Reflexiones sobre el primer Congreso Iberoamericano de Arte Digital en Centroamérica (ArtTec) que exploró las posibilidades del futuro en las nuevas prácticas de arte y tecnología alrededor del mundo.
Nuestras miradas ya no pueden ignorar la forma en que el planeta y las sociedades están mutando. Internet y su democratización nos han llevado a un momento histórico donde el ojo, a través de las interfaces tecnológicas, difícilmente escapa de la hiperactividad que ocurre a distintas escalas: la transformación medioambiental, la volatilidad de los poderes dominantes, la insistencia por las libertades colectivas (e individuales), el auge de las vanguardias de consumo, entre muchos otros eventos. Es así como la mirada continúa siendo relevante, ya que nos acerca a nuevos mundos específicos y en especial, nos vincula a estos.
Observar supone el desarrollo de valoraciones sobre los nuevos lugares a los que llegamos y también el contraste con los conocimientos del mundo que ya se nos ha dado. Tras destapar la mirada frente a un nuevo espacio, la imaginación se estimula ante lo visto y con ello brotan nuevas ideas. Podría decirse que la mirada es en sí misma una forma de tecnología, ya que a partir de las imágenes -que son información- surgen perspectivas para moldear nuevamente el mundo desde las subjetividades.
Bajo esa misma bandera que reivindica la transformación mediante la mirada, fue impulsado el primer Congreso Iberoamericano de Arte Digital en Centroamérica (ArtTec), organizado por la Fundación Paiz para la Educación y la Cultura. Realizado entre el 19 y el 21 de julio del 2024 en La Antigua Guatemala (Guatemala), el encuentro no solo facilitó diálogos a partir de 16 exponentes internacionales y locales interesados en la práctica de nuevos medios artísticos, sino que también logró formular preguntas sobre la manera en que se está conceptualizando, ejecutando, mediando y experimentando el arte incubado desde la virtualidad.
Ver esta publicación en Instagram
Además de su función como nodo de conversaciones, ArtTec operó como una «interfaz» en el sentido con el que ha definido la investigadora española Ingrid Guardiola este término: “una superficie de contacto entre el mundo algorítmico y el mundo material”. Dentro de ese plano de acercamientos tangibles y conceptuales, el congreso iberoamericano permitió discutir sobre la materialización de un arte desde los algoritmos, así como también abrió planteamientos sobre distintas crisis en el planeta, el entendimiento del cuerpo digital y los rituales de conexión entre la psique y las máquinas.
La escencia de ArtTec fue ideada por un comité curatorial integrado por Francine Birbraguer, Leonardo Castañeda, María Regina Paiz, Sonia Hurtarte y Waseem Syed, quienes plantearon el hilo conductor que sostuvo las charlas de ArtTec y se tejió a partir de la pregunta ¿Hacia dónde se dirige el arte y la creatividad en la era digital?Interrogante lanzado por el productor y creativo guatemalteco Chema Bonilla, quien inauguró y medió el congreso por tres días. Una forma de responder a la interrogante de Bonilla puede ser a través de la misma apuesta pedagógica del congreso, que se armó a partir de las 16 “clases” otorgadas por los(as) conferencistas invitados(as), quienes desde sus propias prácticas evidenciaron distintas formas de ensayar el arte contemporáneo, donde predomina una actitud experimental frente al algoritmo y la reconfiguración de las narrativas.
ArtTec: todo nace del vacío
Durante su conferencia en ArtTec, el compositor e investigador español José Ignacio Hernández compartió cómo la incertidumbre o la insatisfacción han servido como punto de partida para las nuevas fórmulas de creación en la historia de la imagen. Tal fue el caso de varios pintores entre los siglos XIX y XX, quienes sedientos por otras maneras de difundir, cuestionar y democratizar sus miradas sobre la realidad, desencadenaron nuevas tecnologías estéticas que pasaron a convertirse en movimientos como el expresionismo, el cubismo o el dadaísmo. Estas inquietudes también son notorias en la contemporaneidad donde, según apuntó Hernández, el concepto del arte ya no es rígido, sino mutante.
Como en las vanguardias, hoy existen múltiples formas de crear narrativas artísticas. Sobre todo, si se considera la accesibilidad que brinda Internet con sus herramientas. En el presente, toda persona realizadora puede generar su propia tecnología, enfatizó José Ignacio Hernández. El panelista también apuntó que hablar sobre democratización del arte en la web no sólo implica indagar en el acceso al disfrute de este, sino también en la accesibilidad para producirlo. El Net Art, que aloja piezas artísticas en sitios web, o la apabullante IA, son dos claros ejemplos para repensar esa facilidad en la generación de narrativas, señaló Hernández.
Estas miradas resonaron con lo abordado por el artista venezolano Moisés Sanabria, quien se ha especializado en trabajar un cuerpo de obra con inteligencia artificial (IA) durante los últimos años. El núcleo de su ponencia pudo haber sido el momento en que nos recodó que la IA ha llegado a “comerse” el software y los formatos tradicionales, haciendo cuestionar la supuesta veracidad de cada imagen, así como la autoría. El venezolano se aproximó a cuestionar qué define el valor de una imagen en la actualidad, cuando todos(as) podemos crearla. Para el artista, ese valor yace intrínsecamente en lo que el o la creadora decida.
El valor de la incertidumbre es una característica de la época contemporánea. Más que verla como una circunstancia moldeada por la inseguridad o el temor, se trata de una fórmula que desata el proceso de creatividad mediado por la imaginación. Frente a la incertidumbre, el arte se ha convertido en una interfaz para proponer soluciones no solo técnicas, sino también conceptuales. Es allí donde se ubica la práctica curatorial de la mexicana Doreen Ríos, que en su ponencia Medios inestables y prácticas curatoriales exploró las posibilidades del vacío y la fragilidad como puentes de creación en exposiciones colaborativas.
Hablar de medios inestables ha sido para Doreen una forma de asumir las fronteras contextuales así como una oportunidad para considerar lo mucho que podemos alcanzar desarrollando nuestras propias interfaces. Si no desarrollamos nuestras propias tecnologías también estamos condicionadas a utilizar las que ya están dadas, con todo y sus limitantes, recordó la mexicana. No obstante, esto puede alterarse en medida que se re-piensen los conceptos artísticos dentro de determinados espacios expositivos. De esa cuenta, Ríos expuso varias de las apuestas curatoriales que ha desarrollado en el espacio público, donde ha señalado la “inestabilidad” como una constante que se debe encarar renovando los canales para potenciar una transformación.
Habitar y repensar la crisis
Si bien ArtTec se basó en las formas en que consumimos las narrativas -algo que terminó acercándose a lo que el teórico Herbert M. McLuhan determinó como el “medio como mensaje”, al referirse a cómo los soportes de comunicación y tecnología impactan en la manera que percibimos la realidad-, el congreso de nuevos medios también ahondó en la manera que las nuevas interfaces pueden ser críticas para entender la explotación del planeta.
El presente no puede considerarse sin entender la crisis medioambiental que entre tanto, implica disputas por la tierra. En ese sentido, cabe pensar la dominancia de monocultivos como la soya en Colombia, de la cual se refirió el artista Alejandro Villegas Pabón en ArtTec. Durante los últimos años, el realizador colombiano junto otros tres artistas del colectivo Atractor han investigado sobre esta planta y su contraposición a la resistencia del amaranto, una especie endémica latinoamericana “guerrillera” -según Villegas Pabón- y la cual consta de una naturaleza enmarañada que crece a pesar de la expansión de los monocultivos.
En aras de evidenciar este combate por el territorio, los miembros de Atractor viajaron hasta las plantaciones donde se encuentran ambas especies para grabar la manera en que sus raíces se expanden por el subsuelo. Contrapuestos, los audios evidencian dos naturalezas arrítmicas y chillonas que retratan la naturaleza desde otra perspectiva. De esta forma, el medio sonoro ha sido complementado en las investigaciones del colectivo con una gran instalación sonora y lumínica que reproduce a tamaño escala las raíces del amaranto y la soya.
Ver esta publicación en Instagram
La investigación alrededor de la botánica transgénica en Latinoamérica ha sido explorada por Alejandro Villegas Pabón y Atractor en formatos como un videojuego donde el plátano es entendido como plaga por exterminar dentro de un escenario distópico, e incluso en obras como lo es una serie de memorias USB que contienen el código genético de varias especies de plantas comunes en el continente, incluído el mismo plátano.
Citando a Alfred Einstein y su idea de la imaginación como elemento más potente que el conocimiento, el realizador contemporáneo Alfredo Salazar-Caro subió a la tarima de ArtTec con una bomba imaginativa para hablar de su arquitectura biocompatible, otra apuesta de sostenibilidad tecnológica para encarar la crisis medioambiental. A través de una iniciativa que utiliza materiales naturales no tóxicos, disponibles de forma inmediata, procesados mínimamente y en especial, que puedan reducir la emisión de carbono (como el bambú, el barro o el concreto bacterial), Salazar-Caro ha propuesto reflexionar sobre otras tecnologías de construcción que puedan valerse de mecanismos como la impresión en 3D para así crear desde escaleras a muros hechos de materia orgánica.
¿Cómo sería vivir en armonía con la naturaleza y de qué manera puede la creatividad (mediada por la tecnología) ayudarnos a integrarnos en esa relación? Con esta síntesis más se bordeó la charla de Alfredo, quien señaló que para alcanzar esa vida armónica lejos del colapso industrial, es necesario voltear al pasado. Ciudades como Teotihuacan -construida con piedra, tierra y madera- o edificaciones como el Palacio de Salwa -hecho de barro, madera y paja-, podrían ser referentes de para las bases de una tecnología que de entrada a un nuevo futuro habitacional que se valga de materias orgánicas y contextuales. Según apuntó Salazar-Caro, esto nos llevaría a pensar otras maneras de reciprocidad entre los humanos y la tierra.
El planeta, más allá de verse como un ecosistema inmenso en crisis, también es una zona que nos ha llevado a reflexionar sobre la aldea global (y en consecuencia, la globalización), de la cual también habló McLuhan al referirse a ese estado territorial homogéneo donde cabemos todas las personas regidas por las telecomunicaciones, los medios masivos y la Internet. Esta última red informativa que permite acercarnos a través de textos como este, se ha convertido, en un espacio de disputa por la atención, como bien lo recordaba en algún momento de su ponencia Doreen Ríos.
Pensar Internet conlleva también a politizar su acceso. Esto es algo común en la práctica del artista cubano Rodolfo Peraza, quien empezó su carrera hace 20 años cuestionando precisamente los límites de conectividad en su país natal. Según recordó Peraza, la cobertura de Wi-Fi en la isla caribeña se amplió hasta 2015, luego de años de no contar con el acceso en zonas al aire libre. A partir de las tensiones alrededor del consumo de información y la libre movilización (física y virtual), el artista ha desafiado la censura en obras que se han valido de materiales como señaléticas en el espacio público e interfaces digitales como videojuegos y experiencias de realidad aumentada.
Expandiendo sus inquietudes dentro de la accesibilidad a Internet, Rodolfo también ha insistido en proyectos rizomáticos como la Mud Foundation Inc. nacida en 2017 y la cual fue desarrollada como una plataforma para apoyar y desarrollar programas de artes centrados en la tecnología que apoyan a reducir barreras en el acceso a la tecnología inmersiva en las artes y la educación. A partir de esta plataforma, el realizador ha colaborado con otros artistas -varios de ellos que han viajado hasta Miami, donde migró el cubano luego de ser perseguido por el régimen gubernamental de Cuba- y junto a quienes ha creado intervenciones como Media Under Dystopia. Esta plataforma ha congregado a informáticos, pensadores, artistas y audiencias tanto en el espacio público físico como el virtual durante los últimos años bajo el propósito de reunir y pensar por encima de las fronteras conceptuales y físicas.
El cuerpo es una interfaz
A medio camino del ArtTec, la conclusiones llegaban cada vez más apresuradas, especialmente esa que no deja de apuntar al arte como instrumento para examinar y medir el tiempo en el que nos encontramos. En su disertación, el guatemalteco Balam Soto decidió hacerlo más explícito al nombrar su conferencia El antiguo futuro, donde situó como punto de partida la observación frente a la tecnología y las mediciones desarrolladas por la civilización maya prehispánica, de las cuales ha tomado inspiración durante los últimos años.
Más allá de ser una apología del conocimiento ancestral, Soto ha considerado la sensibilidad de la psique maya examinando creaciones como los huipiles o los enormes barriletes para identificar que estas piezas no existirían sin la presencia de los cuerpos que les dan vida: por un lado, el cuerpo portador de la indumentaria, y en el segundo ejemplo, el cuerpo que arma la gran estructura voladora. Avanzando en su experiencia artística, Balam relató cómo la tecnología llegó a ser aplicada en su obra artística luego de entender el cuerpo como interfaz. De este modo, el artista comenzó a desarrollar experiencias inmersivas que incluían luces, sonidos y proyecciones que solo podían activarse con la presencia de las personas frente a sus ensambles multiformes. La nueva ruta de creación de Balam partía de una inquietud recurrente: “¿Por qué no puede tocarse el arte?”.
Ver esta publicación en Instagram
Otra de las conclusiones que fueron emergiendo al paso del congreso es aquella que nos hace pensar que la tecnología y sus instrumentos no deberían de colocar a la audiencia como sujeta pasiva en la interacción. Al contrario debería potenciar la experiencia humana. Esto lograría una nueva integración de los propios cuerpos dentro de la era digital. Así lo han ideado propuestas artísticas que se valen de la digitalización, como la desarrollada por el bailarín e ingeniero electrónico Sebastián González Dixon, que compartió su ponencia Cómo ser un Hiperformer. Para el desarrollador de software, el concepto de Hiperformer abarca el trabajo de un artista electrónico que desarrolla su propia tecnología y que presenta su trabajo por medio de interfaces que a la vez activan sistemas audiovisuales usando el cuerpo como instrumento de control. “Se podría entender como un performer que aumenta sus capacidades por medio de las tecnología interactivas”, detalló el artista.
Según relató González Dixon, la primera vez que puso en práctica esta utopía tecnológica fue durante una puesta en escena que se valió de sistemas como Creative Coding y Visión Artificial. Consecuentemente, desarrolló otras propuestas como WeAreWaves, donde abrió posibilidades de interacción corporal-algorítmica presentando una instalación donde las personas que se acercaban a la pieza podían moverse frente a una pantalla que emulaba las siluetas convertidas en señales sonoras. A dicha pieza le han seguido otro decenar de obras que han integrado el contacto de la piel con bits y pixeles . ¿El propósito? Entre varias explicaciones, González Dixon argumenta que esto idearía una conceptualización de instrumentos electrónicos que puedan estimular la creatividad desde los gestos del hiperformer que podríamos ser todos(as).
Aunque hemos hablado de la necesidad de un arte tecnológico que involucre activamente el cuerpo, es importante ubicar la emocionalidad y la psique hiladas desde un sentido filosófico. Obras como las de la mexicana Fabiola Larios, también partícipe en ArtTec dan cuenta de esto. La realizadora interdisciplinaria suele explorar la convergencia entre tecnología, identidad y representación en la era digital. A través de su trabajo con inteligencia artificial, arte en la red y computadoras, Larios ha cuestionado la existencia del yo frente a la influencia de Internet. La disertación de Larios en Guatemala también permitió abrir interrogantes cómo ¿En qué nos convertimos una vez se inserta en el infinito algoritmo?
Otros estados y capas comunitarias
Al lado del primer ArtTec, la Fundación Paiz también abrió espacio para colaborar con el Festival de la Luz de Antigua, un proyecto en el cual se realizaron proyecciones de videomapping a lo largo de varias estructuras de la La Antigua Guatemala. Entre las proyecciones destacaron las del guatemalteco Francisco Sandoval “Chesco”, quien por varios años se ha dedicado a crear imágenes en movimiento sobre estructuras como casas, edificios y escenarios en festivales de música experimental y electrónica de distintas partes del mundo. En una sustanciosa y generosa participación dentro de ArtTec (donde también compartió las herramientas para introducirse al mundo del mapping), Chesco explicó cómo las imágenes de este medio artístico brotan a pesar de la dicotomía entre la luminosidad y las sombras, siendo mediadas por una dosis lisérgica de experimentación con formas, colores y temáticas. “Todo empieza en los ojos”, mencionó el artista, recordándonos el valor de la mirada para entender las distintas perspectivas del mundo.
Dentro de la misma exploración del videomapping dentro de ArtTec, participaron los franceses Marie Dumontier y Jeremy Oury, quienes hablaron de la creación técnica de las proyecciones y las formas de articulación comunitaria a partir de este medio emergente en festivales y plataformas del Norte Global. A través de la multiplicidad de imágenes, los exponentes fueron incisivos en recordar cómo las propuestas que alcanzamos a ver sobre las superficies dentro del videomapping no parten de una imaginación individual, sino de una colectiva que es dada por referencias estéticas y conceptuales de distintos sitios, así como también es ensamblada desde la colaboración ya sea entre mismos creadores e iniciativas que se abren a acoger estas proyecciones.
En los canales de expresión cabemos todas y todos, siempre que lo entendamos así y queramos un lugar de enunciación en los mismos. Esta fue quizá una de las premisas más importantes del primer ArtTec, donde para seguir ondeando esa bandera de visibilidad, también estuvo presente Asher Remy-Toledo, productor cultural quien planteó la misma idea del espacio como lugar para la creación y la conexión entre varias identidades. Con una extensa carrera de gestor y curador en proyectos como No longer empty o Hyphen-Hub –este último donde se promueven diálogos entre agentes de arte, investigadores, organizaciones sociales y distintas personas dentro de salones efímeros-, Remy-Roledo nos condujo a pensar el espacio vacío como detonante para abrir el juego y fomentar el intercambio de ideas.
Ver esta publicación en Instagram
Además de la apertura a nuevas rutas técnicas y conceptuales para leer el arte en la contemporaneidad, Art Tec generó un vuelco histórico en la educación del arte en Guatemala. Según mencionó en una entrevista Sonia Hurtarte Aguilar, Directora Ejecutiva de Fundación Paiz, promover el primer congreso de arte digital centroamericano habría sido un reto para la identificación de públicos, ya que no muchas personas entendieron a quiénes estaba dirigido el evento dada su especificidad. Sin embargo, Hurtarte Aguilar insistió en recordar que la tecnología atraviesa a todas las personas -incluso a los artistas-, especialmente en una época donde la dominación de herramientas digitales como la Inteligencia Artificial es imparable.
La Directora Ejecutiva de la Fundación Paiz también señaló que este nuevo espacio no pretendía desestimar la tradición artística hecha a través de medios como la pintura, la escultura, la gráfica y demás, sino que al contrario, buscaba considerarla para que realizadores de estas técnicas -además de un público general- pudieran conocer nuevas tendencias o formas de adaptación desde las narrativas artísticas y las interfaces tecnológicas. Esta decisión supuso también un nuevo arribo a la manera en que la Fundación Paiz ha pensado su operación como plataforma de visibilización de arte moderno y contemporáneo desde 1978. En ese sentido, 2024 se convirtió en un punto de inflexión para encarar lo inevitable: la digitalización de las narrativas y su compenetración en eventos artísticos canónicos, en el mercado del arte, así como en instituciones culturales.
Aunque la democratización del arte es una meta que se plantea generosa, pero no por ello ambiciosa y difícil, los intentos por alcanzarla deben considerar la inclusión de públicos más abiertos para que la experiencia artística no solo abarque a los(as) realizadores(as) artísticos(as). Una prueba de ese intento ha sido el mismo ArtTec que durante sus tres días logró reunir no solo a artistas, sino también a estudiantes de distintos grados, comunicadores, ingenieros, miembros de cooperaciones internacionales, representantes de entidades culturales y demás.
La misión restante sería identificar el impacto que logró generar el primer congreso de arte digital centroamericano en sus asistentes y de qué manera esta experiencia podría ir quebrando no solo el concepto rígido del arte frente a la emergencia de los nuevos medios artísticos, sino también de las formas de conceptualización que nos puedan ofrecer miradas más humanas y transformadoras.