En ‘Ecos del Vacío’, la guatemalteca Verónica Riedel explora la degradación natural del agua

 

Riedel durante la performance que acompaña su proyecto ‘Ecos del Vacío’. (Foto: Nina Syed)

La videoinstalación ‘Ecos del Vacío’, desarrollada por la artista guatemalteca Verónica Riedel explora el desgaste medioambiental a través de su observación de  las lagunas en Cañada del Hoyo (Cuenca, España). El proyecto inauguró el pasado 26 de febrero en el Museo La Neomudéjar, ubicado en la antigua estación de Cañada del Hoyo.

¿Dónde se esconde la historia cuando ya no quedan testigos para recordarla? ¿Puede la nostalgia sostener aquello que se desvanece? Estas preguntas resuenan en Ecos del Vacío, la más reciente obra multimedia de Verónica Riedel, quien nos permite abrir una ventana inquietante a Cañada del Hoyo, un municipio localizado en la provincia de Cuenca (España), y en donde cada vez se hacen más comunes los efectos de la degradación ambiental, la industrialización y el abandono a su población.

Verónica Riedel es una artista multimedia y cineasta guatemalteca cuya obra se caracteriza por el uso de texturas para profundizar en la ecología, la memoria, la identidad y la conexión humana con el entorno. Su trabajo es además conocido por el uso de materiales orgánicos, entre ellos, biocueros formados a partir de restos materiales y plantas, o como se observa en Ecos del Vacío: piedras calizas, hojas, mimbre y lana de oveja.

Situada dentro de las instalaciones del Museo La Neomudéjar, la propuesta de Riedel despliega fotografías de gran formato con imágenes intervenidas y deconstruidas acerca de los paisajes de Cañada del Hoyo. Los soportes fotográficos se entrelazan con pantallas traslúcidas que tienen lana de oveja teñida a varios tonos y que evocan las siete lagunas de Cañada del Hoyo. Estos siete cuerpos de agua exhiben un fenómeno natural, en el que cada uno aparece de un color diferente debido a los microorganismos que habitan en ellos.

La artista guatemalteca Verónica Riedel en el Museo La Neomudéjar, ubicado en la antigua estación de Cañada del Hoyo. (Foto: Nina Syed)

Al acercarse las personas a las piezas, puede observarse cómo cambian los colores de las lagunas según las condiciones del ambiente, como luz, temperatura, tiempo del día, entre otros factores. Ridel cuenta que durante su residencia en Kárstica Espacio de Creación (localizada en Cañada del Hoyo), tuvo la oportunidad de observar el fenómeno natural durante su mes de estancia.

En esa época también fue testigo de la necesidad que hubo en la zona de cerrar varias de las lagunas al público debido a la degradación y la pérdida de los colores. El deterioro de estas lagunas se atribuye no solo al sobre turismo, sino también a la instalación de macro granjas en la zona que han alterado las míticas lagunas. Al abordar esto en la instalación, Riedel expone la falta de conciencia hacia nuestros espacios naturales, que provocan una transformación negativa, no solo en el paisaje, sino en las comunidades con lazos y conexiones al paisaje.

La industrialización ha impulsado transformaciones profundas en varias comunidades
independientes, erosionando gradualmente sus culturas y tradiciones locales, por lo cual se
vuelve más importante que nunca la preservación y transmisión del patrimonio cultural – ya sea las artes, las artesanías locales o las tradiciones en la memoria colectiva. Dentro de esta obra se vuelve fundamental reconocer la importancia de evitar la pérdida total de la identidad cultural.

Dentro de esta obra se vuelve fundamental reconocer la importancia por evitar la pérdida total de la identidad cultural. Riedel expresa el impulso por aferrarse a la memoria y la inevitabilidad de su desaparición, yuxtaponiendo los distintos elementos de la cultura tradicional de Cuenca con varios objetos representativos de su deterioro. Un atrapasueños tejido en mimbre se encuentra a escasa distancia de un cráneo de oveja, creando la comparación del sueño de la población de querer preservar su memoria con la cruda realidad de la lenta muerte y despoblación de su pueblo.

Para su más reciente exhibición, Riedel utilizó mimbre, así como otros elementos orgánicos comunes de Cuenca del Hoyo. (Foto: Nina Syed)

Fragmentos de piedras calizas y tierra extraída de las lagunas coexisten también con piezas de un ferrocarril que ya no transita. La vibrante paleta del pueblo y la presencia de elementos naturales contrastan dramáticamente con la atmósfera industrial del Museo La Neomudéjar, creando una tensión visual entre lo orgánico y lo manufacturado. En este paisaje distorsionado, se confronta el deseo de volver a un lugar eternamente cambiante, o a una memoria que ya no existe.

Mientras el espectador atraviesa esta inmersiva exposición, los ecos de un video-poema resuenan en el espacio, proyectado en dos pantallas localizadas en diferentes zonas de la sala. El vídeo-poema genera una atmósfera inquietante pero onírica, las pantallas reproducen una superposición de videos y texturas en capas, fusionando el paisaje natural de Cuenca en blanco y negro, junto con imágenes distorsionadas de un color dominante. El poema toma fragmentos de antiguas leyendas y poemas sobre las lagunas, fragmentando enunciados para crear una sensación incoherente, pero de familiaridad, así como nostalgia en quienes conocen las historias.

“El camino a casa.

Tu regreso.

Amor puro.

El eco del vacío.

El tren que nunca llegará”

Riedel cerrará esta examinación de la memoria, la tradición y su vínculo inextricable con la tierra en la que vivimos con un performance que invitará al espectador a reflejar el rol que toma uno en mantener vivos estos vínculos culturales para nuestras futuras generaciones. El performance observa un personaje femenino que lucha por aferrarse a su identidad y herencia cultural, enfrentando la devastadora realización de la pérdida de su pasado. Este personaje se encuentra atrapada en un ciclo de desesperación, suspendida entre la nostalgia y la imposibilidad de volver al pasado, hasta encontrar la fuerza para dejarlo todo atrás.

Este proyecto marca la llegada de Riedel al performance. Al preguntarle sobre la motivación detrás de esta incursión, explicó que lo que faltaba en esta obra -tan abstracta y sensorial- era la presencia de una figura femenina. “Incorporé el performance en mi instalación desde un principio en la propuesta original.  La mujer con la canasta sobre la cabeza, vestida de negro y con los hilos de lana en las manos representa a las abuelas y la familia. Su recorrido por la instalación buscando los huesos y la tierra trata de frisar un pasado que ya no existe. Las palabras del video acompañan poéticamente los movimientos. Termina con la frustración de la pérdida y la nostalgia que conlleva”, explica.

Piezas con lana de oveja forman parte de las instalaciones textiles de Verónica Riedel en ‘Ecos del Vacío’. (Foto: Nina Syed)

En esta instalación, la figura femenina es reivindicada como la guardiana de la herencia cultural. El tejido, el bordado, la cocina – esas “artes domésticas” a menudo menospreciadas- se revelan aquí como los hilos que entrelazan generaciones, los últimos vestigios de un pueblo en el umbral del olvido.

Ecos del vacío, melancólica, pero, al mismo tiempo, llena de esperanza, resalta los sentimientos de nostalgia y pérdida que surgen ante la desaparición de un territorio o de sus elementos únicos, el dolor de la migración y el impacto de la intervención humana en el espacio. A la vez, transmite con pasión la urgencia de preservar las tradiciones y la cultura de dicho territorio. La instalación crea un diálogo relevante desde una perspectiva sociopolítica, pero también nos conmueve con su enfoque profundamente personal y humano, tocando una experiencia universal: el anhelo de volver a algo que ya no existe.

En las palabras de Riedel, Ecos del Vacío es una pieza universal acerca de la pérdida de los momentos que ya han pasado, así como querer regresar a ellos. “Fue basada en una investigación de un área específica, pero es universal. Aunque es de los pueblos de España, también es de la migración en Guatemala y de todos los cambios en nuestro entorno”, comparte la artista.

La exposición se podrá visitar hasta el 13 de abril en el museo La Neomudéjar en Madrid.

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