reúne por primera vez el trabajo de las artistas mayas kaqchikel Rosa Elena Curruchich (nacida en 1958 y fallecida en 2005) y Angélica Serech (1982), originarias de San Juan Comalapa o Chi Xot. 

Por un lado, Rosa Elena Churruchich fue una artista cuya obra buscaba preservar, a través de pinturas meticulosas, la vida cotidiana y las tradiciones de su comunidad, así como destacar el rol de la mujer en su contexto comunitario. Durante la época en la que vivió, Curruchich atravesó un proceso de exclusión por ser mujer artista. Después de su primera y única exhibición en la ciudad de Guatemala, fue atacada por un grupo que incluía a miembros de su familia porque sentían que ella podría quitarles parte de su capacidad de ganar dinero, según ha descrito Miguel A. López, curador de la exposición Un solo latido – Xa jun ruk’oxomal qanima. Durante el Conflicto Armado Interno de Guatemala, Curruchich comenzó a pintar en miniatura para transportar sus obras de forma discreta. López también agrega que la obra de la artista “revela la historia personal y la forma en que las mujeres indígenas practican acciones políticas a través del trabajo comunitario, diferenciándola del feminismo liberal occidental”. La muestra incluye 75 de sus obras producidas entre 1979-2003.  

Rosa Elena Curruchich, ‘Rosa Elena pinta caserío Chosij’, ca. años 1990. Óleo sobre tela. (Foto: Museo Universitario del Chopo)

La exposición es acompañada por el trabajo de Angélica Serech, artista textil cuya obra se basa en la hibridación de huipiles tradicionales con elementos cotidianos. De esta manera, al mezclar materiales tradicionales como el hilo y los tintes con incrustaciones inusuales como el cabello humano, la madera, o material orgánico, Serech crea una tensión entre lo ancestral y lo personal. La artista comenzó a aprender el arte del tejido junto a su tía a los ocho años, orientando su práctica en algo más experimental con el tiempo. Ha participado en la subasta de arte Juannio (2020-2022), en la XXII Bienal de Arte Paiz (2021) y ha mostrado su arte internacionalmente- en la Bienal de Gwanju en Corea del Sur (2023) y la Bienal de Toronto en Canadá (2024).   

La muestra, que se lleva a cabo desde el pasado 2 de agosto del presente año en el Museo Universitario del Chopo abre un diálogo sobre la memoria colectiva y el rol de la mujer dentro de la tradición maya kaqchikel.  El título de la exposición proviene de un poema titulado Sonidos de corazones. Ruk’oxomal Taq K’uxaj de la poeta, tejedora y artista Negma Coy, quien comparte con Curruchich y Serech, el mismo lugar de origen  

Tuvimos la oportunidad de conversar con Angélica Serech sobre su trabajo, sus procesos y el sentido de tener plataformas que destaquen el trabajo comunitario de las mujeres y artistas indígenas.   

Nina Syed: La memoria colectiva e histórica son centrales en tu práctica. ¿Cómo han influido los conocimientos legados de la comunidad kaqchikel en las narrativas y símbolos presentes en tu obra? 

Angélica Serech: Todos los procesos que he logrado conectar y expresar en el tiempo no nacieron conmigo, solo continúo con mi legado sumado a mi propio sentir y hacer, recreando la memoria colectiva de las y los que me antecedieron, me debo a ello y mi apuesta es a que siempre permanezca ese legado histórico. En mi comunidad Chixot es que nazco, me formo y desarrollo. He heredado el hacer textil a partir de la memoria desde la experiencia generacional, la cual me hace reflexionar y tener presente las conversaciones, vivencias y cotidianidad de los pueblos indígenas y ser parte de ello es un privilegio. Las experiencias vividas y la sabiduría transmitida representadas en un conjunto de saberes generacionales ancestrales me lleva a tejer distinto. Pensar y dialogar desde los colores y técnicas de brocados propios de los kaqchikeles es entender cada proceso y transitar con ellos la existencia misma. 

NS: En tu trabajo fusionas el material tradicional con técnicas y elementos experimentales para generar un impacto emocional diferente. ¿Has tenido un momento revelador durante tu trayectoria como artista que te ha causado empujar los límites de los métodos textiles tradicionales? 

AS: Sí, creo que pasó de forma natural y genuina en el pasado, de niña, aún sin saber o esperar a que me nombraran como artista textil. Fue cuando experimentaba y cambiaba los brocados y las estructuras tradicionales al tejer mis hüipiles. Y como segundo momento fundamental fue en mi telar vertical orgánico en el año 2003.  

Angélica Serech, ‘Raxq’ab’ (Rocío)’, 2023. Hilos de colores tejidos con telar de cintura. (Foto: Museo Universitario del Chopo)

NS: El arte textil ha sido histórica y popularmente asociado a lo doméstico y lo femenino. ¿Cómo percibes tu papel en su resignificación como herramienta para representar tu cultura? 

AS: Cómo tejedora maya kaqchikel no creo tener un papel relevante en la resignificación textil para mi comunidad. Sería contraproducente insistir en que se entiendan mis lienzos como herramienta de representación cultural. En realidad, solo quiero resignificar el conocimiento heredado de mi pueblo y mis ancestras para la humanidad. Tejo a partir de mi realidad, respondiendo a mis vivencias, pero valiéndome de la herencia textil. Con el legado de conocimientos, he creado mi política y estilo de vida a partir de los tejidos, todo esto me va construyendo constantemente. El mismo tejido me hace pensar y me cuestiona sobre mi rol, por lo que no me percibo como representante de mis saberes o de abanderar la representación textil de mi pueblo. Solo hago lo que me nace a partir de un legado.    

También sostengo que el tejer no ha sido solo femenino ni solo doméstico. En nuestra historia, representó un bien comunal de beneficio para grandes y pequeños en las jerarquías sociales prehispánicas. Las representaciones como vestimenta trascienden el plano doméstico e irrumpen en lo político y económico. Tampoco es solo femenino, ya que se crea y recrea de manera colectiva con los sujetos masculinos al procurar de manera conjunta las herramientas e insumos para las elaboraciones textiles. 

NS: Tu obra se presenta junto a la de Rosa Elena Curruchich, quien durante su época enfrentó prejuicios por parte de la comunidad artística, donde dominaba el machismo. Durante tu tiempo, ¿cómo sientes que ha cambiado el ámbito artístico en relación con las artistas mujeres y cómo ha evolucionado tu trabajo en relación con esto? 

AS: Aún seguimos luchando y resistiendo, pero tomamos fuerza y aliento gracias a las luchas de todas las que nos antecedieron como la maestra Rosa Elena Curruchich. Vengo de esa raíz, no pretendo que me nombren por tendencia o interés de una narrativa sobre arte con apellido indígena, originario y otras categorías. Debemos figurar como sujetas políticas en un entorno hostil, no solo por ser mujeres indígenas, entonces es oportuno ocupar espacios por mérito, porque valemos mucho. Es a partir de esos recorridos y trayectorias, de las que fueron antes de mí, que mi trabajo toma fuerza y se desarrolla, aún contra corriente y afrontando los flagelos históricos como el machismo y patriarcado que pesan sobre nosotras. 

NS: ¿Qué significado tiene para ti exponer junto a la obra de Curruchich, siendo ella una de muchas mujeres artistas indígenas que nunca tuvieron la oportunidad de continuar la evolución de su obra y sus historias? 

Agradecimiento profundo por esas brechas abiertas, seguramente con mucho dolor y persistencia, con las que hoy se puede honrar su trayectoria y significar en mí una puerta abierta.   

Rosa Elena Curruchich, ‘La señora que vende barriletes y papel de barriletes, compra y vende’. Ca. años 1990. Óleo sobre tela. (Foto: Museo Universitario del Chopo)

NS: Has hablado del acto de tejer como una práctica cotidiana y también como una forma de resistencia personal. ¿Qué mensaje esperas que el público se lleve al contemplar tus textiles? 

AS: Contemplar la complejidad de la experiencia de vivir y reflexionar sobre nuestro gran tejido social y las interconexiones humanas. Estos lienzos buscan compartir historias personales, declaraciones propias como «estas somos nosotras», «esta soy», «esto es lo que hay». Se debe buscar y encontrar la fuerza para seguir y descubrir lo que nos teje a nosotras mismas. 

NS: ¿Podrías contarnos sobre los procesos creativos que dieron forma a estas obras, desde lo temático hasta lo material? 

AS: «Un solo latido» -el título de la presentación- es muy fuerte y representativo para mí. Pensarla y meditarla nos invita a conectarnos profundamente con nuestras raíces y energías individuales a la colectividad. En mis obras presento distintos materiales y diálogos, los procesos son distintos en cada pieza partiendo de una investigación en cada una, desde la palabra, el compartir, intercambiar o vivir experiencias de vida. 

Mutar la piel es una pieza comisionada por el museo con la que honro la trayectoria de la maestra Rosa Elena Curruchich. Es la pieza más grande que he tejido hasta hoy, su fuerza no se encuentra en su dimensión o peso si no en lo que recopilo en ella.

La palabra «Pilar» honra a la hermana de la maestra a quien tuve el honor de conocer en el proceso de investigación. Su nombre mismo representa lo que ella en vida fue para Rosa Elena: sus palabras, lágrimas y condición actual de pilar reflejan el olvido, desvalorización, desigualdad e injusticia que las mujeres kaqchikeles afrontaron al desafiar el sistema y rompieron barreras en el arte. Conocerla me dio la fuerza de romper mis propias expectativas y visión para esta obra. 

En esta obra complemento el bordado con las palabras de dos maestros de la pintura de Chi Xot a quienes admiro y respeto profundamente: Julia López y Carlos Cuxil. Así mismo, incluyo dos elementos nuevos e importantes que me gustaría dialoguen y conecten con las personas que puedan observarlos. Tampoco podría dejar de mencionar a la poeta Negma Coy, con quién nos acompañaremos leyendo su hermoso poema en el proceso. 

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