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Lienzo para guiarse de ida y vuelta: Kaqjay expone en Nueva York

Pieza textil elaborada por vecinos de Patzicía en la fachada de la organización Americas Society. (Foto: Miranda Mazariegos)

Un lienzo bordado a mano por integrantes de la Asociación Comunitaria Kaqjay es parte de la exposición colaborativa, ‘Earth and cosmos’ presentada en Americas Society, de Nueva York. La obra, titulada ‘Lienzo para guiarse en un viaje de ida y vuelta’, intenta reimaginar el concepto de banderas, naciones, y lo significa migrar.

Las letras blancas en kaqchikel sobre el color negro de un lienzo bordado a mano destacan en la calle 68 del Upper East Side de Nueva York: Ja xkib’e, Ja xape’, (¿Ya venís? ¡Ya me voy!, traducido al español). Del otro lado, un mapa tejido sobre rojo muestra una iteración comunitaria de Patzicía, municipio guatemalteco del departamento Chimaltenango. 

El lienzo fue bordado a mano por integrantes de la Asociación Comunitaria Kaqjay y es expuesto en la sede de la institución cultural Americas Society, como parte de su Flag Series (Serie de Banderas), la cual presenta obras de arte públicas de realizadores de las Américas. Esta obra, titulada Lienzo para guiarse en un viaje de ida y vuelta, intenta reimaginar el concepto de una bandera para también repensar el concepto de una nación desde lo local, desde un punto comunitario. ¿Cómo se imaginan a Patzicía quienes viven en ella? Y, ¿cómo se conectan con el pueblo quienes tuvieron que dejarlo? 

Colgada en el espacio público de Nueva York —una ciudad repleta de migrantes— el lienzo también quiere rememorarlos a ellos. “Es como si una persona le estuviera haciendo esa pregunta a todos los migrantes que caminan debajo del lienzo: ¿ya venís? Y por el otro lado es una persona que se está yendo: ¡ya me voy!,” cuenta Jeffrey Cán, artista e integrante de Kaqjay.  

Lienzos como este se remontan a la época colonial, cuando se bordaban con mapas y representaciones espaciales que también denotaban acontecimientos históricos. El lienzo de Kaqjay, originalmente de los siglos 18 y 19, es una representación de Patzicía. Sin embargo, más que el territorio como tal, es una manera de mostrar las relaciones simbólicas, sociopolíticas y económicas de las personas que habitan ahí; es una forma de darle lugar a la perspectiva de una comunidad sobre sí misma. 

El lienzo dice Ja xkib’e, Ja xape’, que en español se traduce a «¿Ya venís? ¡Ya me voy!». (Foto: Miranda Mazariegos)

Por ejemplo, los elementos que se ven en el lienzo de Kaqjay están presentes en la visión de su gente: una tortuga que representa un cerro que lleva ese nombre, una serpiente que es símbolo de una tradición mitológica, sitios arqueológicos importantes para la comunidad, y un plumero que es el patrón del pueblo. Así, los puntos de referencia remiten a quiénes forman parte de la comunidad, y a cómo construyen su relación con el entorno. De hecho, por varios meses, la comunidad de Patzicía se unió para bordar el lienzo conjuntamente, en lo que Kaqjay llama “un bordado colectivo”. Una vez el lienzo fue terminado, hicieron una despedida tal como la harían para un familiar que se va a Estados Unidos: con almuerzo, fiesta, y marimba para celebrar la partida y desearle buena suerte. 

Elaborarlo fue, además, un ejercicio de memoria, pues se bordaron los elementos que construyen el territorio, y el territorio se construye a través de quienes lo recuerdan y quienes lo apuntan para que no se olvide cuando cambie.  

“El mundo es hostil y desconocido. La idea es tener puntos de referencia para no perderse. Hay puntos que son físicos —las montañas, los volcanes, entre otros— pero también hay puntos de referencia simbólicos que te rememoran a un pasado,” dice Edi Tocón, miembro de Kaqjay. “Se llama ‘para guiarse en un viaje de ida y vuelta’, porque presenta un mapa que puede servirte para salir y entrar de cualquier territorio; del lugar donde hay comunidad, donde hay redes de apoyo”, señala. A través de este lienzo, Kaqjay nos obliga a pensar en cómo entendemos la conexión entre vida y territorio, permitiéndonos re-conectarnos con la tierra y sanar a través de ella. 

Kaqjay es un colectivo kakchiquel que busca constantemente reflexionar en torno a la historia local y cultural. En esencia, su interrogante es: qué significa ser kaqchikeles. Originalmente de Patzicía, Kaqjay ha pasado por varios cambios a lo largo de los años. Comenzó en el 2006 con un esfuerzo de rescatar la memoria y cultura de Patzicía a través de un museo local y, desde entonces, se ha enfocado en recuperar la memoria kaqchikel a través de diferentes disciplinas. En 2015, el colectivo se transformó para abarcar también la academia y, con el apoyo de historiadores y antropólogos, se hizo un esfuerzo por producir textos académicos que abordaran los mismos temas. Finalmente, la última versión incorpora el arte, el cual más que ser el fin del colectivo, sirve para continuar haciendo las mismas reflexiones desde otras perspectivas.

“El colectivo surge de la necesidad de hacer una reflexión,” agrega Jeffrey Cán, uno de sus miembros más recientes. “Es difícil para nosotros sentirnos en medio de varios mundos. Tenemos varias capas como personas indígenas, y el arte llegó a nosotros como una herramienta más para hacer estas reflexiones”, comparte. Ahora, la participación en el colectivo abarca diferentes disciplinas, personas y edades. Sin embargo, una cosa se mantiene constante: el enfoque en la colectividad, el sentido de comunidad que permite que esas reflexiones lleguen a más personas. 

El altar de Kaqjay, una colaboración entre el colectivo Kaqjay, Fiebre Ediciones, y Beatriz Cortez.
El altar de Kaqjay, una colaboración entre el colectivo Kaqjay, Fiebre Ediciones, y Beatriz Cortez. (Foto: Miranda Mazariegos)

Este trabajo colectivo repercute en todos los aspectos de la exhibición. La bienvenida del lienzo a Nueva York, por ejemplo, ocurrió durante la ceremonia de apertura de la exhibición de Beatriz Cortez y rafa esparza titulada Earth and Cosmos, una exhibición que, “destaca las conversaciones y colaboraciones constantes” entre Cortez (nacida en 1970 en San Salvador) y esparza (1981, Pasadena), quienes están radicados en Los Ángeles. Como parte de esta exhibición, una pieza titulada Altar de Kaqjay se expone en el centro de la galería, siendo una colaboración entre Cortez, Kaqjay y Fiebre Ediciones. 

La pieza está hecha de acero y rinde homenaje a un altar ceremonial que fue encontrado en una casa particular cerca de Patzicía. Los creadores originales del altar de piedra, que aún se encuentra en esa casa, tallaron los cuatro lados con figuras y animales. Cuando se intentó remover la pieza con una grúa, fue imposible, así que concluyeron que el altar tenía que quedarse donde fue encontrado, donde lo dejaron los ancestros, así como todos los objetos antiguos. 

“El templo no se quiso ir, eso para nosotros era muy importante: seguir el mensaje del altar», dice Cortez, enfatizando que “al recrearlo, le permitimos viajar sin irse de su lugar”. La pieza les permite crear altares que evocan el original para que los migrantes que no pueden ir a verlo, tengan acceso a él de todas formas. Además, como parte de la exhibición, se creó un libro en donde hay una recreación del altar en papel, para quien quiera pueda reconstruirlo en 3D y llevárselo a casa.

Entonces, el altar, como el lienzo, también rememora a los migrantes y nos ayuda a pensarlos de una forma distinta, desde un enfoque más local. Según Cortez, “los migrantes son fuente de remesas, son fuerza laboral, pero desde el espacio local, los migrantes son personas que conocimos, que vimos; son un pedazo de nosotros que se va y otro que a veces vuelve. Es un significado más grande que cuando solo son números”. 

A lo largo de los años, Cortez y Esparza han trabajado con ideas antiguas y contemporáneas sobre la Tierra, el cosmos, el inframundo y el conocimiento desarrollado por los antiguos pueblos indígenas. (Foto: Miranda Mazariegos)

Cortez ha colaborado con Kaqjay por más de 15 años y en distintas formas. Este año, fungió como la “guardiana del lienzo,” y desde su partida en Patzicía lo acompañó a través de fronteras y hacia Estados Unidos, hasta que llegó a su destino. El día que se inauguró la exhibición, le hicieron una ceremonia de bienvenida que incluía marimba, velas, y flores. Para Kaqjay las ceremonias de ida y vuelta son una parte importante del lienzo, pues demuestran que los objetos tienen una espiritualidad —lo que le llaman k’ux en kaqchikel— y debe tratarse con respecto. 

Fue esta colaboración con Cortez lo que llevó a Kaqjay a pensar en el mapa como símbolo y a los objetos dentro de él como guía, pues reflexionar sobre museos y quiénes tienen acceso a ellos nos lleva a entender la conexión con sus objetos. Es más, muchas de las piezas que se encuentran dentro esas instituciones museos no se vinculan con los territorios donde fueron creados o con la gente que ahora es descendiente de quienes los hicieron, resultando una falta de respeto hacia las comunidades y su conexión con lo que les pertenece. 

“Todo objeto antiguo tiene un k’ux y es inherente a él,” explica Kaqjay en el libro Kaqjay 2006 – ///, refiriéndose al concepto kaqchikel que se ha traducido a un alma, un centro, o un corazón, “y es una noción fundamental en la historia de los kaqchikeles, pues es un conocimiento estructurante de la relación con el entorno social y natural en múltiples momentos y tiempos.” Entonces, Kaqjay ideó este mapa para que los objetos regresaran a los sitios de donde eran originalmente.

Y es que, al final, a los migrantes les pasa lo mismo: “Al salir del espacio del pueblo y encontrarte con otras realidades es muy fácil perderse. Entonces el lienzo es eso: una reflexión sobre el irse y regresar. Es una guía para poder regresar al espacio de donde saliste,” concluye  Jeff Cán.

Jamie Denburg Habie: Energía y cuerpo

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Jamie Denburg Habie en Vorfluter, Berlín, durante su exhibición ‘Three Bodies’. (Foto: Giulia Garetto)

Después de su exposición ‘Three Bodies’, realizada durante febrero y marzo en la galería Vorfluter de Berlín (Alemania), la artista guatemalteca Jamie Denburg Habie comparte varias reflexiones a partir de su investigación acerca del lenguaje, los vínculos entre el cuerpo humano y los astros, e indaga sobre la interacción que puede surgir en espacios artísticos planteados desde lo ritual y trascendental. 

Durante marzo, los cielos de Berlín son grises, a diferencia del día soleado en el que logramos conversar con Jamie Denburg Habie en uno de los parques del barrio Prenzlauer Berg. La charla ocurrió después de una sesión interactiva de respiración que aconteció durante la temporada en que fue activada la exposición Three Bodies (Tres Cuerpos) en la galería Vorfluter, ubicada en el barrio Neukölln. 

Allí, la experiencia fue más que solo observar el arte; se trató de habitarlo y de sentirlo en el cuerpo; de permitir que cada trazo y material invocara una respuesta física y emocional en quienes participamos durante la sesión. De la mano de Jamie, Gerjet Efken -facilitador de trabajo de respiración, entrenador de salud holística y profesor de mindfullness– guió una meditación involucrando distintos métodos de respiración, con el propósito de enraizarnos a los visitantes en el contexto de la obra de la artista guatemalteca.

La conversación que siguió en el parque no sólo exploró el impacto del entorno en la percepción del arte, sino que también abordó temas sobre la conexión entre los cuerpos, la materialidad y la experiencia compartida. Durante la charla,Denburg Habie también nos habló sobre la importancia de la interacción, de cómo el arte puede ser un espacio ritual y de la forma en que su trabajo -basado en materiales como huesos y tintes naturales-, busca revelar conexiones invisibles entre los seres vivos y los sistemas que nos rodean.

¿Cómo te sentiste luego de abrir la exhibición y ver la reacción de la audiencia en Berlín?  

Siento que la recepción ha sido positiva durante las activaciones, porque a la gente le agrada poder tocar el arte e involucrar más el cuerpo en su experiencia. Creo que la reacción es más fuerte cuando el trabajo se socializa, ya sea en actividades de respiración o en visitas individuales donde se activaron las piezas. Estuve varias veces recibiendo a personas, y eso generó una conexión distinta. 

No es tan común que el arte se pueda experimentar con casi todos los sentidos. En una de las actividades, alguien incluso lamió los cuadros, así que el gusto también participó. Fue interesante porque, bueno, otra persona no estaba destrozando la obra, pero sí la estaba arrugando y doblando. Me pareció muy curioso cómo pasó de simplemente “puedes tocar la obra” a, de cierta forma, “herirla”. No sé, fue interesante, pero no dije nada y dejé que sucediera, porque me dio una curiosidad casi antropológica. Creo que fue simplemente perderse en lo lúdico, no había ninguna intención negativa. Más bien, la persona estaba completamente inmersa en una experiencia táctil, y por un momento se olvidó de que la obra también es materia, y que esa materia recibe y muestra el golpe. 

Más allá de eso, creo que lo importante es entender el arte como un espacio para el ritual, para el movimiento, para la conexión con otras personas. Esa ha sido, en general, la respuesta. En cuanto a las pinturas en sí, no estoy tan segura; tiendo a enfocarme más en las experiencias donde hay interacción y actividad entre las personas. 

Asistentes a una de las actividades de la exposición ‘Three Bodies’ de Jamie Denburg Habie. (Foto: Giulia Garetto)

En la investigación científica y material que te lleva a hacer las obras hablas sobre las fases de la luna e integras los huesos y el tinte natural. ¿Cómo ha sido ese proceso para ti o cómo ha ido cambiando esa investigación a lo largo de tus obras?  

Para mí es muy importante revelar las distintas formas en que diferentes sistemas están conectados, ya sea a través de la ciencia, prácticas centenarias o cualquier estrategia que ayude a resaltar lo común, lo compartido. 

Uso huesos porque, por un lado, buscaba un material literal del cuerpo, algo que haya tenido vida, para hablar de ciertos procesos. Por otro lado, empecé a trabajar con huesos a raíz de una investigación sobre el origen del lenguaje. Me interesa profundamente la conciencia y todas sus facetas. 

Al investigar de dónde viene el lenguaje, entendí que surge de neuronas que codifican la motricidad y la sensación de ser un cuerpo en el espacio. Ahí fue cuando pensé: “quiero trabajar con un material que realmente hable del cuerpo”.  ¿Y qué mejor que los huesos de un animal, algo que normalmente se desecha? Después de que las partes de un animal se distribuyen en la carnicería, los huesos suelen tirarse. Al descubrir que se puede crear pigmento quemando huesos y transformándolos en ceniza, surgió la idea inicial: hacer pinturas que hablaran del lenguaje desde la materialidad del cuerpo. 

Más adelante, al observar los huesos en su estado original, sin quemarlos, me di cuenta de que muchas veces tienen formas que se asemejan a letras. Me pareció muy circular todo el proceso: buscar un material corporal para hablar del lenguaje y luego encontrar lenguaje dentro de ese mismo material. De ahí partió todo. 

Esta exhibición en Berlín explora la relación entre tres cuerpos: el cuerpo de la Tierra, el de la Luna y el del ser humano. La idea es entender no solo cómo la Luna afecta a los sistemas terrestres, sino también cómo la Tierra afecta a la Luna. Es una relación recíproca. Me puse a investigar cómo se comportan ambos cuerpos entre sí y descubrí que la gravedad de la Tierra genera pequeños sismos en el interior de la Luna. Al medir la frecuencia de esos sismos, encontré que están dentro del mismo rango que el del latido del corazón humano.  

A partir de una investigación sobre el origen del lenguaje, Jamie Denburg Habie empezó a trabajar con huesos. (Foto: Giulia Garetto)

¿Cómo crees que el entorno influye en la meditación y en la activación de tu obra? Si se realizara en otro barrio de Berlín, como Charlottenburg o Prenzlauer Berg en lugar de Neukölln, ¿crees que cambiaría la experiencia, la interacción del público o incluso la recepción de la obra? 

Creo que no solo es el barrio, sino que es con qué energía entra la gente. Por eso muchas activaciones comienzan con meditaciones que tienen que ver con enraizar el cuerpo. Porque cada quien viene de un contexto diferente: del trabajo, del metro, de pelearse con alguien, de recibir una buena noticia. Se trata de encontrar, a través del cuerpo, una manera de participar desde el presente. 

La idea es precisamente esa: que la obra cobre vida en ese momento y que ayude a encontrar puntos en común. Por eso creo que este tipo de experiencia puede suceder en cualquier lugar. 

Las circunstancias y condiciones, claro, varían. Pero creo que la gente es muy curiosa y está abierta a este tipo de propuestas, siempre que se cree un sistema o un ambiente común donde el trabajo pueda socializarse, un espacio que invite a abrirse y sentirse seguro. 

Quizás el próximo paso sea explorar esto en el espacio público, donde las condiciones serían muy distintas. Aun así, pienso que podría ser muy fértil, especialmente en contextos urbanos marcados por el estrés, la violencia, el caos o la fragmentación social. Crear espacios donde, aunque sea por unos minutos, puedan suavizarse esas divisiones y emerjan caminos más empáticos, puede tener un impacto profundo. 

Denburg Habie expresa que el arte puede ser un espacio para el ritual, el movimiento y la conexión con otras personas. (Foto: Giulia Garetto)

Como artista y como cofundadora de La Nueva Fábrica en Antigua, ¿Cuáles desafíos urgentes crees que hay para artistas guatemaltecos que quieran tener mayor cercanía a contextos artísticos en el extranjero? 

Creo que uno de los mayores retos es lo precarias que son las condiciones para los artistas en Guatemala. Personalmente, me siento muy afortunada de poder hacer este trabajo y lo valoro profundamente. Desde La Nueva Fábrica he dedicado más de una década a construir puentes para Guatemala, precisamente porque lo que más nos falta es infraestructura para las artes. No contamos con un apoyo financiero sólido, ni con programas de profesionalización, y mucho menos con estrategias que fomenten diálogos internacionales sostenibles y no extractivistas. 

Además, el mercado local simplemente no tiene la capacidad de sostener carreras artísticas como sí lo hacen otros contextos internacionales. Son preguntas complejas que atraviesan tanto lo institucional como lo comercial, y sabemos que estas dimensiones suelen estar profundamente entrelazadas. También es importante reconocer la realidad económica del país: muchas veces, es el mercado internacional el que le da a un artista la posibilidad de avanzar, más allá de lo que una institución local puede ofrecer. 

Por eso, buscar oportunidades fuera del país es esencial, al igual que crear más espacios para que artistas guatemaltecos puedan desarrollarse profesionalmente en otros contextos. Pero también es crucial generar mayor conciencia dentro de Guatemala sobre el valor de lo que ya se está haciendo. Hay prácticas, colectivos, activistas, educadores, curadores, y artistas que están desarrollando propuestas que, a mi parecer, representan lo mejor que se está haciendo en el arte contemporáneo hoy. Nutrir, apoyar y visibilizar esos proyectos es fundamental. Solo así la cultura local podrá comenzar a ofrecer un mayor respaldo a sus artistas. 

En Berlín he aprendido que aquí se aprecia más el arte guatemalteco más de lo que he visto en Guatemala. Concuerdo con que no hay mercado para que la gente apoye económicamente. Siento que así se podría expandir a través de la venta de obras o eventos que se enfoquen en integrar a los artistas a la economía para que puedan apoyarse en sus carreras. 

Totalmente, y además, al no haber un apoyo nacional fuerte —como sí lo hay en México, por ejemplo, a través de fundaciones— muchas veces son instituciones internacionales las que deben asumir el papel de visibilizar las prácticas artísticas. Pero también creo que los artistas guatemaltecos conocen muy bien lo difíciles que son las circunstancias. 

Y si tenemos la suerte de poder salir del país, me parece fundamental reconocer ese sistema y no replicar dinámicas competitivas entre artistas, porque eso no beneficia a nadie. En lugar de eso, deberíamos pensar en cómo abrir caminos para que otras personas también puedan acceder a oportunidades. Solo así podríamos contribuir a crear mejores condiciones colectivas. 

Esvin Alarcón Lam: Trasplantar el cuerpo en la historia

Lectura performativa de Esvin Alarcón Lam durante la inauguración de la muestra ‘Porosidad Intuitiva’ en la daadgalerie de Berlín, Alemania. (Foto: Eunice Maurice)

El artista multidisciplinario Esvin Alarcón Lam conversa sobre la reescritura histórica desde el arte, las metáforas por las que transitan sus más recientes obras y aborda la urgencia de pensar con otras ópticas la educación artística en Guatemala.  

Durante la noche del pasado 16 de enero, en Berlín, el guatemalteco Esvin Alarcón Lam retiró sus prendas frente a la Daadgalerie, espacio expositivo del Programa de Artistas extranjeros del Servicio Alemán de Intercambio Académico. Desnudo, portando un microscopio que cubría sus genitales, el artista caminó hacia el centro de la galería donde permaneció de pie sobre una espiral de bambú pintada en el suelo. Así, habló al público sobre sus investigaciones recientes, haciendo énfasis en la obsesiva manera en que países como Estados Unidos han observado históricamente a América y Asia. Esta crítica a las obsesiones científicas y políticas de Occidente sobre territorios «vulnerables», dio forma al cuerpo detrás de Porosidad intuitiva, la primera exposición individual del guatemalteco en Europa.

Ironizando el despojo natural que resulta del desnudo y la fragilidad, el artista planteó con aquel gesto chistoso y provocador, una metáfora que se contrapone a lo que él llama los «múltiples niveles de silencio social», provocados en gran medida por la asfixia del poder. Motivado por su propia historia familiar de migración y el desplazamiento de los cuerpos al margen de la historia occidental, el trabajo del Esvin Alarcón Lam suele explorar la resistencia de la vida y la memoria. Desde una mirada conceptual, aborda tópicos como la diáspora china en Centroamérica o el poder que han ejercido estructuras históricas sobre las identidades. Siguiendo varios medios como el dibujo, la instalación, la pintura o el performance, el artista ha indagado recientemente en elementos como el bambú para reflexionar sobre la vida en movimiento.

Luego de su primera muestra institucional en Alemania y de varias colaboraciones en ese país -entre ellas, con la Haus der Kulturen der Welt, la ifa-Galerie Stuttgart o el colectivo Dolce Still Criollo-, así como en otras plataformas internacionales -el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico, el Rockbund Art Museum de Shanghái o Americas Society en Nueva York-, Alarcón Lam condensa sus últimos dos años de trabajo en esta conversación, de cara a su regreso a Guatemala, ese territorio poroso desde el cual parte para pensar las complejidades del poder y la identidad en la historia. 

En obras recientes has explorado conceptos como la jardinización, los injertos y la plantación. ¿Podrías contarnos sobre las metáforas detrás? 

Uno de los proyectos que me emocionó hacer durante mi estancia en Europa fue un transplante de cabello a través de una performance que me llevó a Turquía. Básicamente es una metáfora del bambú que se extrajo desde Asia y que fue trasplantado en las Américas. Es una metáfora de cómo las fuerzas occidentales han estudiado científicamente ciertas especies y las han introducido a otros lugares. 

Me interesa cómo y por qué Estados Unidos sustrajo muchas especies de bambú de China y las sembró en Centroamérica, a partir de sus expediciones botánicas. Toda esta investigación surgió en un momento cuando hace algunos años visité el jardín botánico de Lancetilla en Tela, Honduras. Desde la década de 1920, el jardín fue un centro de experimentación del banano y laboratorio propiedad de la United Fruit Company (UFCO), una multinacional cuya historia es crucial para entender las contradicciones de nuestra feudal modernidad centroamericana. 

A pesar de que el jardín en Honduras no está lejos de Guatemala, me llamó la atención que se sepa muy poco de su existencia y de su correlación con los problemas de nuestros días. En este proceso hay un ejercicio de memoria y ojalá un aporte desde una mirada que me parece relevante, pues siempre esta historia se enfoca desde las plantaciones de bananos, pero este jardín no lo recibe a uno con bananos sino con un gigantesco túnel de bambú. 

Me interesa pensar y proponer una historia que en Guatemala es bastante silenciosa y silenciada: la diáspora china en el país goza de una buena reputación, pero que no siempre fue así. Vale la pena recordar que, en los albores de la modernidad guatemalteca, la élite no quería migraciones que no fueran blancas, pues rompía con el ideal de racialidad europea. Me mueve el dibujar estas relaciones que yo no me estoy inventando, sino que se han construido social e históricamente. A mi me interesa en todo caso, crear sentido a partir de las herramientas que me permite el arte, es decir, aquellas estrategias que permiten la transformación de la mirada. 

A partir de una performance que lo llevó hasta Turquía donde se realizó un trasplante de cabello, Alarcón Lam propone una nueva imagen para metaforizar la replantación como un ejercicio de poder. (Foto: Hazel Kılınç & Deniz Karagül)

¿Podrías contarnos sobre la investigación de bambú qué has desarrollado? ¿Hacia dónde se está encausando? 

A propósito del trasplante de cabello que me realizaron en Turquía y la existencia del jardín botánico de Lancetilla en Honduras, he estado elaborando dibujos con pluma de bambú y tinta, que están basados en fotografías de microscopio que se realizaron para observar la estructura del bambú. Están basados en imágenes tomadas por botánicos norteamericanos y alemanes, pero más allá de observar la obsesión occidental en observar de cerca una planta desplazada, lo que me interesa es dibujar y enfocarme en la vida del bambú y en alguna medida, también documentar su historia y hacerla así parte de la mía. 

También estoy planificando otra visita a Lancetilla en Honduras, pues estoy pensando en proponer una obra nueva para una exposición en un museo centroamericano, para el cual me invitaron a participar de una muestra colectiva que abrirá hacia finales del año. Acabo de volver a Guatemala luego de casi dos años de vivir en Europa y tengo muchas ganas de volver a trabajar con la materialidad de la planta, pero a la vez quiero ser cuidadoso con ella, así que lo más probable es que trabajaré en escultura, instalación, vídeo y dibujo, pero nunca se sabe hacia dónde madurará un proyecto.  

Vista de la exposición Porosidad intuitiva en la daadgalerie. (Foto: Thomas Bruns)

Durante tu tiempo de residencia en Alemania tuviste contacto con iniciativas como Voces de Guatemala y Dolce Still Criollo, ambas planteadas como plataformas colectivas e independientes. ¿Cómo han sumado estas experiencias de colaboración a tu práctica como realizador más allá de la institucionalidad? 

Todo proyecto de arte es un proceso colectivo, eso lo tenemos claro quienes trabajamos en las artes y por qué no decirlo, en las industrias culturales. Voces de Guatemala en Berlin siempre es una inspiración porque es un colectivo que hace activismo y eventos a partir de la solidaridad y con fines de memoria histórica. Durante mi estancia en Berlin asistí a algunas de sus iniciativas, como muestras de cine y también convivencias y debates, a menudo con comida y con el aporte de pensadoras y pensadores de la región. 

Dolce Still Criollo por otra parte, es una publicación que también me parece inspiradora porque surge de la iniciativa de amigos que trabajan en los ejes de las letras y el diseño editorial. Me invitaron a realizar una pieza que sería parte de la revista impresa y digital, y luego surgió la presentación de la revista, pues Gabriel Finotti, el director del estudio de diseño Sometimes Always, iba a visitar Berlin. Así fue como se organizó el evento con la ayuda de uno de mis espacios favoritos en la ciudad, que es la librería Hopscotch Reading Room. 

“Es un hecho que al estar insertos en otras culturas se nos hace participar de otros códigos sociales, es decir, de comunicación, con otros ritmos, formas y silencios distintos al que acostumbramos, y que a veces asumimos como únicos y verdaderos.  Esta mirada cambia al experimentar y vivir en otro lugar”. – Esvin Alarcón Lam

De manera institucional, tuviste proyectos expositivos en España, Puerto Rico, Panamá, Estados Unidos y China. ¿Consideras que la institucionalización de tu trabajo en museos ha sumado otra forma de “madurar” a tu oficio artístico? 

No creo que haya maduración del trabajo en sí, es decir no creo que un artista se vuelve mejor conforme la edad. De hecho, es común ver cómo el acomodamiento que provee la idea convencional de éxito crea, paradójicamente, mediocridad de los proyectos artísticos. Lo digo así porque no es algo que les sucede solamente a los artistas, también les puede suceder a las galerías y a los curadores. Tampoco es una regla, solo quiero decir que en verdad uno siempre está intentando, ensayando, errando, y por lo tanto no hay infalibilidad. Esto es algo que aprendí gracias a las palabras de Isabel Ruiz. 

En mi experiencia, lo que sí sucede con el tiempo es que las instituciones se interesan más en el trabajo realizado y eso es porque el mundo del arte es parte del mundo en general, y para ello uno va coleccionando validación, es decir, el capital simbólico hace de las suyas. De cualquier forma, es lindo ver los proyectos que se han hecho con tanta dedicación y cariño desdoblarse en y hacia nuevas audiencias. A mí me enseña cosas nuevas cuando mis proyectos llegan a otros públicos, puesto que un video arte o una pintura se entiende de forma distinta si se expone en Alemania, Puerto Rico o en China, por ejemplo. 

En ‘Journey to the west’, Esvin Alarcón Lam redibuja un mapa que detalla parte de las migraciones chinas a Occidente. Foto: Hannes Wiedemann / HKW)

En otras ocasiones has mencionado que el arte es una forma de acción comunicativa que además de generar pensamiento crítico, permite nuevos grados de sensibilidad y cognición. Frente a esta idea, ¿qué crees que aportan las residencias artísticas a los creadores? 

Es un hecho que al estar insertos en otras culturas se nos hace participar de otros códigos sociales, es decir, de comunicación, con otros ritmos, formas y silencios distintos al que acostumbramos, y que a veces asumimos como únicos y verdaderos.  Esta mirada cambia al experimentar y vivir en otro lugar. Las residencias no hacen ese trabajo por sí mismas, pero nos invitan a estar, a ser en otro lugar, y eso es muchísimo. Nos abstraen y apartan de nuestro lugar de origen, y la soledad es una gran maestra. También son una experiencia y posibilidad de amistad, porque la extensión temporal ofrece la oportunidad de profundizar más. 

‘Overseas Peach (journey to the west)’, instalación de banderas inspiradas en la indumentaria de la deidad Shou Xing, presente en la creencia China. (Foto: Hannes Wiedemann / HKW)

¿Cómo reflexionas sobre las urgencias en formación y educación artística de Guatemala? 

Es cierto que en el país básicamente no existe formación artística formal, y no entendida desde lo que occidente piensa que es educación. Esto en todo caso me parece una ventaja que hay que defender. Creo que no hay por qué copiar la ignorancia de los europeos, Guatemala es una fuente de experiencia inigualable y el conocimiento viene precisamente de la experiencia, no de los libros. Los libros sintetizan las experiencias de otros, pero en Guatemala la vida está allí, más en crudo. El reto está en sistematizar toda esta vida, que a menudo nos puede rebasar, porque el país produce unas realidades sumamente complejas y dolorosas, por ello investigar desde Centroamérica es particularmente complejo y doloroso. Prueba de ello son los curadores que al visitar el país quedan un poco confundidos. Basta un poco de curiosidad para ver su confusión al enfrentarse a un país con las características demográficas, y con una mirada poco acostumbrada al arte contemporáneo occidental. No es fácil, lo cual no quiere decir que no valga la pena, y no pueda ser divertido y gratificante también.  

Si hay una urgencia en Guatemala es aprender que lo que sabemos es de suma complejidad. Diría que lo que urge es tener un poco más de confianza para ver más allá de lo obvio. Lo menciono porque he visto gente de nuestra región que por la colonialidad interiorizada a la hora de enfrentarse a públicos internacionales, pierden cierto brillo, les faltan las palabras, y creo que el aspecto débil es más afectivo que cognitivo. Entonces cada vez me convenzo más que la educación política va de la mano de la educación emocional. Más que leer a Foucault, Didi-Huberman, Rancière, Badiou, etc., hace falta adquirir competencias como aprender a debatir, a hacer preguntas, y quizás girar nuestra atención hacia autores que sí tienen más cabida dentro de nuestras realidades como Aura Cumes, Édouard Glissant o Andrea Giunta, entre muchas personas más. 

Todo esto es un reto en un país en donde hacer preguntas se percibe como un ataque, o donde dar nuestra opinión puede herir egos frágiles. Somos una sociedad muy golpeada, acostumbrada al silencio político y a la conveniente complacencia. Además, estamos atravesados por un profundo racismo que nos separa de lo que sí es conocimiento. Quizás es por eso por lo que cursos simplones de “apreciación al arte contemporáneo” tienen cabida dentro de nuestro provinciano mercado capitalino. En todo caso, nos urge aprender a escuchar desde la porosidad del cuerpo, es decir, aprender a aceptar el fracaso, a llorar, a abrazar nuestra vulnerabilidad y vacíos. Urge enseñarnos a creer lo que podemos crear. 

En ‘Ecos del Vacío’, la guatemalteca Verónica Riedel explora la degradación natural del agua

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Riedel durante la performance que acompaña su proyecto ‘Ecos del Vacío’. (Foto: Nina Syed)

La videoinstalación ‘Ecos del Vacío’, desarrollada por la artista guatemalteca Verónica Riedel explora el desgaste medioambiental a través de su observación de  las lagunas en Cañada del Hoyo (Cuenca, España). El proyecto inauguró el pasado 26 de febrero en el Museo La Neomudéjar, ubicado en la antigua estación de Cañada del Hoyo.

¿Dónde se esconde la historia cuando ya no quedan testigos para recordarla? ¿Puede la nostalgia sostener aquello que se desvanece? Estas preguntas resuenan en Ecos del Vacío, la más reciente obra multimedia de Verónica Riedel, quien nos permite abrir una ventana inquietante a Cañada del Hoyo, un municipio localizado en la provincia de Cuenca (España), y en donde cada vez se hacen más comunes los efectos de la degradación ambiental, la industrialización y el abandono a su población.

Verónica Riedel es una artista multimedia y cineasta guatemalteca cuya obra se caracteriza por el uso de texturas para profundizar en la ecología, la memoria, la identidad y la conexión humana con el entorno. Su trabajo es además conocido por el uso de materiales orgánicos, entre ellos, biocueros formados a partir de restos materiales y plantas, o como se observa en Ecos del Vacío: piedras calizas, hojas, mimbre y lana de oveja.

Situada dentro de las instalaciones del Museo La Neomudéjar, la propuesta de Riedel despliega fotografías de gran formato con imágenes intervenidas y deconstruidas acerca de los paisajes de Cañada del Hoyo. Los soportes fotográficos se entrelazan con pantallas traslúcidas que tienen lana de oveja teñida a varios tonos y que evocan las siete lagunas de Cañada del Hoyo. Estos siete cuerpos de agua exhiben un fenómeno natural, en el que cada uno aparece de un color diferente debido a los microorganismos que habitan en ellos.

La artista guatemalteca Verónica Riedel en el Museo La Neomudéjar, ubicado en la antigua estación de Cañada del Hoyo. (Foto: Nina Syed)

Al acercarse las personas a las piezas, puede observarse cómo cambian los colores de las lagunas según las condiciones del ambiente, como luz, temperatura, tiempo del día, entre otros factores. Ridel cuenta que durante su residencia en Kárstica Espacio de Creación (localizada en Cañada del Hoyo), tuvo la oportunidad de observar el fenómeno natural durante su mes de estancia.

En esa época también fue testigo de la necesidad que hubo en la zona de cerrar varias de las lagunas al público debido a la degradación y la pérdida de los colores. El deterioro de estas lagunas se atribuye no solo al sobre turismo, sino también a la instalación de macro granjas en la zona que han alterado las míticas lagunas. Al abordar esto en la instalación, Riedel expone la falta de conciencia hacia nuestros espacios naturales, que provocan una transformación negativa, no solo en el paisaje, sino en las comunidades con lazos y conexiones al paisaje.

La industrialización ha impulsado transformaciones profundas en varias comunidades
independientes, erosionando gradualmente sus culturas y tradiciones locales, por lo cual se
vuelve más importante que nunca la preservación y transmisión del patrimonio cultural – ya sea las artes, las artesanías locales o las tradiciones en la memoria colectiva. Dentro de esta obra se vuelve fundamental reconocer la importancia de evitar la pérdida total de la identidad cultural.

Dentro de esta obra se vuelve fundamental reconocer la importancia por evitar la pérdida total de la identidad cultural. Riedel expresa el impulso por aferrarse a la memoria y la inevitabilidad de su desaparición, yuxtaponiendo los distintos elementos de la cultura tradicional de Cuenca con varios objetos representativos de su deterioro. Un atrapasueños tejido en mimbre se encuentra a escasa distancia de un cráneo de oveja, creando la comparación del sueño de la población de querer preservar su memoria con la cruda realidad de la lenta muerte y despoblación de su pueblo.

Para su más reciente exhibición, Riedel utilizó mimbre, así como otros elementos orgánicos comunes de Cuenca del Hoyo. (Foto: Nina Syed)

Fragmentos de piedras calizas y tierra extraída de las lagunas coexisten también con piezas de un ferrocarril que ya no transita. La vibrante paleta del pueblo y la presencia de elementos naturales contrastan dramáticamente con la atmósfera industrial del Museo La Neomudéjar, creando una tensión visual entre lo orgánico y lo manufacturado. En este paisaje distorsionado, se confronta el deseo de volver a un lugar eternamente cambiante, o a una memoria que ya no existe.

Mientras el espectador atraviesa esta inmersiva exposición, los ecos de un video-poema resuenan en el espacio, proyectado en dos pantallas localizadas en diferentes zonas de la sala. El vídeo-poema genera una atmósfera inquietante pero onírica, las pantallas reproducen una superposición de videos y texturas en capas, fusionando el paisaje natural de Cuenca en blanco y negro, junto con imágenes distorsionadas de un color dominante. El poema toma fragmentos de antiguas leyendas y poemas sobre las lagunas, fragmentando enunciados para crear una sensación incoherente, pero de familiaridad, así como nostalgia en quienes conocen las historias.

“El camino a casa.

Tu regreso.

Amor puro.

El eco del vacío.

El tren que nunca llegará”

Riedel cerrará esta examinación de la memoria, la tradición y su vínculo inextricable con la tierra en la que vivimos con un performance que invitará al espectador a reflejar el rol que toma uno en mantener vivos estos vínculos culturales para nuestras futuras generaciones. El performance observa un personaje femenino que lucha por aferrarse a su identidad y herencia cultural, enfrentando la devastadora realización de la pérdida de su pasado. Este personaje se encuentra atrapada en un ciclo de desesperación, suspendida entre la nostalgia y la imposibilidad de volver al pasado, hasta encontrar la fuerza para dejarlo todo atrás.

Este proyecto marca la llegada de Riedel al performance. Al preguntarle sobre la motivación detrás de esta incursión, explicó que lo que faltaba en esta obra -tan abstracta y sensorial- era la presencia de una figura femenina. “Incorporé el performance en mi instalación desde un principio en la propuesta original.  La mujer con la canasta sobre la cabeza, vestida de negro y con los hilos de lana en las manos representa a las abuelas y la familia. Su recorrido por la instalación buscando los huesos y la tierra trata de frisar un pasado que ya no existe. Las palabras del video acompañan poéticamente los movimientos. Termina con la frustración de la pérdida y la nostalgia que conlleva”, explica.

Piezas con lana de oveja forman parte de las instalaciones textiles de Verónica Riedel en ‘Ecos del Vacío’. (Foto: Nina Syed)

En esta instalación, la figura femenina es reivindicada como la guardiana de la herencia cultural. El tejido, el bordado, la cocina – esas “artes domésticas” a menudo menospreciadas- se revelan aquí como los hilos que entrelazan generaciones, los últimos vestigios de un pueblo en el umbral del olvido.

Ecos del vacío, melancólica, pero, al mismo tiempo, llena de esperanza, resalta los sentimientos de nostalgia y pérdida que surgen ante la desaparición de un territorio o de sus elementos únicos, el dolor de la migración y el impacto de la intervención humana en el espacio. A la vez, transmite con pasión la urgencia de preservar las tradiciones y la cultura de dicho territorio. La instalación crea un diálogo relevante desde una perspectiva sociopolítica, pero también nos conmueve con su enfoque profundamente personal y humano, tocando una experiencia universal: el anhelo de volver a algo que ya no existe.

En las palabras de Riedel, Ecos del Vacío es una pieza universal acerca de la pérdida de los momentos que ya han pasado, así como querer regresar a ellos. “Fue basada en una investigación de un área específica, pero es universal. Aunque es de los pueblos de España, también es de la migración en Guatemala y de todos los cambios en nuestro entorno”, comparte la artista.

La exposición se podrá visitar hasta el 13 de abril en el museo La Neomudéjar en Madrid.

Galería Abierta: Una celebración sin restricciones del nuevo arte guatemalteco

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Vista de Galería Abierta 2025 en el antiguo edificio de Correos y Telégrafos de Guatemala. (Foto: Cortesía Centro Cultural Municipal)
Vista de Galería Abierta 2025 en el antiguo edificio de Correos y Telégrafos de Guatemala. (Foto: Cortesía Centro Cultural MuniGuate)

Por Alejandro Ortiz López

En su noveno año, el concurso municipal Galería Abierta exhibe 141 obras que narran historias a partir de diferentes edades y territorios de Guatemala. 

Una lámina de metal colgada en el muro evoca la imagen del cielo estrellado. Sobre la misma pared, a unos centímetros, y en el mismo salón del antiguo edificio de Correos y Telégrafos, se despliega una serie de retazos con abstracciones hiladas a color. Las obras comparten lugar con pinturas en acrílico y óleo; esculturas que insinúan formas de cuerpos y objetos, así como se acompañan de los susurros emitidos por varios televisores en el espacio.

Estas piezas forman parte de la novena edición de Galería Abierta, muestra colectiva que inauguró el pasado 9 de febrero, y que concluirá el 29 de marzo en el Centro Cultural MuniGuate. Presentados durante los últimos dos meses en el edificio histórico, los objetos dieron vida no solo a una exposición, sino a un lugar plural y sin tantas restricciones donde cupieron decenas de perspectivas sobre la vida en Guatemala.

Haciendo de la apertura una consigna, Galería Abierta se ha esforzado por diversificar la representación de artistas, considerando factores como la edad, la procedencia y el momento en sus carreras. Al igual que en ediciones anteriores, las obras presentadas en 2025 fueron creadas por jóvenes, estudiantes, adultos que comienzan a dar sus primeros pasos en el arte y realizadores multidisciplinarios de mediana carrera.

Galería Abierta es una iniciativa de la Coordinación de Gestión Cultural que opera en el edificio de Correos y Telégrafos. Renata Álvarez, actual coordinadora del departamento, señala que el espacio fue impulsado en 2016 con el propósito de darle una nueva vida y mayor circulación a las Galerías Municipales de Arte.

Inauguración de Galería Abierta 2025 el 9 de febrero pasado. (Foto: Cortesía Centro Cultural Municipal)

El espacio está ubicado en los antiguos pasillos y salones del Palacio de Comunicaciones, inaugurado en 1940 y transformado a centro cultural en 2001. «La idea es que todos pudieran estar en esta galería», comparte Álvarez, recordando que el proyecto nació como idea de las gestoras Blanca Tríquez y Aída Bocock -actual directora de la Dirección de Educación y Cultura.

Más de ocho décadas después de la creación del edificio, y dos décadas desde que fue tomado por un grupo de artistas vinculados al movimiento de Arte Urbano a principios de los 2000, Galería Abierta se ha consolidado en los últimos nueve años como un espacio flexible que, a través de su convocatoria libre, ha reunido tanto a artistas como a aficionados al arte, residentes de la ciudad capital y, en las más recientes ediciones, a personas de otros municipios y departamentos.

Este año, las procedencias incluyeron a postulantes de San Juan Sacatepéquez, Quetzaltenango, Patulul y San Juan Comalapa. Por otro lado, el certamen ha presentado desde su comienzo, obras de alumnos de las Escuelas Municipales de Arte que operan en la misma sede donde se realiza la exposición anual. La apertura del certamen es cada vez más notoria, subraya Álvarez, quien detalla que, de los últimos nueve años, 2025 fue notorio ya que aumentaron las aplicaciones a la convocatoria. En total se recibieron 560 propuestas.

Cómo se eligen las piezas de Galería Abierta

La selección de las obras y su disposición en el espacio formaron parte del trabajo de una terna que actúa como jurado. Este año, el tribunal estuvo integrado por las artistas Cecilia Porras Sáenz y Lourdes de la Riva, junto con la curadora Josseline Pinto. La composición de la terna varía en cada edición anual, ya que se invita a especialistas de diversos campos, desde las artes visuales hasta la literatura, el cine, la música, la gráfica y las ciencias sociales, entre otros.

Además de revisar las postulaciones y determinar qué obras formarán parte de la exposición tras un análisis anónimo —en el que la terna desconoce los autores de las obras postuladas—, el jurado también selecciona las piezas ganadoras del primer, segundo y tercer lugar del concurso. Los premios de este año fueron otorgados, en ese orden, a Matías Estrace, Margo Porres y Gustavo Sapón Madrid.

‘Tránsito/Transito’, de Matías Estrace fue la obra ganadora del primer lugar en Galería Abierta 2025. (Foto: Cortesía Centro Cultural MuniGuate)

De las más de 500 postulaciones recibidas para la edición, fueron elegidas las propuestas de 141 participantes que cumplieron con los siguientes requisitos: ser guatemaltecos(as) o extranjeros(as) residentes en el país, tener 15 años o más, presentar obras inéditas y propias que no hayan sido mostradas en otras convocatorias de arte, y que las obras respondieran a una temática libre.

Para Cecilia Porras Sáenz, que la convocatoria no tenga requisitos limitantes equivale a encontrar imágenes novedosas y propias. De acuerdo con la artista, este enfoque permite que los realizadores muestren piezas que les sea muy cercanas y que terminan respondiendo a “su esencia, a un pueblo o algo que conocen».

De acuerdo con Renata Álvarez, aunque la selección de piezas puede generar inconformidad entre quienes no son elegidos, las obras que entran a la exposición final son evaluadas bajo criterios técnicos y narrativos. Por otro lado, el hecho de que las piezas sean presentadas al jurado sin datos de quién es el/la autor(a), procura garantizar una elección más crítica y menos sesgada, comenta la gestora.

La curadora Josseline Pinto agrega que, para la edición de 2025, los parámetros de calificación incluyeron tanto el aspecto formal de la aplicación a la convocatoria como el de las obras postuladas: «Vemos qué tan bien está hecha la aplicación, la calidad del texto y de la foto con la que se aplica. La calidad de la obra no solo implica técnica, sino también cómo en el universo de la pieza, esta cobra sentido».

La reciente edición presentó un total de 141 obras, incluyendo soportes como vídeo, performance, grabado, escultura, fotografía, pintura, entre otros. (Foto: Cortesía Centro Cultural MuniGuate)

La curadora señala que las obras seleccionadas para la más reciente edición cumplieron dichos requisitos, además de haber propuesto «un lado conceptual muy fuerte». De esa cuenta, la relación con el contexto espacial e histórico formaron parte de la narrativa presente en varias de las obras de este año.

El primer lugar, otorgado al realizador Matías Estrace, aborda el vínculo con el espacio citadino a partir de su experiencia frente a la contaminación visual y sónica de la ciudad de Guatemala. En su obra Tránsito/Transito, el realizador propone un time-lapse en el que se registra sobre la 20 calle de la capital. Tomando en cuenta que la vía es una de las más transitadas de la capital, Estrace realiza una yuxtaposición de su cuerpo entre las “velocidades que nos deshumanizan” y la suavidad de varios ejercicios relativos a las prácticas del qi gong y el tai chi.

“Realizo los movimientos en un lapso de 20 minutos mientras que la documentación registra el estado actual de la ciudad. El vídeo capta las velocidades que se contraponen con la velocidad mucho más rápida de la contemporaneidad”, comparte el realizador.

‘Ayer te llevé’, vídeo propuesto por Margo Porres, y ganador del segundo lugar en Galería Abierta 2025. (Foto: Cortesía Centro Cultural MuniGuate)

Considerando el diálogo con un territorio más grande, la obra de la artista Margo Porres, ganadora del segundo lugar en el certamen, presenta otro audiovisual en el que explora el lenguaje y las posibilidades de comunicación con el mundo. En Ayer te llevé, la artista propone un intento de diálogo con el mar y sus sonidos.

El realizador Gustavo Sapón Madrid fue elegido ganador del tercer lugar en el certamen. Su pieza, Urbe Celeste #2 propone una pieza elaborada a través de cianotipos, donde explora la relación entre la ciudad y la naturaleza, bajo el concepto de la “Urbe celeste” desarrollada por el pensador Marco Aurelio.

Durante la exhibición de Galería Abierta 2025, el espacio de Correos y Telégrafos se dividió en tres salones temáticos donde las piezas fueron clasificadas por abstracciones, retratos y paisajes.

Una exposición que también es archivo histórico

Si bien el certamen propuso nuevas formas de relacionamiento entre la arquitectura antigua y el arte contemporáneo en Correos, fue la misma ciudadanía, a través de sus visitantes y artistas, lo que logró confirmar el éxito del proyecto. Según detalla Álvarez, durante la última inauguración de Galería Abierta, asistieron cerca de 670 personas.

La cifra triplicó el número habitual de asistentes a las exposiciones que también se realizan en el mismo espacio durante el año. Esta oleada de visitantes permite pensar no solo el creciente interés de cientos de personas por dar a conocer su trabajo artístico, sino también el rol que ha tenido Galería Abierta como un nuevo punto de encuentro en las artes de Guatemala.

Josseline Pinto refiere que este espacio podría ser lo más cercano a un museo o una institución pública donde la ciudadanía pueda acercarse al arte contemporáneo. “La cantidad de público que llega a las galerías es algo que no pasa en otros espacios. Sin duda es un lugar cuya historia comenzó de la necesidad de estos espacios artísticos”, señala, recordando los antecedentes del Centro Cultural MuniGuate como espacio tomado por artistas a finales de los noventa.

Más de 600 personas asistieron a la inauguración de Galería Abierta 2025, el pasado 9 de febrero. (Foto: Cortesía Centro Cultural MuniGuate)

Cecilia Porras Sáenz agrega que se trata de un espacio que celebra la imaginación sin tantas restricciones: “Es una ventana súper amplia de exploración de medios y propuestas donde no hay demasiados parámetros de exigencia para exponer en un lugar que además es digno”. A propósito de esto, Margo Porres ha señalado que las Galerías Municipales de Arte ofrecen un espacio idóneo para la exhibición de obras debido a su espacialidad, su iluminación y el valor histórico del edificio.

Christian Rosito, ganador del primer lugar en el certamen el año pasado, comparte que las premisas curatoriales de Galería Abierta abonan a una diversidad de obras en el panorama nacional: “Me parece que sus diálogos entre estratos sociales y varias generaciones son muy importantes. Creo que el arte es comunicación y la propuesta de Galería Abierta permite ver la muestra de una ciudad que se está comunicando”.

Mediante el encuentro de ciudadanos de la capital y otros territorios del país, Galería Abierta ha acompañado la revitalización de un antiguo edificio gubernamental y además ha podido consolidar una plataforma de arte accesible y diversa. No obstante, en medio de esa labor, las oportunidades de formación artística siguen siendo un reto para la institución.

De acuerdo con Renata Álvarez y Josseline Pinto, la edición de este año develó cómo las postulaciones, al ser el primer filtro de la convocatoria, suelen ser complejas puesto que no siempre los postulantes cumplen requisitos clave. A propósito de esto, durante la muestra se llevó a cabo un taller para aplicar a convocatorias, dirigido por el artista Gabriel Rodríguez Pellecer, quien además es docente en las Escuelas Municipales de Arte.

La combinación de libertad, junto con la mira curatorial y las crecientes preocupaciones en formación de Galería Abierta ha impulsado voces creativas, dando paso a nuevos recursos para comprender la transformación histórica de Guatemala y su sistema artístico.

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