Inicio Blog

Esvin Alarcón Lam: Trasplantar el cuerpo en la historia

0
Lectura performativa de Esvin Alarcón Lam durante la inauguración de la muestra ‘Porosidad Intuitiva’ en la daadgalerie de Berlín, Alemania. (Foto: Eunice Maurice)

El artista multidisciplinario Esvin Alarcón Lam conversa sobre la reescritura histórica desde el arte, las metáforas por las que transitan sus más recientes obras y aborda la urgencia de pensar con otras ópticas la educación artística en Guatemala.  

Durante la noche del pasado 16 de enero, en Berlín, el guatemalteco Esvin Alarcón Lam retiró sus prendas frente a la Daadgalerie, espacio expositivo del Programa de Artistas extranjeros del Servicio Alemán de Intercambio Académico. Desnudo, portando un microscopio que cubría sus genitales, el artista caminó hacia el centro de la galería donde permaneció de pie sobre una espiral de bambú pintada en el suelo. Así, habló al público sobre sus investigaciones recientes, haciendo énfasis en la obsesiva manera en que países como Estados Unidos han observado históricamente a América y Asia. Esta crítica a las obsesiones científicas y políticas de Occidente sobre territorios «vulnerables», dio forma al cuerpo detrás de Porosidad intuitiva, la primera exposición individual del guatemalteco en Europa.

Ironizando el despojo natural que resulta del desnudo y la fragilidad, el artista planteó con aquel gesto chistoso y provocador, una metáfora que se contrapone a lo que él llama los «múltiples niveles de silencio social», provocados en gran medida por la asfixia del poder. Motivado por su propia historia familiar de migración y el desplazamiento de los cuerpos al margen de la historia occidental, el trabajo del Esvin Alarcón Lam suele explorar la resistencia de la vida y la memoria. Desde una mirada conceptual, aborda tópicos como la diáspora china en Centroamérica o el poder que han ejercido estructuras históricas sobre las identidades. Siguiendo varios medios como el dibujo, la instalación, la pintura o el performance, el artista ha indagado recientemente en elementos como el bambú para reflexionar sobre la vida en movimiento.

Luego de su primera muestra institucional en Alemania y de varias colaboraciones en ese país -entre ellas, con la Haus der Kulturen der Welt, la ifa-Galerie Stuttgart o el colectivo Dolce Still Criollo-, así como en otras plataformas internacionales -el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico, el Rockbund Art Museum de Shanghái o Americas Society en Nueva York-, Alarcón Lam condensa sus últimos dos años de trabajo en esta conversación, de cara a su regreso a Guatemala, ese territorio poroso desde el cual parte para pensar las complejidades del poder y la identidad en la historia. 

En obras recientes has explorado conceptos como la jardinización, los injertos y la plantación. ¿Podrías contarnos sobre las metáforas detrás? 

Uno de los proyectos que me emocionó hacer durante mi estancia en Europa fue un transplante de cabello a través de una performance que me llevó a Turquía. Básicamente es una metáfora del bambú que se extrajo desde Asia y que fue trasplantado en las Américas. Es una metáfora de cómo las fuerzas occidentales han estudiado científicamente ciertas especies y las han introducido a otros lugares. 

Me interesa cómo y por qué Estados Unidos sustrajo muchas especies de bambú de China y las sembró en Centroamérica, a partir de sus expediciones botánicas. Toda esta investigación surgió en un momento cuando hace algunos años visité el jardín botánico de Lancetilla en Tela, Honduras. Desde la década de 1920, el jardín fue un centro de experimentación del banano y laboratorio propiedad de la United Fruit Company (UFCO), una multinacional cuya historia es crucial para entender las contradicciones de nuestra feudal modernidad centroamericana. 

A pesar de que el jardín en Honduras no está lejos de Guatemala, me llamó la atención que se sepa muy poco de su existencia y de su correlación con los problemas de nuestros días. En este proceso hay un ejercicio de memoria y ojalá un aporte desde una mirada que me parece relevante, pues siempre esta historia se enfoca desde las plantaciones de bananos, pero este jardín no lo recibe a uno con bananos sino con un gigantesco túnel de bambú. 

Me interesa pensar y proponer una historia que en Guatemala es bastante silenciosa y silenciada: la diáspora china en el país goza de una buena reputación, pero que no siempre fue así. Vale la pena recordar que, en los albores de la modernidad guatemalteca, la élite no quería migraciones que no fueran blancas, pues rompía con el ideal de racialidad europea. Me mueve el dibujar estas relaciones que yo no me estoy inventando, sino que se han construido social e históricamente. A mi me interesa en todo caso, crear sentido a partir de las herramientas que me permite el arte, es decir, aquellas estrategias que permiten la transformación de la mirada. 

A partir de una performance que lo llevó hasta Turquía donde se realizó un trasplante de cabello, Alarcón Lam propone una nueva imagen para metaforizar la replantación como un ejercicio de poder. (Foto: Hazel Kılınç & Deniz Karagül)

¿Podrías contarnos sobre la investigación de bambú qué has desarrollado? ¿Hacia dónde se está encausando? 

A propósito del trasplante de cabello que me realizaron en Turquía y la existencia del jardín botánico de Lancetilla en Honduras, he estado elaborando dibujos con pluma de bambú y tinta, que están basados en fotografías de microscopio que se realizaron para observar la estructura del bambú. Están basados en imágenes tomadas por botánicos norteamericanos y alemanes, pero más allá de observar la obsesión occidental en observar de cerca una planta desplazada, lo que me interesa es dibujar y enfocarme en la vida del bambú y en alguna medida, también documentar su historia y hacerla así parte de la mía. 

También estoy planificando otra visita a Lancetilla en Honduras, pues estoy pensando en proponer una obra nueva para una exposición en un museo centroamericano, para el cual me invitaron a participar de una muestra colectiva que abrirá hacia finales del año. Acabo de volver a Guatemala luego de casi dos años de vivir en Europa y tengo muchas ganas de volver a trabajar con la materialidad de la planta, pero a la vez quiero ser cuidadoso con ella, así que lo más probable es que trabajaré en escultura, instalación, vídeo y dibujo, pero nunca se sabe hacia dónde madurará un proyecto.  

Vista de la exposición Porosidad intuitiva en la daadgalerie. (Foto: Thomas Bruns)

Durante tu tiempo de residencia en Alemania tuviste contacto con iniciativas como Voces de Guatemala y Dolce Still Criollo, ambas planteadas como plataformas colectivas e independientes. ¿Cómo han sumado estas experiencias de colaboración a tu práctica como realizador más allá de la institucionalidad? 

Todo proyecto de arte es un proceso colectivo, eso lo tenemos claro quienes trabajamos en las artes y por qué no decirlo, en las industrias culturales. Voces de Guatemala en Berlin siempre es una inspiración porque es un colectivo que hace activismo y eventos a partir de la solidaridad y con fines de memoria histórica. Durante mi estancia en Berlin asistí a algunas de sus iniciativas, como muestras de cine y también convivencias y debates, a menudo con comida y con el aporte de pensadoras y pensadores de la región. 

Dolce Still Criollo por otra parte, es una publicación que también me parece inspiradora porque surge de la iniciativa de amigos que trabajan en los ejes de las letras y el diseño editorial. Me invitaron a realizar una pieza que sería parte de la revista impresa y digital, y luego surgió la presentación de la revista, pues Gabriel Finotti, el director del estudio de diseño Sometimes Always, iba a visitar Berlin. Así fue como se organizó el evento con la ayuda de uno de mis espacios favoritos en la ciudad, que es la librería Hopscotch Reading Room. 

“Es un hecho que al estar insertos en otras culturas se nos hace participar de otros códigos sociales, es decir, de comunicación, con otros ritmos, formas y silencios distintos al que acostumbramos, y que a veces asumimos como únicos y verdaderos.  Esta mirada cambia al experimentar y vivir en otro lugar”. – Esvin Alarcón Lam

De manera institucional, tuviste proyectos expositivos en España, Puerto Rico, Panamá, Estados Unidos y China. ¿Consideras que la institucionalización de tu trabajo en museos ha sumado otra forma de “madurar” a tu oficio artístico? 

No creo que haya maduración del trabajo en sí, es decir no creo que un artista se vuelve mejor conforme la edad. De hecho, es común ver cómo el acomodamiento que provee la idea convencional de éxito crea, paradójicamente, mediocridad de los proyectos artísticos. Lo digo así porque no es algo que les sucede solamente a los artistas, también les puede suceder a las galerías y a los curadores. Tampoco es una regla, solo quiero decir que en verdad uno siempre está intentando, ensayando, errando, y por lo tanto no hay infalibilidad. Esto es algo que aprendí gracias a las palabras de Isabel Ruiz. 

En mi experiencia, lo que sí sucede con el tiempo es que las instituciones se interesan más en el trabajo realizado y eso es porque el mundo del arte es parte del mundo en general, y para ello uno va coleccionando validación, es decir, el capital simbólico hace de las suyas. De cualquier forma, es lindo ver los proyectos que se han hecho con tanta dedicación y cariño desdoblarse en y hacia nuevas audiencias. A mí me enseña cosas nuevas cuando mis proyectos llegan a otros públicos, puesto que un video arte o una pintura se entiende de forma distinta si se expone en Alemania, Puerto Rico o en China, por ejemplo. 

En ‘Journey to the west’, Esvin Alarcón Lam redibuja un mapa que detalla parte de las migraciones chinas a Occidente. Foto: Hannes Wiedemann / HKW)

En otras ocasiones has mencionado que el arte es una forma de acción comunicativa que además de generar pensamiento crítico, permite nuevos grados de sensibilidad y cognición. Frente a esta idea, ¿qué crees que aportan las residencias artísticas a los creadores? 

Es un hecho que al estar insertos en otras culturas se nos hace participar de otros códigos sociales, es decir, de comunicación, con otros ritmos, formas y silencios distintos al que acostumbramos, y que a veces asumimos como únicos y verdaderos.  Esta mirada cambia al experimentar y vivir en otro lugar. Las residencias no hacen ese trabajo por sí mismas, pero nos invitan a estar, a ser en otro lugar, y eso es muchísimo. Nos abstraen y apartan de nuestro lugar de origen, y la soledad es una gran maestra. También son una experiencia y posibilidad de amistad, porque la extensión temporal ofrece la oportunidad de profundizar más. 

‘Overseas Peach (journey to the west)’, instalación de banderas inspiradas en la indumentaria de la deidad Shou Xing, presente en la creencia China. (Foto: Hannes Wiedemann / HKW)

¿Cómo reflexionas sobre las urgencias en formación y educación artística de Guatemala? 

Es cierto que en el país básicamente no existe formación artística formal, y no entendida desde lo que occidente piensa que es educación. Esto en todo caso me parece una ventaja que hay que defender. Creo que no hay por qué copiar la ignorancia de los europeos, Guatemala es una fuente de experiencia inigualable y el conocimiento viene precisamente de la experiencia, no de los libros. Los libros sintetizan las experiencias de otros, pero en Guatemala la vida está allí, más en crudo. El reto está en sistematizar toda esta vida, que a menudo nos puede rebasar, porque el país produce unas realidades sumamente complejas y dolorosas, por ello investigar desde Centroamérica es particularmente complejo y doloroso. Prueba de ello son los curadores que al visitar el país quedan un poco confundidos. Basta un poco de curiosidad para ver su confusión al enfrentarse a un país con las características demográficas, y con una mirada poco acostumbrada al arte contemporáneo occidental. No es fácil, lo cual no quiere decir que no valga la pena, y no pueda ser divertido y gratificante también.  

Si hay una urgencia en Guatemala es aprender que lo que sabemos es de suma complejidad. Diría que lo que urge es tener un poco más de confianza para ver más allá de lo obvio. Lo menciono porque he visto gente de nuestra región que por la colonialidad interiorizada a la hora de enfrentarse a públicos internacionales, pierden cierto brillo, les faltan las palabras, y creo que el aspecto débil es más afectivo que cognitivo. Entonces cada vez me convenzo más que la educación política va de la mano de la educación emocional. Más que leer a Foucault, Didi-Huberman, Rancière, Badiou, etc., hace falta adquirir competencias como aprender a debatir, a hacer preguntas, y quizás girar nuestra atención hacia autores que sí tienen más cabida dentro de nuestras realidades como Aura Cumes, Édouard Glissant o Andrea Giunta, entre muchas personas más. 

Todo esto es un reto en un país en donde hacer preguntas se percibe como un ataque, o donde dar nuestra opinión puede herir egos frágiles. Somos una sociedad muy golpeada, acostumbrada al silencio político y a la conveniente complacencia. Además, estamos atravesados por un profundo racismo que nos separa de lo que sí es conocimiento. Quizás es por eso por lo que cursos simplones de “apreciación al arte contemporáneo” tienen cabida dentro de nuestro provinciano mercado capitalino. En todo caso, nos urge aprender a escuchar desde la porosidad del cuerpo, es decir, aprender a aceptar el fracaso, a llorar, a abrazar nuestra vulnerabilidad y vacíos. Urge enseñarnos a creer lo que podemos crear. 

En ‘Ecos del Vacío’, la guatemalteca Verónica Riedel explora la degradación natural del agua

 

Riedel durante la performance que acompaña su proyecto ‘Ecos del Vacío’. (Foto: Nina Syed)

La videoinstalación ‘Ecos del Vacío’, desarrollada por la artista guatemalteca Verónica Riedel explora el desgaste medioambiental a través de su observación de  las lagunas en Cañada del Hoyo (Cuenca, España). El proyecto inauguró el pasado 26 de febrero en el Museo La Neomudéjar, ubicado en la antigua estación de Cañada del Hoyo.

¿Dónde se esconde la historia cuando ya no quedan testigos para recordarla? ¿Puede la nostalgia sostener aquello que se desvanece? Estas preguntas resuenan en Ecos del Vacío, la más reciente obra multimedia de Verónica Riedel, quien nos permite abrir una ventana inquietante a Cañada del Hoyo, un municipio localizado en la provincia de Cuenca (España), y en donde cada vez se hacen más comunes los efectos de la degradación ambiental, la industrialización y el abandono a su población.

Verónica Riedel es una artista multimedia y cineasta guatemalteca cuya obra se caracteriza por el uso de texturas para profundizar en la ecología, la memoria, la identidad y la conexión humana con el entorno. Su trabajo es además conocido por el uso de materiales orgánicos, entre ellos, biocueros formados a partir de restos materiales y plantas, o como se observa en Ecos del Vacío: piedras calizas, hojas, mimbre y lana de oveja.

Situada dentro de las instalaciones del Museo La Neomudéjar, la propuesta de Riedel despliega fotografías de gran formato con imágenes intervenidas y deconstruidas acerca de los paisajes de Cañada del Hoyo. Los soportes fotográficos se entrelazan con pantallas traslúcidas que tienen lana de oveja teñida a varios tonos y que evocan las siete lagunas de Cañada del Hoyo. Estos siete cuerpos de agua exhiben un fenómeno natural, en el que cada uno aparece de un color diferente debido a los microorganismos que habitan en ellos.

La artista guatemalteca Verónica Riedel en el Museo La Neomudéjar, ubicado en la antigua estación de Cañada del Hoyo. (Foto: Nina Syed)

Al acercarse las personas a las piezas, puede observarse cómo cambian los colores de las lagunas según las condiciones del ambiente, como luz, temperatura, tiempo del día, entre otros factores. Ridel cuenta que durante su residencia en Kárstica Espacio de Creación (localizada en Cañada del Hoyo), tuvo la oportunidad de observar el fenómeno natural durante su mes de estancia.

En esa época también fue testigo de la necesidad que hubo en la zona de cerrar varias de las lagunas al público debido a la degradación y la pérdida de los colores. El deterioro de estas lagunas se atribuye no solo al sobre turismo, sino también a la instalación de macro granjas en la zona que han alterado las míticas lagunas. Al abordar esto en la instalación, Riedel expone la falta de conciencia hacia nuestros espacios naturales, que provocan una transformación negativa, no solo en el paisaje, sino en las comunidades con lazos y conexiones al paisaje.

La industrialización ha impulsado transformaciones profundas en varias comunidades
independientes, erosionando gradualmente sus culturas y tradiciones locales, por lo cual se
vuelve más importante que nunca la preservación y transmisión del patrimonio cultural – ya sea las artes, las artesanías locales o las tradiciones en la memoria colectiva. Dentro de esta obra se vuelve fundamental reconocer la importancia de evitar la pérdida total de la identidad cultural.

Dentro de esta obra se vuelve fundamental reconocer la importancia por evitar la pérdida total de la identidad cultural. Riedel expresa el impulso por aferrarse a la memoria y la inevitabilidad de su desaparición, yuxtaponiendo los distintos elementos de la cultura tradicional de Cuenca con varios objetos representativos de su deterioro. Un atrapasueños tejido en mimbre se encuentra a escasa distancia de un cráneo de oveja, creando la comparación del sueño de la población de querer preservar su memoria con la cruda realidad de la lenta muerte y despoblación de su pueblo.

Para su más reciente exhibición, Riedel utilizó mimbre, así como otros elementos orgánicos comunes de Cuenca del Hoyo. (Foto: Nina Syed)

Fragmentos de piedras calizas y tierra extraída de las lagunas coexisten también con piezas de un ferrocarril que ya no transita. La vibrante paleta del pueblo y la presencia de elementos naturales contrastan dramáticamente con la atmósfera industrial del Museo La Neomudéjar, creando una tensión visual entre lo orgánico y lo manufacturado. En este paisaje distorsionado, se confronta el deseo de volver a un lugar eternamente cambiante, o a una memoria que ya no existe.

Mientras el espectador atraviesa esta inmersiva exposición, los ecos de un video-poema resuenan en el espacio, proyectado en dos pantallas localizadas en diferentes zonas de la sala. El vídeo-poema genera una atmósfera inquietante pero onírica, las pantallas reproducen una superposición de videos y texturas en capas, fusionando el paisaje natural de Cuenca en blanco y negro, junto con imágenes distorsionadas de un color dominante. El poema toma fragmentos de antiguas leyendas y poemas sobre las lagunas, fragmentando enunciados para crear una sensación incoherente, pero de familiaridad, así como nostalgia en quienes conocen las historias.

“El camino a casa.

Tu regreso.

Amor puro.

El eco del vacío.

El tren que nunca llegará”

Riedel cerrará esta examinación de la memoria, la tradición y su vínculo inextricable con la tierra en la que vivimos con un performance que invitará al espectador a reflejar el rol que toma uno en mantener vivos estos vínculos culturales para nuestras futuras generaciones. El performance observa un personaje femenino que lucha por aferrarse a su identidad y herencia cultural, enfrentando la devastadora realización de la pérdida de su pasado. Este personaje se encuentra atrapada en un ciclo de desesperación, suspendida entre la nostalgia y la imposibilidad de volver al pasado, hasta encontrar la fuerza para dejarlo todo atrás.

Este proyecto marca la llegada de Riedel al performance. Al preguntarle sobre la motivación detrás de esta incursión, explicó que lo que faltaba en esta obra -tan abstracta y sensorial- era la presencia de una figura femenina. “Incorporé el performance en mi instalación desde un principio en la propuesta original.  La mujer con la canasta sobre la cabeza, vestida de negro y con los hilos de lana en las manos representa a las abuelas y la familia. Su recorrido por la instalación buscando los huesos y la tierra trata de frisar un pasado que ya no existe. Las palabras del video acompañan poéticamente los movimientos. Termina con la frustración de la pérdida y la nostalgia que conlleva”, explica.

Piezas con lana de oveja forman parte de las instalaciones textiles de Verónica Riedel en ‘Ecos del Vacío’. (Foto: Nina Syed)

En esta instalación, la figura femenina es reivindicada como la guardiana de la herencia cultural. El tejido, el bordado, la cocina – esas “artes domésticas” a menudo menospreciadas- se revelan aquí como los hilos que entrelazan generaciones, los últimos vestigios de un pueblo en el umbral del olvido.

Ecos del vacío, melancólica, pero, al mismo tiempo, llena de esperanza, resalta los sentimientos de nostalgia y pérdida que surgen ante la desaparición de un territorio o de sus elementos únicos, el dolor de la migración y el impacto de la intervención humana en el espacio. A la vez, transmite con pasión la urgencia de preservar las tradiciones y la cultura de dicho territorio. La instalación crea un diálogo relevante desde una perspectiva sociopolítica, pero también nos conmueve con su enfoque profundamente personal y humano, tocando una experiencia universal: el anhelo de volver a algo que ya no existe.

En las palabras de Riedel, Ecos del Vacío es una pieza universal acerca de la pérdida de los momentos que ya han pasado, así como querer regresar a ellos. “Fue basada en una investigación de un área específica, pero es universal. Aunque es de los pueblos de España, también es de la migración en Guatemala y de todos los cambios en nuestro entorno”, comparte la artista.

La exposición se podrá visitar hasta el 13 de abril en el museo La Neomudéjar en Madrid.

Galería Abierta: Una celebración sin restricciones del nuevo arte guatemalteco

0
Vista de Galería Abierta 2025 en el antiguo edificio de Correos y Telégrafos de Guatemala. (Foto: Cortesía Centro Cultural Municipal)
Vista de Galería Abierta 2025 en el antiguo edificio de Correos y Telégrafos de Guatemala. (Foto: Cortesía Centro Cultural MuniGuate)

Por Alejandro Ortiz López

En su noveno año, el concurso municipal Galería Abierta exhibe 141 obras que narran historias a partir de diferentes edades y territorios de Guatemala. 

Una lámina de metal colgada en el muro evoca la imagen del cielo estrellado. Sobre la misma pared, a unos centímetros, y en el mismo salón del antiguo edificio de Correos y Telégrafos, se despliega una serie de retazos con abstracciones hiladas a color. Las obras comparten lugar con pinturas en acrílico y óleo; esculturas que insinúan formas de cuerpos y objetos, así como se acompañan de los susurros emitidos por varios televisores en el espacio.

Estas piezas forman parte de la novena edición de Galería Abierta, muestra colectiva que inauguró el pasado 9 de febrero, y que concluirá el 29 de marzo en el Centro Cultural MuniGuate. Presentados durante los últimos dos meses en el edificio histórico, los objetos dieron vida no solo a una exposición, sino a un lugar plural y sin tantas restricciones donde cupieron decenas de perspectivas sobre la vida en Guatemala.

Haciendo de la apertura una consigna, Galería Abierta se ha esforzado por diversificar la representación de artistas, considerando factores como la edad, la procedencia y el momento en sus carreras. Al igual que en ediciones anteriores, las obras presentadas en 2025 fueron creadas por jóvenes, estudiantes, adultos que comienzan a dar sus primeros pasos en el arte y realizadores multidisciplinarios de mediana carrera.

Galería Abierta es una iniciativa de la Coordinación de Gestión Cultural que opera en el edificio de Correos y Telégrafos. Renata Álvarez, actual coordinadora del departamento, señala que el espacio fue impulsado en 2016 con el propósito de darle una nueva vida y mayor circulación a las Galerías Municipales de Arte.

Inauguración de Galería Abierta 2025 el 9 de febrero pasado. (Foto: Cortesía Centro Cultural Municipal)

El espacio está ubicado en los antiguos pasillos y salones del Palacio de Comunicaciones, inaugurado en 1940 y transformado a centro cultural en 2001. «La idea es que todos pudieran estar en esta galería», comparte Álvarez, recordando que el proyecto nació como idea de las gestoras Blanca Tríquez y Aída Bocock -actual directora de la Dirección de Educación y Cultura.

Más de ocho décadas después de la creación del edificio, y dos décadas desde que fue tomado por un grupo de artistas vinculados al movimiento de Arte Urbano a principios de los 2000, Galería Abierta se ha consolidado en los últimos nueve años como un espacio flexible que, a través de su convocatoria libre, ha reunido tanto a artistas como a aficionados al arte, residentes de la ciudad capital y, en las más recientes ediciones, a personas de otros municipios y departamentos.

Este año, las procedencias incluyeron a postulantes de San Juan Sacatepéquez, Quetzaltenango, Patulul y San Juan Comalapa. Por otro lado, el certamen ha presentado desde su comienzo, obras de alumnos de las Escuelas Municipales de Arte que operan en la misma sede donde se realiza la exposición anual. La apertura del certamen es cada vez más notoria, subraya Álvarez, quien detalla que, de los últimos nueve años, 2025 fue notorio ya que aumentaron las aplicaciones a la convocatoria. En total se recibieron 560 propuestas.

Cómo se eligen las piezas de Galería Abierta

La selección de las obras y su disposición en el espacio formaron parte del trabajo de una terna que actúa como jurado. Este año, el tribunal estuvo integrado por las artistas Cecilia Porras Sáenz y Lourdes de la Riva, junto con la curadora Josseline Pinto. La composición de la terna varía en cada edición anual, ya que se invita a especialistas de diversos campos, desde las artes visuales hasta la literatura, el cine, la música, la gráfica y las ciencias sociales, entre otros.

Además de revisar las postulaciones y determinar qué obras formarán parte de la exposición tras un análisis anónimo —en el que la terna desconoce los autores de las obras postuladas—, el jurado también selecciona las piezas ganadoras del primer, segundo y tercer lugar del concurso. Los premios de este año fueron otorgados, en ese orden, a Matías Estrace, Margo Porres y Gustavo Sapón Madrid.

‘Tránsito/Transito’, de Matías Estrace fue la obra ganadora del primer lugar en Galería Abierta 2025. (Foto: Cortesía Centro Cultural MuniGuate)

De las más de 500 postulaciones recibidas para la edición, fueron elegidas las propuestas de 141 participantes que cumplieron con los siguientes requisitos: ser guatemaltecos(as) o extranjeros(as) residentes en el país, tener 15 años o más, presentar obras inéditas y propias que no hayan sido mostradas en otras convocatorias de arte, y que las obras respondieran a una temática libre.

Para Cecilia Porras Sáenz, que la convocatoria no tenga requisitos limitantes equivale a encontrar imágenes novedosas y propias. De acuerdo con la artista, este enfoque permite que los realizadores muestren piezas que les sea muy cercanas y que terminan respondiendo a “su esencia, a un pueblo o algo que conocen».

De acuerdo con Renata Álvarez, aunque la selección de piezas puede generar inconformidad entre quienes no son elegidos, las obras que entran a la exposición final son evaluadas bajo criterios técnicos y narrativos. Por otro lado, el hecho de que las piezas sean presentadas al jurado sin datos de quién es el/la autor(a), procura garantizar una elección más crítica y menos sesgada, comenta la gestora.

La curadora Josseline Pinto agrega que, para la edición de 2025, los parámetros de calificación incluyeron tanto el aspecto formal de la aplicación a la convocatoria como el de las obras postuladas: «Vemos qué tan bien está hecha la aplicación, la calidad del texto y de la foto con la que se aplica. La calidad de la obra no solo implica técnica, sino también cómo en el universo de la pieza, esta cobra sentido».

La reciente edición presentó un total de 141 obras, incluyendo soportes como vídeo, performance, grabado, escultura, fotografía, pintura, entre otros. (Foto: Cortesía Centro Cultural MuniGuate)

La curadora señala que las obras seleccionadas para la más reciente edición cumplieron dichos requisitos, además de haber propuesto «un lado conceptual muy fuerte». De esa cuenta, la relación con el contexto espacial e histórico formaron parte de la narrativa presente en varias de las obras de este año.

El primer lugar, otorgado al realizador Matías Estrace, aborda el vínculo con el espacio citadino a partir de su experiencia frente a la contaminación visual y sónica de la ciudad de Guatemala. En su obra Tránsito/Transito, el realizador propone un time-lapse en el que se registra sobre la 20 calle de la capital. Tomando en cuenta que la vía es una de las más transitadas de la capital, Estrace realiza una yuxtaposición de su cuerpo entre las “velocidades que nos deshumanizan” y la suavidad de varios ejercicios relativos a las prácticas del qi gong y el tai chi.

“Realizo los movimientos en un lapso de 20 minutos mientras que la documentación registra el estado actual de la ciudad. El vídeo capta las velocidades que se contraponen con la velocidad mucho más rápida de la contemporaneidad”, comparte el realizador.

‘Ayer te llevé’, vídeo propuesto por Margo Porres, y ganador del segundo lugar en Galería Abierta 2025. (Foto: Cortesía Centro Cultural MuniGuate)

Considerando el diálogo con un territorio más grande, la obra de la artista Margo Porres, ganadora del segundo lugar en el certamen, presenta otro audiovisual en el que explora el lenguaje y las posibilidades de comunicación con el mundo. En Ayer te llevé, la artista propone un intento de diálogo con el mar y sus sonidos.

El realizador Gustavo Sapón Madrid fue elegido ganador del tercer lugar en el certamen. Su pieza, Urbe Celeste #2 propone una pieza elaborada a través de cianotipos, donde explora la relación entre la ciudad y la naturaleza, bajo el concepto de la “Urbe celeste” desarrollada por el pensador Marco Aurelio.

Durante la exhibición de Galería Abierta 2025, el espacio de Correos y Telégrafos se dividió en tres salones temáticos donde las piezas fueron clasificadas por abstracciones, retratos y paisajes.

Una exposición que también es archivo histórico

Si bien el certamen propuso nuevas formas de relacionamiento entre la arquitectura antigua y el arte contemporáneo en Correos, fue la misma ciudadanía, a través de sus visitantes y artistas, lo que logró confirmar el éxito del proyecto. Según detalla Álvarez, durante la última inauguración de Galería Abierta, asistieron cerca de 670 personas.

La cifra triplicó el número habitual de asistentes a las exposiciones que también se realizan en el mismo espacio durante el año. Esta oleada de visitantes permite pensar no solo el creciente interés de cientos de personas por dar a conocer su trabajo artístico, sino también el rol que ha tenido Galería Abierta como un nuevo punto de encuentro en las artes de Guatemala.

Josseline Pinto refiere que este espacio podría ser lo más cercano a un museo o una institución pública donde la ciudadanía pueda acercarse al arte contemporáneo. “La cantidad de público que llega a las galerías es algo que no pasa en otros espacios. Sin duda es un lugar cuya historia comenzó de la necesidad de estos espacios artísticos”, señala, recordando los antecedentes del Centro Cultural MuniGuate como espacio tomado por artistas a finales de los noventa.

Más de 600 personas asistieron a la inauguración de Galería Abierta 2025, el pasado 9 de febrero. (Foto: Cortesía Centro Cultural MuniGuate)

Cecilia Porras Sáenz agrega que se trata de un espacio que celebra la imaginación sin tantas restricciones: “Es una ventana súper amplia de exploración de medios y propuestas donde no hay demasiados parámetros de exigencia para exponer en un lugar que además es digno”. A propósito de esto, Margo Porres ha señalado que las Galerías Municipales de Arte ofrecen un espacio idóneo para la exhibición de obras debido a su espacialidad, su iluminación y el valor histórico del edificio.

Christian Rosito, ganador del primer lugar en el certamen el año pasado, comparte que las premisas curatoriales de Galería Abierta abonan a una diversidad de obras en el panorama nacional: “Me parece que sus diálogos entre estratos sociales y varias generaciones son muy importantes. Creo que el arte es comunicación y la propuesta de Galería Abierta permite ver la muestra de una ciudad que se está comunicando”.

Mediante el encuentro de ciudadanos de la capital y otros territorios del país, Galería Abierta ha acompañado la revitalización de un antiguo edificio gubernamental y además ha podido consolidar una plataforma de arte accesible y diversa. No obstante, en medio de esa labor, las oportunidades de formación artística siguen siendo un reto para la institución.

De acuerdo con Renata Álvarez y Josseline Pinto, la edición de este año develó cómo las postulaciones, al ser el primer filtro de la convocatoria, suelen ser complejas puesto que no siempre los postulantes cumplen requisitos clave. A propósito de esto, durante la muestra se llevó a cabo un taller para aplicar a convocatorias, dirigido por el artista Gabriel Rodríguez Pellecer, quien además es docente en las Escuelas Municipales de Arte.

La combinación de libertad, junto con la mira curatorial y las crecientes preocupaciones en formación de Galería Abierta ha impulsado voces creativas, dando paso a nuevos recursos para comprender la transformación histórica de Guatemala y su sistema artístico.

Festival Chiripa: El circo sin carpa

0
‘Pelat’, obra del español Joan Català, durante su presentación en la Plaza de la Constitución de Guatemala. (Foto: Alejandro Ortiz)

Por Giulia Reyes (Columna invitada)

La escritora Giulia Reyes comparte sus reflexiones sobre la posibilidad de acercamiento y democratización del arte a partir del circo contemporáneo, luego de recorrer las actividades públicas del quinto Festival Internacional de Comedia y Circo, Chiripa, realizado del 14 al 16 de marzo en la ciudad de Guatemala. 

Quizás el primer recuerdo que tengo del circo es el de una carpa que aterriza mágicamente en el pueblo, guardando secretos y bestias. Las lucecitas de colores, olor a estiércol, maderas que se tambalean en una suerte de piso improvisado, dulce en el aire y más importante: un círculo. Alrededor de esta pista en medialuna desfilábamos todos, llenando los asientos de “niñas, niños, abuelitas y punks”. Nos formábamos para “ver qué hay” con toda la ilusión, pero sin medir lo que esa experiencia implicaría para todos los presentes. El fin de semana de la quinta edición del Festival Internacional de Comedia y Circo, Chiripa inhalé esos momentos, y pude ver de cerca lo que realmente sucede después de escuchar las correspondientes palabras de apertura. Cada uno en su asiento, con la carita iluminada por luces tenues, pierde el barniz de su cotidianidad y se desviste en emociones alrededor del más desnudo de todos: el artista.

El término ‘artista’ tiene para todos un sentido muy lógico dentro de la carpa y más aún si se tiene un escenario y artilugios extravagantes. Pero —al bajarse de estos pedestales— el público está muy acostumbrado a arrancarle esta etiqueta de prestigio a aquellos que se dedican al circo. Lo cierto es que el circo salió hace mucho de estos espacios, ahora corre desenfrenado por calles y avenidas, malabareando ojos que lo quieran ver. El Festival Chiripa nace de la necesidad de traer a esos ojos para ver a estos dioses que no saben de física ni de lógica, que no saben de orden ni de seriedad, pero que saben aún menos de mediocridad.

Una chiripa es una suerte, un destello de alegría luego de una casualidad favorable. Este festival es precisamente un conjunto de todas esas suertes dulces, pero construida con muchos más esfuerzos amargos. La obvia carencia de espacios y financiamiento para las artes en Guatemala abre una brecha en la que el circense parece una suerte de bohemio sin ley, pero que está construido con más disciplina que cualquier burócrata. La Escuela de Circo Batz ha servido como uno de los únicos espacios de formación para artistas de circo, poniéndose al hombro el futuro de las artes circenses en Guatemala. Hoy son sus integrantes, junto con varios otros amigos de vida y de circo, quienes nos regalaron tres fechas completamente gratuitas para experimentar el circo contemporáneo —el circo crudo— de primera mano.

El término ‘artista’ tiene para todos un sentido muy lógico dentro de la carpa y más aún si se tiene un escenario y artilugios extravagantes. Pero —al bajarse de estos pedestales— el público está muy acostumbrado a arrancarle esta etiqueta de prestigio a aquellos que se dedican al circo.

El festival se inauguró con la presencia de Panchorizo, uno de los primeros fundadores del Festival Chiripa y creador de Garrik, el acto que presentó el viernes 14 de marzo en el Centro Cultural de España. A las 7 de la tarde la sala se llenó por completo de un público inusualmente más adulto de lo que acostumbra el artista. Transportándonos a su época —una de maletines, bigotes espiralados, imágenes en blanco y negro y la melodía de Gnossiennne: No.1— Panchorizo se presentó como un payaso deprimido, que conversa con su psiquiatra algunas soluciones a su “locura”. Si hubo algo que el artista supo desafiar en el acto fue la gravedad. La de los objetos que balanceaba, la de una manzana que voló de una pala a un tenedor en su boca, pero, sobre todo, la gravedad de la situación.

Por muchos malabares, canciones y chistes auténticos muy disfrutables, nada elimina la escena en la que el artista escribe su carta de suicidio. Un momento puntual que resume bien la función sucedió mientras una luz azulada iluminaba el escenario. El artista mira hacia abajo, sosteniendo la pesada pena de su personaje, extendiéndose sobre el sinsentido que le resulta continuar con su vida, y en ese mismo momento escuchamos la clara risita de un niño en la tercera fila, inmiscible al resto del público. Tiene sentido que el circo haya sido demonizado hace varios siglos, si lo que se intenta hacer es ver la muerte a la cara y sacarle una carcajada, o bien, ver a la desdicha de frente y reír. Claro que se puede sentir como desafiar a un dios. A mi parecer, sin embargo, lo que se desafía es a algo más importante.

La segunda fecha del festival nos reunió justo frente al Palacio Nacional de la Cultura, bajo un cielo despejado y hermoso que se llenaba de burbujas, aviones y olor a bloqueador. Nos sentamos en el piso los convocados y muchos más que se encontraron con el show. De pronto se nos presenta un hombre alto, delgado y rosado de Sol cargando un tronco de unos tres metros y medio. Se trataba de Joan Catalá, que daba la impresión de haber llegado caminando de España misma. Hacía bailar al poste mientras marcaba puntos con tiza en el piso, dibujando su escenario. No reparó en nuestra presencia, lo que nos obligó a esquivar el poste —que a veces giraba hacia nosotros, amenazante. Esto hizo que las risas burlonas de algunas personas se quedaran mudas de asombro. Entre sonidos guturales, gritos e instrucciones monosilábicas, el artista se transformó en un sargento antiguo, sin lengua ni país, que domaba al poste y a nosotros. El show concluyó con una escena imposible: Miembros del público, en coordinación muda, erguían el poste con cuerdas. El artista se trepó a aquél obelisco alienígena suyo y se balanceó tirando confeti. Para mí, lo trascendental no fue únicamente el show de Joan, sino el ver a tantas personas reunidas en la ciudad de Guatemala, maravilladas, compartiendo el espacio público sin otro fin más que el disfrute. De acá surge el lema del festival para este año: Enclaves para la imaginación, los lugares que soñamos. Un enclave es un territorio dentro de otro territorio, y es precisamente lo que se logró construir en estos tres días.

El festival concluyó en la sala de teatro, en del Instituto Guatemalteco Americano. La clausura tomó forma de varieté. Reflectores abrieron una viñeta en la que se presentaron Abocleto y Cayopodo —dos payasos con una gran trayectoria. Las risas eran variadas: nuevas, jóvenes, adultas y carrasposas. El último espectáculo de Chiripa dio lugar a siete números de largo formato. Todos los presentes se encontraban absortos ante las presentaciones: por las telas rosas, por los aros dorados que parecían burbujas, por los malabares que volaron una mariposa nacida de una maza y dos aros, por las flores que caían sobre una bailarina voladora y también por la suavidad de la danza contemporánea. Comencé a fijarme en cada detalle del teatro. Cada reflector, cada asiento, cada cable indescifrable, cada aparato de sonido y todas las yardas de telón que nos abrazaban me resultaron un privilegio descomunal. Que en la ciudad de Guatemala —con sus batallas, su hostilidad y sus limitaciones— pueda brotar un encuentro así me parece algo que no puede olvidarse. La gratuidad del festival, lejos de implicar una reducción de calidad, la intensifica; y el trabajo de los artistas, voluntarios y organizadores —que también han servido de maestros— ha sido todo a pulmón.

Nada se iguala a ver el show en carne propia, así que no considero un spoiler el comentar el final del número de Panchorizo. El artista descubre, una vez más, que su vacío solo puede ser llenado con aplausos. Fuera de considerar esta conclusión como algo egocéntrico o soberbio, el aplauso me resulta la demostración más fiel de lo que le da sentido a cualquier trabajo: el ser celebrado por tu comunidad. Quien hace malabares rara vez lo hará por el dinero, quien se dedique a contar chistes en un monociclo no lo hace porque sea su mejor salida laboral. Al final debemos comprender —y celebrar— que el circense nos regala su cuerpo, sus miedos, su ingenio y sus destrezas, a cambio de juntar nuestras manos en agradecimiento. En esta simbiosis perfecta —que resulta además ser un acto que nos sincroniza con un montón de extraños— es nuestro deber recordar que necesitamos del artista, de su mundo y del circo.

Cuando era chica, esa carpa enorme se retiraba después de su última-última función como una nave nodriza y nos dejaba con la congoja de que “el circo se fue”. Con esos camiones se iba desvaneciendo lo que nos había pasado, ese momento en el que estuvimos todos juntos, en el que con el círculo volvimos a cero, a nuestro origen. Con payasos, malabaristas, acróbatas y bailarines que nos regalaban la oportunidad de volver a nuestras sensaciones básicas. Como quien después caminar vuelve a gatear, para ver el mundo más de cerca o como quien después de hablar se queda mudo, dotado solo de risas, suspiros y llanto. Hoy entiendo que el circo no sólo nunca se fue, sino que ese círculo se puede dibujar con tiza, con un chorrito de agua o con cuerpos de gente curiosa. Que a la carpa se la lleva el viento, pero los pies de quienes la levantaron siguen puestos firmes, invitándonos a que nos quedemos a ver, a armar una ronda, a juntar las manos y a ver al otro con ojos de par.

Guatemala en ARCOmadrid 2025

‘Erupción Lavanda’ de Esvin Alarcón Lam en el stand de la galería Henrique Faria Fine Art. (Foto: Luis Soto. Cortesía del artista)

Piezas de los artistas guatemaltecos Naufus Ramírez Figueroa, Antonio Pichillá, Diana de Solares, Regina José Galindo y Ángel Poyón fueron parte de la 44ª edición de ARCOmadrid, la plataforma artística de curaduría y mercado más longeva de España.

Guatemala estuvo presente en la última edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de España, ARCOmadrid. El evento, que celebró su 44ª edición del 5 al 9 marzo, reunió a 214 galerías procedentes de 36 países. Como parte de la comunidad latinoamericana en el evento, las obras de seis artistas guatemaltecos fueron representadas por galerías de Guatemala, Brasil, Estados Unidos, Italia y España.

Al igual que en años anteriores, la feria internacional de arte madrileña volvió a contar con piezas de los guatemaltecos  Naufus Ramírez-Figueroa, Antonio Pichillá, Esvin Alarcón Lam, Diana de Solares, Regina José Galindo y Ángel Poyón. Al menos en 2024, obras de Pichillá y Alarcón Lam formaron parte del evento.

ARCO se distingue por ser más que una vitrina internacional para el mercado del arte, ya que se trata de un espacio que redefine la experimentación curatorial. Este año, además del Programa General en el que participaron 178 galerías (entre ellas la mayoría que representó a los artistas guatemaltecos), fueron desplegadas las secciones Wametisé: Ideas para un Amazofuturismo, en la que participaron 15 galerías; Opening: Nuevas Galerías, con representación de 18 galerías; y Perfiles| Arte Latinoamericano, con 10 galerías, entre ellas Proyectos Ultravioleta de Guatemala.

La sección Wametisé: Ideas para un Amazofuturismo, reunió el trabajo de artistas cuyos trabajos responden a los vínculos entre la cosmogonía amazónica, su conocimiento ancestral y las posibles tecnologías del futuro. Opening: Nuevas Galerías, estuvo dedicada a la visibilidad de galerías jóvenes o emergentes provenientes de territorios americanos, asiáticos y europeos. Por otro lado, Perfiles| Arte Latinoamericano, propuso una selección de artistas de la región latina quienes «ofrecen un panorama amplio de cómo identificarse como artista y construir una comunidad en paralelo», según apuntaba la comunicación oficial del evento. Dentro del circuito expositivo de Latinoamérica -encomendada al curador mexicano José Esparza Chong Cuy- se realizaron exposiciones de diez artistas, entre ellos, Naufus Ramírez- Figueroa de Guatemala.

La llegada del realizador a ARCOmadrid ’25 estuvo definida por sus investigaciones frente a la naturaleza y la manera en la que la humanidad se ha relacionado con ella. Tanto de forma espiritual como ecológica, esta vinculación que Ramírez Figueroa propuso con una serie de pinturas, una escultura y un videoperformance, explora de forma onírica la transformación del mundo.

Vista de la exposición de Naufus Ramírez-Figueroa en ARCOmadrid ’25. (Cortesía del artista y Proyectos Ultravioleta, Ciudad de Guatemala. Foto: Re Foto Arte)

Durante su participación en la feria, en colaboración con Proyectos Ultravioleta, Naufus presentó la obra Dea Ex Machina, una escultura compuesta por una rama del árbol de pito acompañada de una máscara; una serie de pinturas que exploran el anturio y su resistencia; así como , el cual puede observarse en After Clearing the Internal Forests, un videoperformance donde dialoga sobre la quema y la resiliencia de los bosques en la zona norte de Guatemala, específicamente de Petén.

La resistencia de la vida es un tema presente en la obra de  Regina José Galindo, cuyo trabajo estuvo presente en ARCOmadrid, representado por la Prometeo Gallery. En esta ocasión, la también artista guatemalteca fue parte del evento a través de una fotografía y el vídeo que documenta su acción performativa Fruta Amarga. 

‘Fruta amarga’ es una performance creada por Regina José Galindo en Lleida, España, en 2024. (Foto: Instagram de la artista)

En esta acción, la artista durmió a la intemperie en la Plaza Ramón Berenguer IV, ubicada en Cataluña (España), desde las 12 de la noche hasta las 7 de la mañana. Galindo estuvo acostada en una cama de fruta dulce, reflexionando sobre la misma imagen común que se ve en la región de Lleida, donde anualmente llegan miles de migrantes a trabajar como recolectores de la fruta.

El comentario de la artista alude al agotamiento y la precariedad económica de las personas indocumentadas, o provenientes de África quienes realizan un arduo oficio a cambio de condiciones limitantes, y quienes recurrentemente duermen en las calles.

Otros artistas guatemaltecos participantes en ARCOmadrid también fueron Diana de Solares y Esvin Alarcón Lam, ambos representados en 2025 por la galería Henrique Faria New York. Las propuestas de los artistas abordaron técnicamente la abstracción y una coreografía geométrica.

‘Sin título (de la serie La rebelión de caos)’ de Diana de Solares en Arcomadrid. (Foto: Cortesía de Henrique Faria New York y la artista)

Por su parte, Diana de Solares presentó dos obras de su serie La rebelión del caos. Las piezas realizadas en acrílico sobre tela, proponen una observación lúdica sobre figuras triangulares, cuadrículas y líneas verticales. La composición lleva a recordar las palabras del curador mexicano Daniel Garza Usabiaga, quien habría dicho que la artista guatemalteca transforma en sus obras «un sistema coherente de relaciones entre cuerpos y volúmenes».

Muy a propósito de ese fluir geométrico, Esvin Alarcón Lam también aborda una idea sobre la corporalidad del mundo y la geología en su serie Erupción Lavanda. Las pinturas del proyecto ofrecen una mirada a varios volcanes con fumarolas, que a la vez repiensan con su forma el triángulo rosa con el que eran «etiquetados» los homosexuales durante el Holocausto. Con este juego de abstracciones, Alarcón Lam propone una reflexión sobre la manera en que se puede invertir la historia.

‘Erupción Lavanda’ de Esvin Alarcón Lam en Arcomadrid. (Foto: Luis Soto.  Cortesía del artista)

Originario de San Pedro La Laguna, Antonio Pichillá, estuvo presente por año consecutivo en la feria de arte internacional ARCO. Esta vez, representado por la Luciana Britto Gallery, originaria de São Paulo, Brasil. Del artista maya tz’utujil fue presentada la obra Abuela. 

Con esta obra, Pichillá fija un recordatorio de su abundante trabajo textil en el que suele abstrae nociones como la herencia de saberes y la forma en que estos se van entramando con el tiempo. La obra expuesta durante ARCO consiste en una figura de 31 x 114 cm donde el artista vuelve a emplear el trenzado y los nudos para evocar una figura de ritmos, tensiones y armonías.

‘Abuela’ de Antonio Pichillá fue creada en 2023. (Foto: Cortesía del artista)

Siguiendo las investigaciones sobre la temporalidad y su curso, el artista Ángel Poyón presentó en ARCO dos obras que aluden a este tema: El presente es nuestro No. 2 y Estudios del fracaso medidos en tiempo y espacio. Ambas piezas fueron exhibidas en el espacio de la galería española T20.

De acuerdo con Poyón, en el caso de El presente es nuestro No.2 –serie compuesta por hules y dibujos a lápiz sobre papel y elaborada en 2018-, la obra propone una reflexión sobre el tiempo antes de la época industrial donde la medición explotadora y limitante del tiempo no había llegado a territorios indígenas como San Juan Comalapa, de donde es originario.

Por otro lado, su obra Estudios del fracaso medidos en tiempo y espacio, creada diez años después, alude al quiebre de las lógicas que sigue el orden del tiempo. La pieza consiste en un tríptico de tres relojes despertadores que fueron intervenidos con dibujos. Estos presentan tramas y líneas en dispersión que nos hacen pensar en una atrapante confusión, más allá de la rigidez temporal.

«Esta serie de dibujos sencillos, como los que en nuestra niñez solíamos dibujar en las muñecas de nuestras manos, intentan reflexionar sobre las formas de vivir esas etapas y, a la vez, tratan de ayudarnos a entender por qué en nuestra cultura Maya, el presente está ligado al pasado y al futuro en un constante ir y venir», concluye el artista Ángel Poyón.

‘El presente es nuestro No.2’. Hule y dibujo sobre papel. (Foto: Cortesía del artista)
Abrir chat
Hola
¿En qué podemos ayudarte?