
Un lienzo bordado a mano por integrantes de la Asociación Comunitaria Kaqjay es parte de la exposición colaborativa, ‘Earth and cosmos’ presentada en Americas Society, de Nueva York. La obra, titulada ‘Lienzo para guiarse en un viaje de ida y vuelta’, intenta reimaginar el concepto de banderas, naciones, y lo significa migrar.
Las letras blancas en kaqchikel sobre el color negro de un lienzo bordado a mano destacan en la calle 68 del Upper East Side de Nueva York: Ja xkib’e, Ja xape’, (¿Ya venís? ¡Ya me voy!, traducido al español). Del otro lado, un mapa tejido sobre rojo muestra una iteración comunitaria de Patzicía, municipio guatemalteco del departamento Chimaltenango.
El lienzo fue bordado a mano por integrantes de la Asociación Comunitaria Kaqjay y es expuesto en la sede de la institución cultural Americas Society, como parte de su Flag Series (Serie de Banderas), la cual presenta obras de arte públicas de realizadores de las Américas. Esta obra, titulada Lienzo para guiarse en un viaje de ida y vuelta, intenta reimaginar el concepto de una bandera para también repensar el concepto de una nación desde lo local, desde un punto comunitario. ¿Cómo se imaginan a Patzicía quienes viven en ella? Y, ¿cómo se conectan con el pueblo quienes tuvieron que dejarlo?
Colgada en el espacio público de Nueva York —una ciudad repleta de migrantes— el lienzo también quiere rememorarlos a ellos. “Es como si una persona le estuviera haciendo esa pregunta a todos los migrantes que caminan debajo del lienzo: ¿ya venís? Y por el otro lado es una persona que se está yendo: ¡ya me voy!,” cuenta Jeffrey Cán, artista e integrante de Kaqjay.
Lienzos como este se remontan a la época colonial, cuando se bordaban con mapas y representaciones espaciales que también denotaban acontecimientos históricos. El lienzo de Kaqjay, originalmente de los siglos 18 y 19, es una representación de Patzicía. Sin embargo, más que el territorio como tal, es una manera de mostrar las relaciones simbólicas, sociopolíticas y económicas de las personas que habitan ahí; es una forma de darle lugar a la perspectiva de una comunidad sobre sí misma.

Por ejemplo, los elementos que se ven en el lienzo de Kaqjay están presentes en la visión de su gente: una tortuga que representa un cerro que lleva ese nombre, una serpiente que es símbolo de una tradición mitológica, sitios arqueológicos importantes para la comunidad, y un plumero que es el patrón del pueblo. Así, los puntos de referencia remiten a quiénes forman parte de la comunidad, y a cómo construyen su relación con el entorno. De hecho, por varios meses, la comunidad de Patzicía se unió para bordar el lienzo conjuntamente, en lo que Kaqjay llama “un bordado colectivo”. Una vez el lienzo fue terminado, hicieron una despedida tal como la harían para un familiar que se va a Estados Unidos: con almuerzo, fiesta, y marimba para celebrar la partida y desearle buena suerte.
Elaborarlo fue, además, un ejercicio de memoria, pues se bordaron los elementos que construyen el territorio, y el territorio se construye a través de quienes lo recuerdan y quienes lo apuntan para que no se olvide cuando cambie.
“El mundo es hostil y desconocido. La idea es tener puntos de referencia para no perderse. Hay puntos que son físicos —las montañas, los volcanes, entre otros— pero también hay puntos de referencia simbólicos que te rememoran a un pasado,” dice Edi Tocón, miembro de Kaqjay. “Se llama ‘para guiarse en un viaje de ida y vuelta’, porque presenta un mapa que puede servirte para salir y entrar de cualquier territorio; del lugar donde hay comunidad, donde hay redes de apoyo”, señala. A través de este lienzo, Kaqjay nos obliga a pensar en cómo entendemos la conexión entre vida y territorio, permitiéndonos re-conectarnos con la tierra y sanar a través de ella.
Kaqjay es un colectivo kakchiquel que busca constantemente reflexionar en torno a la historia local y cultural. En esencia, su interrogante es: qué significa ser kaqchikeles. Originalmente de Patzicía, Kaqjay ha pasado por varios cambios a lo largo de los años. Comenzó en el 2006 con un esfuerzo de rescatar la memoria y cultura de Patzicía a través de un museo local y, desde entonces, se ha enfocado en recuperar la memoria kaqchikel a través de diferentes disciplinas. En 2015, el colectivo se transformó para abarcar también la academia y, con el apoyo de historiadores y antropólogos, se hizo un esfuerzo por producir textos académicos que abordaran los mismos temas. Finalmente, la última versión incorpora el arte, el cual más que ser el fin del colectivo, sirve para continuar haciendo las mismas reflexiones desde otras perspectivas.
“El colectivo surge de la necesidad de hacer una reflexión,” agrega Jeffrey Cán, uno de sus miembros más recientes. “Es difícil para nosotros sentirnos en medio de varios mundos. Tenemos varias capas como personas indígenas, y el arte llegó a nosotros como una herramienta más para hacer estas reflexiones”, comparte. Ahora, la participación en el colectivo abarca diferentes disciplinas, personas y edades. Sin embargo, una cosa se mantiene constante: el enfoque en la colectividad, el sentido de comunidad que permite que esas reflexiones lleguen a más personas.

Este trabajo colectivo repercute en todos los aspectos de la exhibición. La bienvenida del lienzo a Nueva York, por ejemplo, ocurrió durante la ceremonia de apertura de la exhibición de Beatriz Cortez y rafa esparza titulada Earth and Cosmos, una exhibición que, “destaca las conversaciones y colaboraciones constantes” entre Cortez (nacida en 1970 en San Salvador) y esparza (1981, Pasadena), quienes están radicados en Los Ángeles. Como parte de esta exhibición, una pieza titulada Altar de Kaqjay se expone en el centro de la galería, siendo una colaboración entre Cortez, Kaqjay y Fiebre Ediciones.
La pieza está hecha de acero y rinde homenaje a un altar ceremonial que fue encontrado en una casa particular cerca de Patzicía. Los creadores originales del altar de piedra, que aún se encuentra en esa casa, tallaron los cuatro lados con figuras y animales. Cuando se intentó remover la pieza con una grúa, fue imposible, así que concluyeron que el altar tenía que quedarse donde fue encontrado, donde lo dejaron los ancestros, así como todos los objetos antiguos.
“El templo no se quiso ir, eso para nosotros era muy importante: seguir el mensaje del altar», dice Cortez, enfatizando que “al recrearlo, le permitimos viajar sin irse de su lugar”. La pieza les permite crear altares que evocan el original para que los migrantes que no pueden ir a verlo, tengan acceso a él de todas formas. Además, como parte de la exhibición, se creó un libro en donde hay una recreación del altar en papel, para quien quiera pueda reconstruirlo en 3D y llevárselo a casa.
Entonces, el altar, como el lienzo, también rememora a los migrantes y nos ayuda a pensarlos de una forma distinta, desde un enfoque más local. Según Cortez, “los migrantes son fuente de remesas, son fuerza laboral, pero desde el espacio local, los migrantes son personas que conocimos, que vimos; son un pedazo de nosotros que se va y otro que a veces vuelve. Es un significado más grande que cuando solo son números”.

Cortez ha colaborado con Kaqjay por más de 15 años y en distintas formas. Este año, fungió como la “guardiana del lienzo,” y desde su partida en Patzicía lo acompañó a través de fronteras y hacia Estados Unidos, hasta que llegó a su destino. El día que se inauguró la exhibición, le hicieron una ceremonia de bienvenida que incluía marimba, velas, y flores. Para Kaqjay las ceremonias de ida y vuelta son una parte importante del lienzo, pues demuestran que los objetos tienen una espiritualidad —lo que le llaman k’ux en kaqchikel— y debe tratarse con respecto.
Fue esta colaboración con Cortez lo que llevó a Kaqjay a pensar en el mapa como símbolo y a los objetos dentro de él como guía, pues reflexionar sobre museos y quiénes tienen acceso a ellos nos lleva a entender la conexión con sus objetos. Es más, muchas de las piezas que se encuentran dentro esas instituciones museos no se vinculan con los territorios donde fueron creados o con la gente que ahora es descendiente de quienes los hicieron, resultando una falta de respeto hacia las comunidades y su conexión con lo que les pertenece.
“Todo objeto antiguo tiene un k’ux y es inherente a él,” explica Kaqjay en el libro Kaqjay 2006 – ///, refiriéndose al concepto kaqchikel que se ha traducido a un alma, un centro, o un corazón, “y es una noción fundamental en la historia de los kaqchikeles, pues es un conocimiento estructurante de la relación con el entorno social y natural en múltiples momentos y tiempos.” Entonces, Kaqjay ideó este mapa para que los objetos regresaran a los sitios de donde eran originalmente.
Y es que, al final, a los migrantes les pasa lo mismo: “Al salir del espacio del pueblo y encontrarte con otras realidades es muy fácil perderse. Entonces el lienzo es eso: una reflexión sobre el irse y regresar. Es una guía para poder regresar al espacio de donde saliste,” concluye Jeff Cán.