La historia de amor de Carlos Paiz y Graciela Andrade
El amor tiene muchas formas de expresarse, pero pocas son tan íntimas y conmovedoras como una carta escrita a mano. Por eso, nos vimos muy conmovidos cuando en nuestras exploraciones por la Casa Zaragoza (exploraciones que como buenos y curiosos comunicadores hacemos a menudo), encontramos un tesoro inesperado: una caja de chocolates «Whitman’s Sampler», en la cual doña Graciela guardó con celo las cartas que su esposo e hijos le enviaban en sus viajes de negocios. Este tesoro fue el inicio para contar la historia de amor de Carlos Paiz y Graciela Andrade.
En esas páginas, escritas con tinta y amor, descubrimos una historia de devoción, compromiso y cariño inquebrantable. Un amor que no solo construyó una familia, sino también un legado que cambiaría el rumbo económico y cultural del país.
A través de fragmentos de estas cartas y del libro La historia de Carlos Paiz, reconstruimos la faceta más íntima de esta pareja: la de compañeros de vida, padres dedicados y soñadores incansables. Hoy, en el Día del Cariño, queremos compartir con ustedes esta historia de amor.
Un amor marcado por el destino
Corría el año 1937 cuando Carlos Benjamín Paiz Ayala, un joven empresario, se encontraba en la puerta de su tienda observando el ir y venir de la gente. Fue entonces cuando una joven de cabello oscuro llamó su atención. Día tras día, Carlos la veía pasar, regresando de la Escuela de Comercio, y aunque su timidez le impedía acercarse, su corazón ya le pertenecía a aquella desconocida.
Lo que Carlos no imaginaba era que el destino ya había trazado el camino que los uniría. Cuando decidió contratar a una secretaria para su negocio, su contador le recomendó a una joven excepcional. Para su sorpresa, era la misma muchacha que había cautivado su mirada. Así fue como Graciela Andrade entró en su vida y en su empresa, sin saber que también entraría en su corazón.
Carlos quedó aún más fascinado al conocer a Graciela en su faceta profesional.
«Viéndola trabajar, mi admiración por ella aumentó: era ordenada y muy eficiente, y siempre le sobraba tiempo para hacerse cargo de otras tareas. Sin embargo, estos análisis sobre su eficiencia y talento, aunque verdaderos, eran una forma de engañar el amor y de complacer mi timidez, aplazando el momento terrible de decirle que estaba profundamente enamorado de ella.»
A partir de ese momento, Carlos inició una travesía, nada fácil, para entrar en el corazón de Graciela. Decidido a conquistarla, comenzó a dejarle pequeñas notas y regalos en su escritorio, expresándole con gestos su creciente cariño. Graciela, aunque al principio se mostraba reservada (pues don Carlos tenía fama de ser coqueto), guardaba con recelo cada mensaje. Poco a poco, su corazón fue cediendo ante la insistencia y ternura de Carlos.
Un «sí» que casi no llega
El 4 de noviembre de 1937, el día de su cumpleaños, Carlos reunió todo su valor para pedirle que fuera su novia. Pero, impulsado por su amor y entusiasmo, también le propuso matrimonio.
La intensa declaración dejó inquieta a Graciela, quien, sin saber qué responder, decidió fingir una enfermedad y pedir unos días de descanso. Viajó a Panajachel para reflexionar sobre la apresurada propuesta, buscando tiempo para ordenar sus sentimientos.
Sin embargo, Carlos sospechaba que su ausencia era una forma de evadir la respuesta. Decidido a no perderla, habló con la madre de Graciela, doña María Luisa Andrade, y le ofreció poner a su disposición a su médico de confianza para asegurarse de su bienestar. Cuando Graciela regresó, Carlos la esperó con una cita médica programada y un ramo de flores acompañado de una nota especial.
El corazón de Graciela no pudo resistirse a tanto cariño y cuidado. Finalmente, tomó la decisión de aceptar su propuesta y, dos meses después, el 6 de enero de 1938, la pareja se casó en la Iglesia del Carmen.
Un legado de amor y transformación
Desde ese día, sus vidas cambiaron para siempre. Graciela pasó de ser la secretaria de la tienda a convertirse en un pilar fundamental del negocio. Por su parte, Carlos encontró en ella una fuente de admiración y una compañera inigualable, y juntos sentaron las bases de lo que se convertiría en una revolución en el comercio guatemalteco.
A pesar del éxito de los Almacenes Paiz, que le mantenían muy ocupado, Carlos jamás dejó de expresar su amor por Graciela. En cada viaje de negocios, le escribía cartas detallando sus logros, las innovaciones que veía y cuánto la extrañaba. Esas cartas, telegramas y notas se convirtieron en testigos de su devoción.

Graciela, por su parte, guardó cada una de ellas con cuidado, convirtiéndolas en un legado de amor que nos permite reconstruir su historia. Gracias a estos escritos, podemos ver que su relación se basó en la admiración, el respeto y un amor inquebrantable.
El fruto de su unión fueron seis hijos: Carlos Manuel, Rodolfo Ernesto, María Isabel, Sergio Abelardo, Fernando y Roberto. Su historia es una prueba de que el amor verdadero se construye con confianza, compromiso y comunicación.
«Lo lindo de ellos dos es que se querían profundamente. Estaban sumamente enamorados el uno del otro. Mi papá estaba loco por mi mamá y ella, a pesar de ser tan conservadora, se dejaba querer y cuidar por él. Creo que el éxito de su relación radicaba en que se complementaban, pero también se admiraban y respetaban mutuamente.
Para nosotros, fue una bendición tener unos padres como ellos y ser testigos de ese amor, disfrutando de una familia sólida y estable. Mis papás supieron transmitir a sus hijos y nietos el amor por el trabajo, pero sobre todo, el amor por la familia.»
María isabel Paiz
El impacto de su amor fue más allá de lo personal: juntos forjaron un imperio comercial y sentaron las bases para convertir a Fundación Paiz en un pilar fundamental para la educación y el arte en Guatemala.
Hoy, el legado de Carlos Paiz y Graciela Andrade nos recuerda que el amor no solo transforma vidas, sino que también puede cambiar la historia de un país.
Una linda pareja, un gran ejemplo de amor, respeto y responsabilidad para con su familia y colaboradores de una gran empresa familiar que formaron junto y que trasciende en el tiempo y nuestros corazones.
HERMOSO TESTIMONIO de amor eterno. Un gran hombre respaldado por una gran mujer en verdad. Gracias por compartir.