‘Hombres de Maíz’: Una colección de arte maya viviendo en el Museo Reina Sofía 

‘B’ATZ tejido constelación de saberes’, obra del artista Edgar Calel en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. (Foto: Nina Syed)

Repensando la imagen de las identidades mayas frente al canon occidental del arte, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, exhibe de forma permanente, desde 2021, una serie de obras contemporáneas desarrolladas por artistas guatemaltecos. Exhibidas en una sala que lleva por nombre ‘Hombres de maíz’, las piezas ofrecen un relato crítico en contraposición a la historia colonial. La serie de imágenes -escultóricas, fotográficas, sonoras y textiles- abordan la espiritualidad y el legado maya en resistencia. 

Por Nina Syed – Corresponsal de Fundación Paiz en España

Dentro de la viva y bulliciosa Madrid, existe una cuna de arte guatemalteco donde varias obras conducen a un mundo de tradición maya, colocando la mirada del espectador frente a una historia colonial que persiste globalmente. Estas piezas artísticas están vinculadas a herencias y tradiciones de distintas culturas indígenas que forman parte de Guatemala, y que también se exhiben en la sala 002.17 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Titulado Hombres de maíz, este espacio fue inaugurado en 2021 como parte de la reordenación de la colección permanente del museo. Desde entonces ha explorado lo personal, lo ancestral, lo cultural y lo satírico, analizando cómo se han comercializado, invisibilizado y marginado las diversas culturas indígenas que habitan la identidad de Guatemala.   

Es una declaración poderosa que una de las instituciones artísticas más influyentes del mundo sea el hogar de una muestra explícitamente anticolonial. La pieza que da inicio a la sala es una grabación de video-performance de Benvenuto Chavajay, nacido en San Pedro la Laguna, Sololá. El nombre de la obra, Hombres de Maíz, alude a la obra del Miguel Ángel Asturias, escritor guatemalteco y ganador del Premio Nobel de Literatura. El nombre de la novela referencia el Popol Vuh, el cual se conoce como la colección de narraciones míticas e históricas del pueblo maya k’iche’, en el cual se narra que la carne humana está hecha de maíz. La novela yuxtapone la relación sagrada que mantiene el pueblo maya con el maíz, versus la del colonizador, que solamente piensa en su comercialización y en cómo puede ser utilizado para obtener ganancias monetarias.   

Vista de la sala 002.17 en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. En la imagen, se observan obras de Sandra Monterroso, Ángel y Fernando Poyón, así como de Antonio Pichillá. (Foto: Nina Syed)

En el video, Chavajay camina en búsqueda de la tumba de Asturias, cuyos restos descansan en el cementerio de Père-Lachaise en París, Francia. El recorrido pasa por varios lugares clave en la vida del escritor guatemalteco y concluye en el camposanto. En un inicio, la performance suponía que Chavajay permaneciera de pie y callado durante 13 minutos al lado de la tumba de Asturias, pero se le denegó permiso por parte de la administración del cementerio. En esta performance, el artista declara su identidad indígena maya y proclama que él también está hecho de maíz. El ritual refuerza la idea de que el pueblo maya sigue latiendo, a pesar de su impuesta invisibilización.   

¿Puede la visibilización dañar o distorsionar la percepción de estas tradiciones? En la misma sala donde se exhibe la obra de Chavajay, la Colección Poyón, versión Museo Reina Sofía (2020) despliega una serie de objetos que popularmente representan lo “maya”. Estas piezas incluyen juguetes, tejidos, botellas, chaquetas y corbatas con detalles de textiles indígenas, retratos, detalles arquitectónicos y pantallas que reproducen extractos de películas y programas televisivos. Esta colección se presenta como una crítica a la exotización, comercialización y desfiguración de la cultura maya. El conjunto casi absurdo empuja a una reflexión sobre la tendencia de estereotipar y simplificar las culturas indígenas. La obra, creada por los hermanos Ángel y Fernando Poyón Cali, señala cómo la cultura colonial tiende a seleccionar estéticas digeribles de las culturas indígenas, simultáneamente excluyendo lo que no se puede comercializar.  

Archivo de los muertos’ y ‘Lápida de defunción’ abordan el cambio de nombres mayas a nuevos castellanos, en Guatemala, como síntoma de una idiosincracia racista. (Foto: Nina Syed)

Esta exclusión e invisibilización también se ejemplifica en la serie de piezas de Marilyn Boror, titulada Edicto Cambio de Nombre, dónde el espectador se vuelve testigo de cómo un simple acto administrativo contribuye a la invisibilización y la asimilación forzada mediante actos simbólicos como el cambio de un nombre o un apellido. La obra, Archivo de los muertos, inmediatamente llama la atención del espectador al entrar a la sala, con una extensión de ocho metros de longitud. Está compuesta por una lista de nombres de origen maya y sus versiones castellanizadas, evocando un registro oficial o un memorial. La pieza es un acto de resistencia, que resalta a las personas cuyas identidades han sido desplazadas.   

Al lado se sitúa la Lápida de defunción, que consiste en una placa de mármol que representa simbólicamente el cambio de apellido de la artista, Boror Bor, a Castillo Novella. Resalta su mensaje en una pequeña pieza enmarcada que contiene la tarjeta de presentación de la artista con su nombre castellanizado, junto al edicto de cambio de nombre. «He escuchado muchas historias que hablan sobre cómo sí se entiende esa pieza en España, y cómo este problema de los cambios de apellidos no solo sucede en Guatemala, sino en otras regiones de Latinoamérica, y cómo los apellidos tienen tanto poder que siguen sosteniendo ciertas ideologías en los distintos países. No solo ideologías, sino también poderes o ideas», nos comparte Boror.  «Es fuerte pensar que la pieza que nació [en Guatemala], y que habla sobre una problemática de Guatemala, regresa a cuestionar a España, a este territorio que nos colonizó. Y que además la compran o la pagan. Me parece importante también que esto se esté cuestionando en España”, agrega la artista.  

Es una declaración poderosa que una de las instituciones artísticas más influyentes del mundo sea el hogar de una muestra explícitamente anticolonial. Recursos gráficos y visuales cuestionan la historia de Guatemala en el Reina Sofía. (Foto: Nina Syed)

Por otro lado, el artista maya tz’utujil Antonio Pichillá nos regresa a la tradición y a lo sagrado dentro del Reina Sofía a través de una serie de cuadros que utilizan los colores del maíz –amarillo, rojo, blanco y negro. Pichillá evoca el maíz como alimento sagrado y como un símbolo del principio de la historia maya, aludiendo a las también tonalidades que representen los puntos cardinales mayas. La palabra más próxima al “arte” en las lenguas mayas es x’ajaan, que se traduce como “sagrado”. A partir de esto, el artista usa textiles entrelazados mediante nudos para evocar distintas prácticas espirituales mayas, donde los bloqueos energéticos son representados por nudos. Dentro de esta serie, titulada Abuelos, Pichillá utiliza como base el diseño del pantalón masculino usado por la población tz’utujil de San Pedro la Laguna en el departamento de Sololá. En la obra, este diseño fue intervenido en un patrón y tensado sobre bastidores, creando una visión de la resistencia maya a través del símbolo textil. A través de Abuelos, Pichillá nos invita a contemplar el diálogo entre la sabiduría ancestral y las prácticas contemporáneas. 

El impulso de mantener viva la historia y la tradición ante la marginación se materializa en la obra central de la sala, perteneciente a Sandra Monterroso. Su Columna Vertebral Roja (obra de 2017) se alza firme en el centro del espacio, llamando la atención de todo quien que entra en ella. Con casi dos metros y medio de altura, la escultura está hecha a base de cortes de telas enrolladas y 87 faldas tejidas artesanalmente sobre una estructura de metal y madera. Los textiles rojos de la obra son propios de la región de Las Verapaces y representan el legado q’eqchí de Monterroso. La obra crea un discurso sobre historias ocultas, su herencia familiar y los objetos importantes en su cultura. Sobre la obra, Monterroso comenta que «Al ser una columna vertebral, estamos hablando del cuerpo, el cuerpo de las mujeres, el cuerpo de las mujeres indígenas, el cuerpo de nuestras historias, el que sigue sosteniendo incluso no solo la humanidad, sino en el sentido de la relación con la naturaleza y el ecosistema y a nivel ecológico también”.  

En ‘Abuelos’, Antonio Pichillá reflexiona sobre la herencia del textil a partir de las tramas presentes en la indumentaria de los hombres t’zutujiles de San Pedro La Laguna. (Foto: Nina Syed)

La artista comparte que, para ella, tener su obra expuesta a un público en España, cuya historia colonial sigue teniendo influencia sobre la cultura latinoamericana, impacta al momento de proyectar las voces de las comunidades más afectadas. “Por un lado me parece sanador y me parece un gesto, de alguna manera de justicia, de resarcimiento, por decirlo así también, en el sentido de darle lugar, en el caso de Guatemala, a pueblos indígenas o pueblos originarios, a que desde su arte expresen todos estos aspectos, no solamente relacionados con la cultura, sino con la historia”, explica. Monterroso agrega que la manera que se aprecia el arte aún está influenciada por el colonialismo:  

“La mirada sigue siendo también folclórica. Es la mirada del espectador lo que categoriza el arte de esta forma. Hay que cambiar ese paradigma, cambiar las maneras de apreciar el arte, porque por primera vez, yo creo que, en la historia, después de las colonizaciones que occidente hizo hacia el resto del mundo, hay una apertura de respuesta, hacia un tipo de eliminar todas esas cosas etnocéntricas y eurocéntricas que habían dominado en la historia del arte del mundo”.

La lucha para mantener viva la voz del pueblo maya llega a una conclusión al final de la sala 002.17 del Reina Sofía, dónde nos encontramos con la obra de Edgar Calel. El artista de San Juan Comalapa, Chimaltenango, aborda la preservación de la historia y la tradición en B’ATZ tejido constelación de saberes (2015), con dos fotografías capturadas de un video-performance en el cual lleva un suéter azul con los nombres de los 23 idiomas mayas de Guatemala bordados por su hermana. El tejido se presenta como una labor artesanal, y una forma de preservar el conocimiento ancestral, así como una forma de crítica a las estructuras coloniales que operan para silenciar las voces indígenas. La exposición Hombres de Maíz declara al mundo que la cultura y la tradición maya no solo ha sobrevivido, sino que también se ha perseverado. En palabras de Sandra Monterroso: “Es importante para España y para el mundo, que se sepa que seguimos vivos, que seguimos en todos estos procesos de descolonización y que esta colonialidad sigue teniendo un impacto grande no sólo en Guatemala, sino en el mundo.”  

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