Inicio Blog Página 3

Festival Chiripa: El circo sin carpa

0
‘Pelat’, obra del español Joan Català, durante su presentación en la Plaza de la Constitución de Guatemala. (Foto: Alejandro Ortiz)

Por Giulia Reyes (Columna invitada)

La escritora Giulia Reyes comparte sus reflexiones sobre la posibilidad de acercamiento y democratización del arte a partir del circo contemporáneo, luego de recorrer las actividades públicas del quinto Festival Internacional de Comedia y Circo, Chiripa, realizado del 14 al 16 de marzo en la ciudad de Guatemala. 

Quizás el primer recuerdo que tengo del circo es el de una carpa que aterriza mágicamente en el pueblo, guardando secretos y bestias. Las lucecitas de colores, olor a estiércol, maderas que se tambalean en una suerte de piso improvisado, dulce en el aire y más importante: un círculo. Alrededor de esta pista en medialuna desfilábamos todos, llenando los asientos de “niñas, niños, abuelitas y punks”. Nos formábamos para “ver qué hay” con toda la ilusión, pero sin medir lo que esa experiencia implicaría para todos los presentes. El fin de semana de la quinta edición del Festival Internacional de Comedia y Circo, Chiripa inhalé esos momentos, y pude ver de cerca lo que realmente sucede después de escuchar las correspondientes palabras de apertura. Cada uno en su asiento, con la carita iluminada por luces tenues, pierde el barniz de su cotidianidad y se desviste en emociones alrededor del más desnudo de todos: el artista.

El término ‘artista’ tiene para todos un sentido muy lógico dentro de la carpa y más aún si se tiene un escenario y artilugios extravagantes. Pero —al bajarse de estos pedestales— el público está muy acostumbrado a arrancarle esta etiqueta de prestigio a aquellos que se dedican al circo. Lo cierto es que el circo salió hace mucho de estos espacios, ahora corre desenfrenado por calles y avenidas, malabareando ojos que lo quieran ver. El Festival Chiripa nace de la necesidad de traer a esos ojos para ver a estos dioses que no saben de física ni de lógica, que no saben de orden ni de seriedad, pero que saben aún menos de mediocridad.

Una chiripa es una suerte, un destello de alegría luego de una casualidad favorable. Este festival es precisamente un conjunto de todas esas suertes dulces, pero construida con muchos más esfuerzos amargos. La obvia carencia de espacios y financiamiento para las artes en Guatemala abre una brecha en la que el circense parece una suerte de bohemio sin ley, pero que está construido con más disciplina que cualquier burócrata. La Escuela de Circo Batz ha servido como uno de los únicos espacios de formación para artistas de circo, poniéndose al hombro el futuro de las artes circenses en Guatemala. Hoy son sus integrantes, junto con varios otros amigos de vida y de circo, quienes nos regalaron tres fechas completamente gratuitas para experimentar el circo contemporáneo —el circo crudo— de primera mano.

El término ‘artista’ tiene para todos un sentido muy lógico dentro de la carpa y más aún si se tiene un escenario y artilugios extravagantes. Pero —al bajarse de estos pedestales— el público está muy acostumbrado a arrancarle esta etiqueta de prestigio a aquellos que se dedican al circo.

El festival se inauguró con la presencia de Panchorizo, uno de los primeros fundadores del Festival Chiripa y creador de Garrik, el acto que presentó el viernes 14 de marzo en el Centro Cultural de España. A las 7 de la tarde la sala se llenó por completo de un público inusualmente más adulto de lo que acostumbra el artista. Transportándonos a su época —una de maletines, bigotes espiralados, imágenes en blanco y negro y la melodía de Gnossiennne: No.1— Panchorizo se presentó como un payaso deprimido, que conversa con su psiquiatra algunas soluciones a su “locura”. Si hubo algo que el artista supo desafiar en el acto fue la gravedad. La de los objetos que balanceaba, la de una manzana que voló de una pala a un tenedor en su boca, pero, sobre todo, la gravedad de la situación.

Por muchos malabares, canciones y chistes auténticos muy disfrutables, nada elimina la escena en la que el artista escribe su carta de suicidio. Un momento puntual que resume bien la función sucedió mientras una luz azulada iluminaba el escenario. El artista mira hacia abajo, sosteniendo la pesada pena de su personaje, extendiéndose sobre el sinsentido que le resulta continuar con su vida, y en ese mismo momento escuchamos la clara risita de un niño en la tercera fila, inmiscible al resto del público. Tiene sentido que el circo haya sido demonizado hace varios siglos, si lo que se intenta hacer es ver la muerte a la cara y sacarle una carcajada, o bien, ver a la desdicha de frente y reír. Claro que se puede sentir como desafiar a un dios. A mi parecer, sin embargo, lo que se desafía es a algo más importante.

La segunda fecha del festival nos reunió justo frente al Palacio Nacional de la Cultura, bajo un cielo despejado y hermoso que se llenaba de burbujas, aviones y olor a bloqueador. Nos sentamos en el piso los convocados y muchos más que se encontraron con el show. De pronto se nos presenta un hombre alto, delgado y rosado de Sol cargando un tronco de unos tres metros y medio. Se trataba de Joan Catalá, que daba la impresión de haber llegado caminando de España misma. Hacía bailar al poste mientras marcaba puntos con tiza en el piso, dibujando su escenario. No reparó en nuestra presencia, lo que nos obligó a esquivar el poste —que a veces giraba hacia nosotros, amenazante. Esto hizo que las risas burlonas de algunas personas se quedaran mudas de asombro. Entre sonidos guturales, gritos e instrucciones monosilábicas, el artista se transformó en un sargento antiguo, sin lengua ni país, que domaba al poste y a nosotros. El show concluyó con una escena imposible: Miembros del público, en coordinación muda, erguían el poste con cuerdas. El artista se trepó a aquél obelisco alienígena suyo y se balanceó tirando confeti. Para mí, lo trascendental no fue únicamente el show de Joan, sino el ver a tantas personas reunidas en la ciudad de Guatemala, maravilladas, compartiendo el espacio público sin otro fin más que el disfrute. De acá surge el lema del festival para este año: Enclaves para la imaginación, los lugares que soñamos. Un enclave es un territorio dentro de otro territorio, y es precisamente lo que se logró construir en estos tres días.

El festival concluyó en la sala de teatro, en del Instituto Guatemalteco Americano. La clausura tomó forma de varieté. Reflectores abrieron una viñeta en la que se presentaron Abocleto y Cayopodo —dos payasos con una gran trayectoria. Las risas eran variadas: nuevas, jóvenes, adultas y carrasposas. El último espectáculo de Chiripa dio lugar a siete números de largo formato. Todos los presentes se encontraban absortos ante las presentaciones: por las telas rosas, por los aros dorados que parecían burbujas, por los malabares que volaron una mariposa nacida de una maza y dos aros, por las flores que caían sobre una bailarina voladora y también por la suavidad de la danza contemporánea. Comencé a fijarme en cada detalle del teatro. Cada reflector, cada asiento, cada cable indescifrable, cada aparato de sonido y todas las yardas de telón que nos abrazaban me resultaron un privilegio descomunal. Que en la ciudad de Guatemala —con sus batallas, su hostilidad y sus limitaciones— pueda brotar un encuentro así me parece algo que no puede olvidarse. La gratuidad del festival, lejos de implicar una reducción de calidad, la intensifica; y el trabajo de los artistas, voluntarios y organizadores —que también han servido de maestros— ha sido todo a pulmón.

Nada se iguala a ver el show en carne propia, así que no considero un spoiler el comentar el final del número de Panchorizo. El artista descubre, una vez más, que su vacío solo puede ser llenado con aplausos. Fuera de considerar esta conclusión como algo egocéntrico o soberbio, el aplauso me resulta la demostración más fiel de lo que le da sentido a cualquier trabajo: el ser celebrado por tu comunidad. Quien hace malabares rara vez lo hará por el dinero, quien se dedique a contar chistes en un monociclo no lo hace porque sea su mejor salida laboral. Al final debemos comprender —y celebrar— que el circense nos regala su cuerpo, sus miedos, su ingenio y sus destrezas, a cambio de juntar nuestras manos en agradecimiento. En esta simbiosis perfecta —que resulta además ser un acto que nos sincroniza con un montón de extraños— es nuestro deber recordar que necesitamos del artista, de su mundo y del circo.

Cuando era chica, esa carpa enorme se retiraba después de su última-última función como una nave nodriza y nos dejaba con la congoja de que “el circo se fue”. Con esos camiones se iba desvaneciendo lo que nos había pasado, ese momento en el que estuvimos todos juntos, en el que con el círculo volvimos a cero, a nuestro origen. Con payasos, malabaristas, acróbatas y bailarines que nos regalaban la oportunidad de volver a nuestras sensaciones básicas. Como quien después caminar vuelve a gatear, para ver el mundo más de cerca o como quien después de hablar se queda mudo, dotado solo de risas, suspiros y llanto. Hoy entiendo que el circo no sólo nunca se fue, sino que ese círculo se puede dibujar con tiza, con un chorrito de agua o con cuerpos de gente curiosa. Que a la carpa se la lleva el viento, pero los pies de quienes la levantaron siguen puestos firmes, invitándonos a que nos quedemos a ver, a armar una ronda, a juntar las manos y a ver al otro con ojos de par.

Guatemala en ARCOmadrid 2025

‘Erupción Lavanda’ de Esvin Alarcón Lam en el stand de la galería Henrique Faria Fine Art. (Foto: Luis Soto. Cortesía del artista)

Piezas de los artistas guatemaltecos Naufus Ramírez Figueroa, Antonio Pichillá, Diana de Solares, Regina José Galindo y Ángel Poyón fueron parte de la 44ª edición de ARCOmadrid, la plataforma artística de curaduría y mercado más longeva de España.

Guatemala estuvo presente en la última edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de España, ARCOmadrid. El evento, que celebró su 44ª edición del 5 al 9 marzo, reunió a 214 galerías procedentes de 36 países. Como parte de la comunidad latinoamericana en el evento, las obras de seis artistas guatemaltecos fueron representadas por galerías de Guatemala, Brasil, Estados Unidos, Italia y España.

Al igual que en años anteriores, la feria internacional de arte madrileña volvió a contar con piezas de los guatemaltecos  Naufus Ramírez-Figueroa, Antonio Pichillá, Esvin Alarcón Lam, Diana de Solares, Regina José Galindo y Ángel Poyón. Al menos en 2024, obras de Pichillá y Alarcón Lam formaron parte del evento.

ARCO se distingue por ser más que una vitrina internacional para el mercado del arte, ya que se trata de un espacio que redefine la experimentación curatorial. Este año, además del Programa General en el que participaron 178 galerías (entre ellas la mayoría que representó a los artistas guatemaltecos), fueron desplegadas las secciones Wametisé: Ideas para un Amazofuturismo, en la que participaron 15 galerías; Opening: Nuevas Galerías, con representación de 18 galerías; y Perfiles| Arte Latinoamericano, con 10 galerías, entre ellas Proyectos Ultravioleta de Guatemala.

La sección Wametisé: Ideas para un Amazofuturismo, reunió el trabajo de artistas cuyos trabajos responden a los vínculos entre la cosmogonía amazónica, su conocimiento ancestral y las posibles tecnologías del futuro. Opening: Nuevas Galerías, estuvo dedicada a la visibilidad de galerías jóvenes o emergentes provenientes de territorios americanos, asiáticos y europeos. Por otro lado, Perfiles| Arte Latinoamericano, propuso una selección de artistas de la región latina quienes «ofrecen un panorama amplio de cómo identificarse como artista y construir una comunidad en paralelo», según apuntaba la comunicación oficial del evento. Dentro del circuito expositivo de Latinoamérica -encomendada al curador mexicano José Esparza Chong Cuy- se realizaron exposiciones de diez artistas, entre ellos, Naufus Ramírez- Figueroa de Guatemala.

La llegada del realizador a ARCOmadrid ’25 estuvo definida por sus investigaciones frente a la naturaleza y la manera en la que la humanidad se ha relacionado con ella. Tanto de forma espiritual como ecológica, esta vinculación que Ramírez Figueroa propuso con una serie de pinturas, una escultura y un videoperformance, explora de forma onírica la transformación del mundo.

Vista de la exposición de Naufus Ramírez-Figueroa en ARCOmadrid ’25. (Cortesía del artista y Proyectos Ultravioleta, Ciudad de Guatemala. Foto: Re Foto Arte)

Durante su participación en la feria, en colaboración con Proyectos Ultravioleta, Naufus presentó la obra Dea Ex Machina, una escultura compuesta por una rama del árbol de pito acompañada de una máscara; una serie de pinturas que exploran el anturio y su resistencia; así como , el cual puede observarse en After Clearing the Internal Forests, un videoperformance donde dialoga sobre la quema y la resiliencia de los bosques en la zona norte de Guatemala, específicamente de Petén.

La resistencia de la vida es un tema presente en la obra de  Regina José Galindo, cuyo trabajo estuvo presente en ARCOmadrid, representado por la Prometeo Gallery. En esta ocasión, la también artista guatemalteca fue parte del evento a través de una fotografía y el vídeo que documenta su acción performativa Fruta Amarga. 

‘Fruta amarga’ es una performance creada por Regina José Galindo en Lleida, España, en 2024. (Foto: Instagram de la artista)

En esta acción, la artista durmió a la intemperie en la Plaza Ramón Berenguer IV, ubicada en Cataluña (España), desde las 12 de la noche hasta las 7 de la mañana. Galindo estuvo acostada en una cama de fruta dulce, reflexionando sobre la misma imagen común que se ve en la región de Lleida, donde anualmente llegan miles de migrantes a trabajar como recolectores de la fruta.

El comentario de la artista alude al agotamiento y la precariedad económica de las personas indocumentadas, o provenientes de África quienes realizan un arduo oficio a cambio de condiciones limitantes, y quienes recurrentemente duermen en las calles.

Otros artistas guatemaltecos participantes en ARCOmadrid también fueron Diana de Solares y Esvin Alarcón Lam, ambos representados en 2025 por la galería Henrique Faria New York. Las propuestas de los artistas abordaron técnicamente la abstracción y una coreografía geométrica.

‘Sin título (de la serie La rebelión de caos)’ de Diana de Solares en Arcomadrid. (Foto: Cortesía de Henrique Faria New York y la artista)

Por su parte, Diana de Solares presentó dos obras de su serie La rebelión del caos. Las piezas realizadas en acrílico sobre tela, proponen una observación lúdica sobre figuras triangulares, cuadrículas y líneas verticales. La composición lleva a recordar las palabras del curador mexicano Daniel Garza Usabiaga, quien habría dicho que la artista guatemalteca transforma en sus obras «un sistema coherente de relaciones entre cuerpos y volúmenes».

Muy a propósito de ese fluir geométrico, Esvin Alarcón Lam también aborda una idea sobre la corporalidad del mundo y la geología en su serie Erupción Lavanda. Las pinturas del proyecto ofrecen una mirada a varios volcanes con fumarolas, que a la vez repiensan con su forma el triángulo rosa con el que eran «etiquetados» los homosexuales durante el Holocausto. Con este juego de abstracciones, Alarcón Lam propone una reflexión sobre la manera en que se puede invertir la historia.

‘Erupción Lavanda’ de Esvin Alarcón Lam en Arcomadrid. (Foto: Luis Soto.  Cortesía del artista)

Originario de San Pedro La Laguna, Antonio Pichillá, estuvo presente por año consecutivo en la feria de arte internacional ARCO. Esta vez, representado por la Luciana Britto Gallery, originaria de São Paulo, Brasil. Del artista maya tz’utujil fue presentada la obra Abuela. 

Con esta obra, Pichillá fija un recordatorio de su abundante trabajo textil en el que suele abstrae nociones como la herencia de saberes y la forma en que estos se van entramando con el tiempo. La obra expuesta durante ARCO consiste en una figura de 31 x 114 cm donde el artista vuelve a emplear el trenzado y los nudos para evocar una figura de ritmos, tensiones y armonías.

‘Abuela’ de Antonio Pichillá fue creada en 2023. (Foto: Cortesía del artista)

Siguiendo las investigaciones sobre la temporalidad y su curso, el artista Ángel Poyón presentó en ARCO dos obras que aluden a este tema: El presente es nuestro No. 2 y Estudios del fracaso medidos en tiempo y espacio. Ambas piezas fueron exhibidas en el espacio de la galería española T20.

De acuerdo con Poyón, en el caso de El presente es nuestro No.2 –serie compuesta por hules y dibujos a lápiz sobre papel y elaborada en 2018-, la obra propone una reflexión sobre el tiempo antes de la época industrial donde la medición explotadora y limitante del tiempo no había llegado a territorios indígenas como San Juan Comalapa, de donde es originario.

Por otro lado, su obra Estudios del fracaso medidos en tiempo y espacio, creada diez años después, alude al quiebre de las lógicas que sigue el orden del tiempo. La pieza consiste en un tríptico de tres relojes despertadores que fueron intervenidos con dibujos. Estos presentan tramas y líneas en dispersión que nos hacen pensar en una atrapante confusión, más allá de la rigidez temporal.

«Esta serie de dibujos sencillos, como los que en nuestra niñez solíamos dibujar en las muñecas de nuestras manos, intentan reflexionar sobre las formas de vivir esas etapas y, a la vez, tratan de ayudarnos a entender por qué en nuestra cultura Maya, el presente está ligado al pasado y al futuro en un constante ir y venir», concluye el artista Ángel Poyón.

‘El presente es nuestro No.2’. Hule y dibujo sobre papel. (Foto: Cortesía del artista)

Naufus Ramírez-Figueroa lleva la magia de la naturaleza a ARCOmadrid

0
Vista de instalación. Cortesía del artista y Proyectos Ultravioleta, Ciudad deGuatemala. Foto: Re Foto Arte.
Vista de instalación en ARCOmadrid. (Cortesía del artista y Proyectos Ultravioleta, Ciudad de Guatemala. Foto: Re Foto Arte)

En su exposición individual dentro de la feria, el artista dialoga sobre la fascinación y los vínculos de la humanidad ante la vegetación, a través de la pintura, la escultura y el performance.  

Naufus Ramírez-Figueroa presenta, desde el pasado 5 de marzo y hasta el próximo 9 del mismo mes, una selección de obras en la Feria Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCOmadrid. En colaboración con Proyectos Ultravioleta, única galería guatemalteca participante en ARCO 2025, Ramírez-Figueroa exhibe una serie de pinturas, una escultura y un video-performance donde explora temas recurrentes en su práctica, como la naturaleza, la tradición y la espiritualidad. La muestra individual del guatemalteco forma parte de la sección Perfiles | Arte Latinoamericano, curada por el mexicano José Esparza Chong Cuy para la feria.

Una de las piezas centrales en la propuesta de Naufus Ramírez-Figueroa dentro de ARCO es Dea Ex Machina. Compuesta por una rama del árbol de pito (Erythrina berteroana), que se distingue como una especie de profundo significado espiritual en varios países latinoamericanos y utilizada por guías mayas en rituales adivinatorios, la obra se vale de un sistema mecánico de cuerdas, de las que se suspenden máscaras de rostros abstractos.

‘Dea Ex Machina’. Escultura de bronce, resina y cuerda. (Foto cortesía de Sies + Höke, Proyectos Ultravioleta y el artista)

Ramírez Figueroa describe esta pieza como una representación de la veneración que solemos tener hacia los ancestros y los mayores. También alude al respeto hacia la naturaleza y la fragilidad de estos vínculos, sostenidos por nuestras creencias y la espiritualidad. «…(Tiene) mucho que ver con mi respeto y admiración por la naturaleza, los bosques, y las plantas», explica.

La obra se inspiró en una conversación que el artista tuvo con un sacerdote maya de San Andrés Itzapa (Chimaltenango) llamado Blackhawk, quien le habló sobre cómo el árbol de pito llega a venerarse al asociarse con la figura de un espíritu abuelo. A partir de esta noción, surgió en Ramírez Figueroa un gran interés por el culto a los árboles. En Dea Ex Machina, también se manifiesta el temor a la pérdida de las conexiones ancestrales, ya sea a través de la rápida desaparición de espacios verdes o el debilitamiento de los lazos familiares.

La participación de Naufus Ramírez-Figueroa en ARCO también incluye una serie de pinturas acrílicas sobre madera tallada, inspiradas en el anturio, una planta tropical endémica de América, cuya existencia se encuentra amenazada por la deforestación. El interés del artista por esta especie surgió de su amistad con un botánico guatemalteco que contribuyó al descubrimiento de nuevas variantes de la planta en el país.

‘Anthurium Leuconeurum. Variación sobre hoja de anturio #18’. Pintura en acrílico sobre madera tallada. (Foto: Margo Porres.Cortesía de Proyectos Ultravioleta y el artista).

Dentro de la serie, Ramírez-Figueroa también retrata al Anthurium diabloense –una especie descubierta por el horticulturista Jay Vannini-, y cuyo nombre nace de Los Cayos del Diablo, ubicados en el departamento de Izabal, donde fue descubierta. La elección de esta especie en la serie de pinturas alude al carácter endémico de una especie y cómo la pérdida de los espacios naturales condiciona su futuro.

El artista guatemalteco también se ha destacado por el trabajo desde el performance, el cual puede observarse en After Clearing the Internal Forests, un audiovisual presente en la feria ARCO de este año. El vídeo fue creado en respuesta a la serie de incendios ocurridos en el departamento de Petén, en Guatemala. A través del vídeo, Naufus analiza la relación entre el cuerpo y la naturaleza dentro del contexto de la devastación ecológica y la misma ansiedad climática.

‘After Clearing the Internal Forests’. (Cortesía de The Watermill Center, Proyectos Ultravioleta y el artista).

La conexión de Ramírez-Figueroa con el mundo natural va más allá de la admiración estética, esta se manifiesta como una manera de veneración casi religiosa, donde la tierra se presenta como una fuerza poderosa y trascendental: «Es casi como una experiencia religiosa para mí», dice el artista. «Creo que en estas obras me gustaría mostrar un poco de esa atracción y ese respeto, y ojalá también con este respeto y atracción la obra transmita el deseo de preservar nuestros bosques y espacios verdes», agrega.

Después de ARCOmadrid 2025, la obra de Ramírez-Figueroa será presentada nuevamente en España, esta vez en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. La exposición, que se inaugurará el 28 de mayo, estará abierta hasta el 20 de octubre de 2025. La muestra incluirá una serie de esculturas, video-performance y experiencias sonoras, a través de las cuales el artista establecerá un vínculo entre memoria, territorio y espiritualidad, explorando la vida y la historia de Guatemala.

Vuélveme Loco – Paola Beverini 

Vuélveme Loco 
Paola Beverini

Año: 2006
Técnica: Fotografía – Scan digital directo, Kodalith
Dimensión: 0.91 x 0.61 mts.
Premio: Glifo de Plata – XV Bienal de Arte Paiz

En la composición fotográfica Vuélveme Loco, integrada por dos imágenes en blanco y negro, la autora Paola Beverini se concentra en la transformación de una rama de árbol, planteando un juego visual de contrastes tonales. Además, hace énfasis en las texturas cambiantes de las hojas y una vaina espinosa, que, aún pareciendo objetos nimios, cobran un nuevo significado a través de la interacción compositiva, en la que el ritmo se ve alterado por una iluminación acentuada. La gestualidad de los elementos naturales adquiere un protagonismo, invitando a reflexionar sobre el desajuste como un símbolo del caos o la locura, concepto presente en el título de la pieza.

Esta mirada frente al desconcierto y la transformación de lo orgánico ha sido constante en la obra Beverini, quien, en el catálogo de la XV Bienal de Arte Paiz, fue descrita como una amante de la naturaleza, inspirada por sus caminatas al aire libre y por la manera en que el entorno se transforma a lo largo del tiempo. La observación estética, así como la forma de plasmar dicha experiencia a través de la fotografía permitió que Vuélveme Loco consiguiera el Glifo de Plata en el 2000, durante la mencionada bienal.

Las anécdotas de Quetzalcóatl – Ana María Sobral de Segovia

Las anécdotas de Quetzalcóatl 
Ana María Sobral de Segovia

Año: 1992
Técnica: Escultura – Aluminio cortado, armado y esgrafiado
Dimensión: 2.10 x 3.10 mts.
Premio: Glifo de Oro (Premio Único) – VIII Bienal de Arte Paiz

La categoría de Escultura en la VIII Bienal de Arte Paiz destacó por la participación de once piezas, la mayorías de las cuales exploraban el cuerpo humano. Utilizando materiales como bronce, madera, piedra y metal, las obras enriquecieron esta sección artística, que se había incorporado apenas cuatro años antes, en 1988. Sin embargo, fue Las anécdotas de Quetzalcóatl de la artista multidisciplinaria Ana María Sobral de Segovia la que se adjudicó el premio único de la categoría.

Esta obra se distinguió por su tamaño y materialidad. Mientras que la mayoría de las piezas no superaban el metro de altura, la propuesta de Sobral se extendió a casi cinco metros. A través de esta pieza, la artista presentó una interpretación de los relatos mesoamericanos sobre Quetzalcóatl, la figura mítica de la serpiente emplumada. El soporte de la obra, compuesto por láminas de aluminio, ofreció una doble narrativa dadas las inscripciones realizadas con la técnica del esgrafiado. Otra de las grandes distinciones de la escultura fue su luminosidad, ya que el reflejo de las luces sobre el ensamble de aluminio creó una atmósfera onírica.

Abrir chat
Hola
¿En qué podemos ayudarte?