‘Éramos carroña’, el nuevo libro de Carlos Calderón del Cid tras su éxito con el Premio Monteforte Toledo

‘Éramos carroña’, segundo libro de cuentos del autor guatemalteco Carlos Calderón del Cid.

A Carlos Calderón del Cid lo conocimos en 2024, luego de obtener el Premio Literario Monteforte Toledo por su cuento Las Minervas. A los 32 años, el escritor guatemalteco ganó uno de los certámenes más longevos de Centroamérica, gracias al fallo de un jurado que distinguió su relato, no solo por la exploración cotidiana que rinde a la justicia y la violencia, sino también por la construcción del mismo. En Las Minervas, Calderón del Cid transforma al lector en un escucha -y a la vez en cómplice- de una llamada telefónica entre dos hermanos que construyen un rompecabezas familiar a distancia, luego de enterarse de un asesinato ocurrido en el vecindario de su infancia.

El título del cuento fue motivado por el barrio con el mismo nombre, ubicado en la zona de Mixco (Guatemala), donde creció el autor y su familia. La historia, que se construye entre la realidad y la ficción, nos presenta la mirada tierna de un escritor frente a sus experiencias respecto a la muerte, la migración entre Guatemala y Brasil, así como sus reflexiones sobre la complejidad que no puede separarse de la adultez. «Hay cosas de mi propia vida, imágenes o episodios», dice Carlos, quien desde sus primeras obras ha acostumbrado a ficcionar su vida con otros tiempos y planos narrativos. La estrategia ha estado presente en Un bolero lleva tu nombre -libro publicado tras ganar el Certamen Bam Letras en 2016-, y vuelve a colarse en Éramos carroña, su nuevo libro publicado por F&G Editores, que además inaugura con el relato ganador Las Minervas.  

Carlos Calderón del Cid nos invita a una conversación para escarbar en su construcción imaginativa, que también se expande por áreas como la ingeniería ambiental o la ecología, donde participa académicamente desde hace varios años. Charlamos con él sobre la evolución literaria y personal luego de obtener el Premio Monteforte Toledo -que reconoce como un punto de inflexión que no solo le dio visibilidad, sino que catalizó la publicación de su nuevo libroy hablamos sobre migración, memoria, duelo, así como la territorialidad que moldea su escritura.

El Premio Monteforte Toledo que ganaste el año pasado, ha permitido la reciente publicación de Éramos carroña. Cuéntanos sobre el proceso de creación de la obra a partir del galardón. ¿Qué te permitió encausar?

Creo que haber ganado el premio Mario Monteforte Toledo de cuento me abrió las puertas en un sentido que hizo más reconocida mi obra y lo que siguió el premio entregado al cuento, como las entrevistas en la radio o televisión. Eso divulgó mucho mi trabajo, específicamente Las Minervas, y me permitió que algunas personas empezaran a ver que el cuento también podía ser viable como una publicación. Raúl Figueroa Sarti supo en una entrevista que me hicieron en radio que yo tenía otros cuentos inéditos, y ahí fue donde me escribió y se interesó por una recopilación de cuentos donde pudiera entrar Las Minervas y también Parranda Perpetua, que fue el premio Carátula de 2023.

¿Cómo fue completándose el resto de la antología, además de sumar las obras ganadoras?

Tengo varios cuentos inéditos y quería que el libro mantuviera la transición de Guatemala hacia Brasil. Sentí que le hacía honor a algo a de lo que venía escribiendo. De los cuentos que escogí, sentía que fueron los tenían mejor calidad, además que mantenían esa consistencia geográfica. Por eso, en el libro, los cuentos son organizados primero en Guatemala empezando con Las Minervas, que a pesar de que trata sobre una llamada internacional, habla de algo que sucedió en Guatemala. Después de esa transición que se va dando, finalmente aparecen los cuentos que ocurrieron solamente en Brasil.

Carlos Calderón del Cid en la sede de Fundación Paiz.

¿De qué manera dirías ha moldeado la migración en tu obra?

Considero que mis cuentos son un poco autobiográficos. Hay elementos de mi propia vida o elementos de las personas que me rodean y después hago ficción con ello. No es netamente que esté revelando los secretos de nadie, pero sí hay cosas, como los elementos a partir de los que se crea una imagen, y a partir de esa imagen voy creando una trama. Por eso, como son autobiográficos, tienen que ver con esas localizaciones. En el caso de Las Minvervas, el relato policial del asesinato se cuenta en una llamada internacional con mi hermano que, dentro de la historia digo que sucedió en Europa, pero bien pudo haber sucedido en Brasil. Entonces, creo que mis propios viajes y el lugar donde voy habitando van definiendo los escenarios de la ficción.

Además de tu mirada frente a los territorios, ¿existe algo en común de la mirada frente a Guatemala y Brasil?  

Esencialmente para mí Guatemala es mi familia, sus  dinámicas y las historias de los miembros que se cuentan en forma de chismes. También es mi juventud temprana y no entendía dónde estaba. Cuando hablo de Brasil, lo hago de mis propios procesos y ahí tiene que ver más mi propia identificación como guatemalteco en un contexto extranjero o mi propia asimilación de lo que es brasileño dentro de mí y que es parte de mi identidad.

¿A este punto de tu obra identificas lo que se ha entendido como “autoficción”? ¿Qué sentido tiene la ficción para ti?

No considero que haya muchos elementos de auto ficción en mi obra, hay bastante de mi propia vida y de la vida de mi familia. En Un bolero lleva tu nombre, que fue mi primer libro de cuentos, hay más de eso y está menos trabajado al punto que en algún momento sentí que me podría causar problemas. Inclusive algunas personas me llamaron para para recriminarme o para disculparse después de haber leído. Fue algo que no esperaba que causara esa obra, y en el caso de Éramos carroña sí hay muchos elementos de mi propia vida,  ahí es donde entra la ficción. Es decir, hay cosas de mi propia vida, imágenes o episodios, veo cómo pueden funcionar para la narrativa y ya pienso en el mecanismo narrativo.

En Éramos carroña ya pienso en cómo funciona la propia narrativa a partir de episodios autobiográficos y empiezo a montar, a pensar y reescribir. Pienso que la ficción viene de ahí y no se limita solamente a lo anecdótico. En el momento en que pienso la estructura del cuento puedo ver que hay desenlaces, elementos o instancias del relato que no funcionan, pero si veo que hay algo que solo a mi me sucedió o alguien que conocido, entonces lo adapto. Son ligeras modificaciones que van encuadrando una estructura que es donde entra para mí la labor de la ficción.

«Creo que el premio da ese respaldo de tener como referencia a un escritor excepcional y sumado a eso, están las cuestiones mediáticas con las que ayuda la Fundación Paiz -como entrevistas o cobertura en medios-. El premio me permitió ser más conocido».

Has recibido el Certamen Bam Letras, el Premio Centroamericano de Cuento Carátula y el Premio Monteforte Toledo. ¿Qué ha distinguido la experiencia de este último certamen que ganaste en 2024?

Lo que distingue al Premio Mario Monteforte Toledo  considero es el prestigio de tener el nombre de Mario Monteforte, que es uno de los autores más grandes de Guatemala y Centroamérica en el siglo XX. Creo que el premio da ese respaldo de tener como referencia a un escritor excepcional y sumado a eso, están las cuestiones mediáticas con las que ayuda la Fundación Paiz -como entrevistas o cobertura en medios-. El premio me permitió ser más conocido. Para poner un ejemplo, luego de recibir el Premio Carátula, pocas personas supieron aquí en Guatemala. Realmente a la única persona que vive compartió algo fue Vania Vargas en sus redes sociales. Ningún periódico hizo coberturas sobre eso, a pesar de ser un certamen centroamericano. En contrapartida, el Mario Monteforte he visto que hasta personas en El Salvador estaban compartiendo la noticia en sus redes sociales. Creo que esa batería mediática también da un un respaldo para divulgar la obra del autor centroamericano.

Como autor ganador de un concurso literario en Guatemala, ¿cuál dirías es la urgencia y la importancia que existan certámenes que fomenten la creación de literatura y por ende, de culturas?

Creo que, si no fuera por el certamen Monteforte Toledo, el premio Carátula o propio Premio BAM, yo no estaría acá. Creo que nuestro gran problema en Guatemala y América Central es que somos pocos lectores, entonces, ¿cuáles son las posibilidades que alguien pueda de nuevo divulgar su obra, si no es a través de los propios certámenes que le dan una mención honrosa o le definen como ganador o ganadora?  Creo que el certamen, además de que muestra la obra para  quien está en el consejo, quienes son los críticos que definen quién gana o quién no, y que regularmente son escritores con una trayectoria, hace que exista ese diálogo entre pares. Es decir, la obra está respaldada por alguien que conoce de esta materia, de alguien que conoce narrativa, novela, cuento, poesía; da ese amparo. Hay alguien que dice: “La obra de esta persona tiene una calidad”.

El autor durante la presentación del libro ‘Éramos carroña’ en la librería Sophos.

¿A quiénes identificas como tus lectores?

Podría decir algo un poco egocéntrico, pero creo que mi lector principal soy yo. Es la literatura que yo quiero leer y que quiero escribir, tal vez porque me he vuelto muy crítico sobre mi propia obra, entonces eso me ha ayudado.  Ahora me he vuelto muy crítico, entonces escribo para mi yo lector. Después, creo que es diferente quién quiero que me lea. La verdad pienso que ahora que estoy en ese proceso de las entrevistas y que personas que me han entrevistado han leído mi obra,  me conmueve mucho y me gustaría que me leyera la mayor cantidad de personas posibles, que se identificaran en algo dentro de mi obra qué les habló, los interpeló. Entonces creo que no busco un público específico.

¿Cómo es escribir para un país con limitaciones pedagógicas y culturales, donde el analfabetismo sigue siendo una tarea a disminuir?

Creo que mi ambición no llegaba a tanto. Cuando me siento a escribir no pienso en que mis lectores son específicamente guatemaltecos. Sin embargo, siento que solamente un guatemalteco podría entender algunos cuentos. A  pesar de nuestras limitaciones pedagógicas, siento que las limitaciones como lector vienen de una ausencia de contacto en la literatura, y el objeto-libro tiene poca importancia para algunas personas, porque realmente no consideran que sea un bien, además de que es caro. Comprar un libro es caro para una persona que gana dos salarios mínimo, es parte considerable del presupuesto. Con Éramos carroña he reparado que algunas personas que antes no tenían contacto con la literatura se han logrado identificar especialmente con los cuentos de Guatemala. Eso conmueve porque siento que a pesar de que he estado distante varios años en el país, la mayor parte de mi formación sentimental y literaria ocurrió aquí en Guate.

La muerte toma un lugar importante en varios de tus relatos. Incluso el mismo título de la nueva obra alude a este tema. ¿Puedes contarnos más sobre esta exploración?

Hay un tema que me interesa mucho que es la muerte y desde la ciencia estoy trabajando en padrones de extinción. Tanto en mi búsqueda del luto y de la muerte como en mi búsqueda de la extinción veo que ambas son posibilidades de vida. El caso de luto te abre otras posibilidades. Uno perdió a alguien, pero ¿qué es lo que me depara esa pérdida y qué es lo que puedo resignificar de ella? ¿Cómo logro otra vez tener ganas de vivir, a pesar de haber perdido a alguien muy próximo? Eso me interesa bastante como tema afectivo y como tema de la propia exploración humana. En la extinción están los eventos de extinción masiva o de lo que se llama extinción de contexto –background extintion-, que son las extinciones que acontecen en el tiempo evolutivo y que realmente abren espacio para otras especies que van a ocupar esos nichos ecológicos. Uno se da cuenta que la vida siempre encuentra ese espacio para permear a través de la muerte, y el nombre Éramos carroña -que también titula uno de los cuentos- es básicamente eso.

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