El curador de la 24ª Bienal de Arte Paiz (BAP) conversa sobre la visceralidad y la contextualización del arte como elementos de su práctica artivista. En la primera etapa de investigación para lo que será su propuesta expositiva en la BAP, Eugenio nos acerca al bagaje de su mirada teórica, moldeada por un tránsito constante en el hemisferio Sur.
Curador, crítico de arte y PhD en Métodos de investigación arqueológica e histórico-artística, Eugenio Viola está preparado para dibujar una ruta curatorial que en 2025 pondrá a dialogar a Guatemala con el resto del mundo y las historias alrededor de la contemporaneidad.
Nacido en Nápoles, Italia, el elegido curador de la 24ª Bienal de Arte Paiz, asegura que el evento ofrecerá un diálogo «ida y vuelta» desde el Sur-Global respecto al mapa internacional. Su conocimiento del estado actual de las estéticas y los discursos artísticos alrededor del mundo está garantizado por una carrera que lo ha llevado al frente del Museo d’Arte Contemporanea DonnaRegina de Nápoles, donde fue curador general; el Perth Institute of Contemporary Arts, donde permaneció como curador jefe; así como en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO), donde actualmente continúa una labor como Director Artístico.
Sobre las bienales, Eugenio también cuenta con experiencia relevante. En 2022 curó el Pabellón de Italia durante la 59ª Bienal de Venecia y en 2015, estuvo bajo su cargo el Pabellón de Estonia en la 56ª edición de la misma bienal. Asimismo, el italiano ha curado más 100 exposiciones en distintas partes del mundo.
A lo largo de su carrera, Viola también ha trabajado con artistas de Guatemala. Su primer acercamiento con el país fue en 2010, cuando el italiano logró vincularse con más vigor frente a la obra de Regina José Galindo. Este acercamiento le permitió conocer otras propuestas locales donde se teje la visceralidad, el contexto social y el componente crítico. En 2016 la historiadora del arte y curadora Cecilia Fajardo-Hill -que estuvo al frente de la XIX Bienal de Arte Paiz– le invitó a escribir sobre la performance en el país.
En 2024, luego de su nombramiento como curador de la próxima Bienal de Arte Paiz, el italiano compartió varias impresiones sobre su trabajo en el contexto local, partiendo de la diversidad de ópticas que nutren este territorio:
«(…) visualizo un proyecto polifónico, inclusivo y participativo. Resonará con la compleja red de lenguajes, religiones, culturas y perspectivas históricas que dan forma a nuestra sociedad globalizada, mientras se compromete con el rico y multicultural ecosistema artístico de Guatemala, que ya he tenido el privilegio de experimentar a lo largo de mi carrera».
El pasado 5 de octubre, durante la presentación oficial de Eugenio como responsable curatorial de la 24ª BAP, el investigador charló con Fundación Paiz sobre sus impresiones del arte en el país y aproximaciones a lo que será el evento del próximo año.
Quisiéramos empezar esta charla preguntándote sobre el regreso a Guatemala. ¿Qué impresión te has llevado en este nuevo acercamiento al país? ¿Qué te ha logrado revelar el arte local?
Esta vez he estado en todos lados: ciudad de Guatemala, La Antigua, Atitlán y Comalapa. ¿Mis impresiones? Confirmo que es un país culturalmente muy rico y con esta característica de conservar una porcentaje alto de la población, que en el ámbito anglosajón se diría first nations (primeras naciones), que conservan sus culturas, sus raíces y su tradición.
Esto se convierte en la base fundante de los trabajos de muchos artistas. Es una perspectiva del arte policéntrico. Generalmente en el sistema del arte, todo llega y se concentra en la capital. Acá tienes artistas que viven en comunidades o pueblos, viajan alrededor del mundo, participan en bienales y siguen radicados en sus pueblos de origen, defendiendo las raíces que se vuelven el centro de su práctica e inspiración.
Tu vínculo con Guatemala fue reforzándose a través de investigaciones que has hecho sobre artistas locales de performance como Regina José Galindo o Naufus Ramírez-Figueroa. ¿Qué te ha generado estar cerca de narrativas que ubican el cuerpo como un territorio en disputa?
Creo que el arte es siempre una cuestión de contexto que tiene un poder metamórfico y metafórico. Regina, por ejemplo, que ha trabajado por mucho tiempo el exceso de violencia contra las mujeres en Guatemala te hace reflexionar con una metáfora más amplia sobre la violencia de la sociedad contemporánea.
Yo digo siempre siempre que soy un curador gay y feminista. He trabajado con mujeres, con las poblaciones vulnerables y con la población LGBTIQ+. Trabajé la primera retrospectiva de Naufus concentrada en su trabajo performático, que es un signo LGBTIQ+. También estuvo la exposición de Carlos Motta en el MAMBO, y con ello logramos hacer la primera exposición en Colombia sobre el SIDA.
Siempre he estado trabajando por un arte que se confronte dialécticamente con lo social. Yo no soy un activista, yo hago política sobre las paredes. Podría ser definido como un artivista. Mi práctica se volvió progresivamente más conectada a lo social, no a la política, porque creo que todo el arte es político.
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Hay una insistencia en el estado actual del arte contemporáneo por ubicar las disidencias al centro. Entiéndase: las mujeres, las comunidades indígenas y la población LGBTIQ+. ¿Cuáles consideras que son otras disidencias que no llegan a ese centro artístico aún?
Yo no hablaría de necesariamente disidencias. Ontológicamente, el arte crea puentes y no barreras. En este sentido, puede incluir también lo que en Europa se llama el “arte regular” el arte de los “alienados mentales”. En este momento específico, el mundo del arte, es sensible a lo que son los lenguajes de los artistas indígenas. Por ejemplo, desde el MAMBO tenemos un ciclo dedicado a eso el próximo año.
Pero regresando a la pregunta inicial, eso siempre se ha visto en el arte de los artistas en Guatemala, mucho antes de lo que se llaman disidencias. Yo las llamaría más como emergencias. Por eso, en lo personal, siempre he trabajado con la performance, porque tiene menos mediaciones simbólicas. Y lo he hecho con artistas latinoamericanos antes de mudarme a Latinoamérica. Siempre he tenido esa gustanza por el sur: Nací en Italia del Sur, me mudé al hemisferio sur en Australia y ahora vivo en América del Sur.
Siempre he estado trabajando por un arte que se confronte dialécticamente con lo social. Yo no soy un activista, yo hago política sobre las paredes. Podría ser definido como un artivista
-eugenio viola
De hecho, en alguna entrevista mencionas que lograste entender la visceralidad del arte por tu posicionamiento desde el sur. De lo que has alcanzado a ver de Guatemala y más allá de los artistas locales con quienes has trabajado, ¿dónde encuentras esa visceralidad en Guatemala?
En muchos artistas. Naufus, tiene un lenguaje que es menos directo que el de Regina que tiene esa dimensión. También está presente en el trabajo de Aníbal López o Jorge De León, o si piensas en todos los artistas que hoy llaman la “Generación de la posguerra”, que surgen con los Acuerdos de Paz del 96. Como te decía, el arte es siempre una cuestión de contexto y contaminación. Entonces, el contexto determina una sensibilidad. Esta visceralidad de los artistas guatemaltecos es compartida muchos artistas del continente panamericano.
¿Podrías matizar la idea de contaminación artística?
Todo el arte es una cuestión de contaminación y de hibridación. Desde el principio hasta hoy. Puedes ver cómo, por ejemplo, se influencian culturas aparentemente lejanas. Están juntas, en contacto. He vivido siempre al sur, pero en tres continentes diferentes. Pasa con toda la historia del arte, y es algo que puedes ver también en el significado de la exposición que ha hecho Waseem Syed para Fundación Paiz: Continuum. Es ese mismo sentido, de cómo las cosas pasan y se contaminan. Puedes ver cómo el arte griego pasa al arte románico y cómo la estructura católica recupera la iconografía pagana.
¿Qué definición le das a la curaduría?
Yo soy un curador institucional. Mi papel principal es la mediación, construir un palimpsesto, que es el marco más grande donde voy a inscribir la exposición que dialoga con una comunidad local e internacional. Un curador es también una persona que acompaña a los creadores; es un amigo de los artistas.
El arte tiene el poder de comunicar, tiene un lenguaje no verbal y más directo. Toca las emociones. Lo importante es que cree una reacción, no necesariamente positiva. Vivimos en una sociedad donde todo es estético: el cine, los videoclips, los tráilers, la política, la vida misma. Este exceso de estética tiene que provocar una reacción.
Yo cómo curador tengo que suscitar preguntas. No es mi papel dar respuestas. Las respuestas las tiene que dar la política. Entonces, si alguien sale de una exposición o va a una bienal que yo curé y sale con más preguntas, significa que el experimento funcionó. Y no necesariamente tiene que gustar. Yo hago una programación que incomoda.
¿Debemos estar preparados para incomodarnos?
Ustedes están bien preparados, más que otros. Por ejemplo, yo recuerdo cómo era percibido de radical y problemático en nuestro contexto el trabajo de Regina José Galindo. Yo creo que la audiencia de Guatemala está bien preparada.
¿Para qué dirías que sirve una bienal en la sociedad?
En el caso de la Bienal de Arte Paiz, tiene una tradición larga y gloriosa. Esta es la sexta bienal del mundo, la segunda panamericana y la primera de Mesoamérica. Tiene un papel importante porque ha dado la posibilidad de conocer la magnitud y la profundidad de los artistas de acá, insertados en un contexto panamericano e internacional. A nivel local creo que tiene un papel fundamental porque es probablemente el evento de arte más grande. Tiene un papel fundamental y obligado. En otros continentes, depende de los contextos.
La Bienal de Venecia, que fue la primera, ¿para que sirve hoy? Para que después de que pasa por allá, el artista hace un importante avance de carrera. Sus obras se triplican de precio, por ejemplo. La Bienal de Venecia tiene ahora otras urgencias de matriz económica.
Entonces, depende de los contextos para qué puede servir una bienal y para qué sirve el arte. Pero en general, es la posibilidad de ver una instantánea de las contradicciones y laceraciones de la contemporaneidad. El arte es un impulso de toda la historia de la humanidad que tiene el poder taumatúrgico de curar, así como la cultura.